miércoles, 25 de julio de 2018

Cine: En la playa de Chesil de Dominic Cooke (2017)


También la frustración sexual puede llegar a ser arte. En 1962, Florence y Edward (Saoirse Ronan y Billy Howle) acaban de casarse y como muchos otros jóvenes pasan su luna de miel en Chesil Beach, al sur de Inglaterra. Un paraje especial declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 


Hay dos escenarios principales en la película, con aire muy teatral: el dormitorio del hotel donde se hospedan y la playa de Chesil. Aunque parezca una contradicción los dos resultan ser igual de claustrofóbicos. Tanto en la pequeña y oscura habitación del hotel como en la playa dominada por un cielo gris plomizo lo único que aporta luz y color es el vestido azul turquesa de Florence.


Florence y Edward son de orígenes sociales distintos, buenos estudiantes, jóvenes y guapos, con unas familias peculiares. Ninguno de los dos tienen mucha idea de lo que es el amor y mucho menos el sexo, ni siquiera las mínimas nociones para su ejecución práctica, pero sí que tienen muchas ganas de abandonar a sus familias. Existe una diferencia importante entre ellos, Florence reconoce sus limitaciones pero Edward va de chulito.


La familia de Florence es de clase alta. Su madre parece que no tiene cuello suficiente para todas las vueltas que puede darse con su collar de perlas. Es dominante y se inmiscuye en la vida de sus hijas. El padre aparece sigilosamente, es muy autoritario y verbalmente brutal; y también, aunque por un breve instante, da la impresión de ser también un abusador sexual.

Los padres de ella

La familia de Edward es más modesta y tiene una problemática distinta que resulta igual de agobiante para él. Su padre también se siente desbordado. Es maestro de escuela y cuida de su esposa y dos hijas pequeñas; su esposa, una apasionada de la pintura impresionista, sufrió un grave y estúpido accidente que le dejó importantes secuelas cerebrales. Sus hermanas adolescentes no tienen mucho tiempo para ocuparse de nada que no sea ellas mismas.


Tanto para Florence como para Edward, el amor no es el principio de una vida en común prometedora sino el final y la separación definitiva de sus conflictivas familias. Cuántas parejas de los años 1960 y 1970 cometieron ese error y quizá lo sigan haciendo. Veían el amor como una oportunidad para fugarse de una vida insatisfactoria, llena de limitaciones y prohibiciones. Sin embargo al final, acabaron viviendo su penosa vida de casados con la misma amargura.

La madre de él

Florence y Edward se enfrentan a la noche de bodas muertos de miedo. Pero Florence tiene la valentía de reconocerlo. Edward no y sufrirá las consecuencias de su falta de sinceridad. Al fin y al cabo, la sinceridad debe de ser la base de toda pareja, casada o no y si no somos capaces de darnos a conocer con nuestras inseguridades y miserias, no vale la pena, intentar vivir en pareja.


La película es muy emotiva; el mismo autor Ian McEwan se ha encargado de adaptar el guion, aunque parece que ha añadido una escena final que a muchos no convence; no puedo comparar puesto que no he leído la novela. La interpretación de los actores está llena de matices sobre los miedos e inseguridades. Reconocer sus propios miedos hace que Florence llegue a tener una vida plena; sin embargo Edward quedará a la deriva. Es una adaptación con una calidad similar a la de Expiación. Muy recomendable.




Dirección: Dominic Cooke
Guion: Ian McEwan
Fotografía: Sean Bobitt
Intérpretes: Saoirse Ronan, Billy Howle, Emily Watson, Anne-Marie Duff, Samuel West.

miércoles, 18 de julio de 2018

Novela: La niña gorda de Mercedes Abad (2014)


La autora.-
Nació en Barcelona en 1951 y se dio a conocer, literariamente, muy joven porque ganó el premio de La Sonrisa Vertical, una colección de novelas y relatos eróticos en 1986. Ligeros libertinajes sabáticos fue el libro premiado en aquella ocasión. Ha escrito también teatro y colabora en la prensa habitualmente. Otras obras suyas: Media docena de robos y un par de mentiras, Amigos y fantasmas, Soplando al viento. 

Mi opinión.-
Conocí a esta autora precisamente porque ganó el premio de literatura erótica de La Sonrisa Vertical con un libro de cuentos muy interesante. Confieso que los cuentos y relatos no son el género literario que más me gusta y quizá por eso le perdí la pista. Abad no ha escrito muchas novelas. La niña gorda es la última de ellas y quedan dudas sobre si es una novela o no.

Son diez capítulos protagonizados por la misma niña. Susanita cuenta en cada uno de ellos episodios trascendentales de su vida. Puede ser considerada una novela de crecimiento pero más que una búsqueda de conocimiento o del sentido de la vida, la autora se enfrenta a ese viaje con un estupendo sarcasmo. Por otra parte, cada uno de los capítulos puede ser considerado individualmente, como un cuento que corresponde a distintas edades de la protagonista. Son episodios esporádicos pero en los que, fácilmente, podemos reconocer una continuidad.


A veces la niña peca de buenaza y sufre el desprecio de los otros niños por estar gorda; pero otras tiene su picardía y también sabe cómo traicionar. Se va haciendo adulta, siempre con el sobrepeso como dificultad añadida y en ese, viaje, cambia su manera de expresarse. La autora pasa de la tercera persona de los primeros relatos hasta la narración en primera persona, cuando la adulta toma, por fin, las riendas de su vida; y también fabula con episodios de su propia vida. Termina en una apoteosis vengativa y desternillante en las costas de Galicia. En algún momento, me ha recordado cosas muy parecidas a las que viví en mi infancia y preadolescencia. Muy recomendable.




La niña gorda
Mercedes Abad

Ed. Páginas de Espuma

miércoles, 11 de julio de 2018

Ensayo: El golpe posmoderno de Daniel Gascón (2018)

El autor.-
Daniel Gascón es escritor, guionista y crítico literario. Muy joven, nació en 1981. Actualmente es también editor de Letras Libres, donde se combina la reflexión política con la cultural, literaria o artística en sentido general. Otras obras suyas son: El fumador pasivo, La vida cotidiana, Entresuelo. 

Mi opinión.-
Hace unos años leí Entresuelo. Es una novela breve que podía clasificarse como de autoficción en la que los y las zaragozanas podíamos reconocernos fácilmente. Sin embargo, no conocía la actividad de Gascón como ensayista. Por eso la publicación de El golpe posmoderno ha sido una gran sorpresa.

Define, en este libro, el procès como un golpe de estado posmoderno. Es muy contundente en su desenmascaramiento; y, aunque lo da por terminado, lamentablemente no ofrece estrategias para la superación de las brechas originadas en la sociedad catalana y entre las sociedades catalana y española. Queda conectado así con el relativismo posmoderno “que combate el proyecto ilustrado de crear una perspectiva común de conocimiento para entender la experiencia” (pg. 120). Prolifera la fragmentación que tanto se critica al posmodernismo, el todo-vale

El catalanismo pacífico
Una de las características esenciales de este procès ha sido su doblez, su capacidad para aparentar lo que no era y disimular su verdadera naturaleza. Esto se vio claramente cuando Puigdemont, con esa sublimación de un gatillazo, declaró la independencia pero inmediatamente la suspendió. Fue un si-es-no-es, hecho premeditadamente, buscando la ambigüedad del lenguaje, para facilitar su defensa en caso de que el golpe fracasase y el estado se defendiese de la agresión, como así sucedió. Esto era lo que decían: hemos declarado la república pero no tiene validez, ha sido una simple declaración política. Retórica vacía de contenido. Pues, entonces no la declares y no engañes.

El 6 y 7 de septiembre de 2017. El golpe posmoderno
Otra característica ha sido instalarse descaradamente y alimentarse de las mentiras más burdas que, sin embargo, han sido perfectamente asumidas por la población catalana. Y esto es lo que más descorazonador resulta. Supongo que el éxito se debe a la reiteración constante desde los medios de comunicación apesebrados y dependientes de las instituciones secuestradas por los catalanistas de consignas sencillas y, también, a que se vendía un país de jauja, endogámico, con la banda sonora de Els segadors, con una historia de triunfos interrumpidos por una intervención española colonizadora e inventada. Un país, desde entonces, constantemente agraviado por la simple existencia de los españoles y de su codicia, su ineficiencia y su genética tarada.

Una sociedad dividida
Amparándose en conceptos hipertrofiados, el pueblo, el derecho a decidir, un país mejor, los catalanistas han pretendido arrebatarnos los derechos de los demás. Porque en realidad, sólo es un golpe que la ultraderecha catalanista ha dado por dinero, no tiene nada que ver con una profundización de la democracia que nos pretenden enseñar, presumiendo de un supremacismo moral insoportable. Es imperdonable que los catalanistas hayan abusado de nuestra confianza hasta la saciedad y que nos hayan insultado al resto de españoles llamándonos franquistas. Es imperdonable, lo que han pretendido hacer, pero sobre todo lo es por la extrema suciedad de sus argumentos.

Cobardes y marrulleros que creen estar haciendo historia
La vinculación de los poderes públicos españoles con el franquismo terminó hace mucho tiempo y no debemos consentir que nadie, nadie, quiera aprovecharla en su beneficio. Tenemos problemas y déficits democráticos como todo el mundo pero tenemos potencial para el desarrollo, también como todo el mundo. No estamos predeterminados por nuestra historia, por nuestros genes o por nuestras deficiencias; no vamos a repetir nuestra historia. Una prueba de ello es la Constitución de 1978. Es posible que deba de reformarse o actualizarse, pero eso es algo que deberemos decidir todos los españoles, no sólo un 10%.

Cobardes que salieron huyendo
El régimen de las autonomías no está todavía acabado. Prueba de ello es que el actual gobierno de Pedro Sánchez está negociando traspasos competenciales con Urkullu del Partido Nacionalista Vasco. El régimen de las autonomías ha garantizado y garantiza la plurinacionalidad y la diversidad españolas, aunque a los catalanistas y a los vascos no se lo parezca. Quizá, en realidad a los nacionalismos periféricos no les interesa una constitución que garantice la diversidad de todas las comunidades autónomas, sino otra constitución más manipulada por ellos, que deje constancia de su especialidad, de su hecho diferencial, para que el resto de comunidades autónomas sigan siendo consideradas homogéneas. Es decir, practican una clara ley del embudo o como creo que dijo Ignacio Martínez de Pisón lo mío es mío y lo tuyo es nuestro. En definitiva avaricia, codicia y abuso.

Otra cobarde que salió huyendo y cambió su imagen de izquierdista alternativa y con mala leche a modosita cursi, en Suiza.

No sé qué pasará en las próximas negociaciones entre el Gobierno nacional y el Govern autonómico. Si alguien me pregunta me opondré siempre a la consideración de los nacionalismos periféricos como especiales. Ni lo merecen, ni lo son. Han sido una fuente de problemas e insultos desde hace 150 años y, nunca hay que olvidar que fueron los únicos privilegiados por Franco, aunque ahora ni vascos ni catalanes lo quieran recordar. Son tan nación como el resto de naciones españolas; tienen tantos argumentos históricos para reivindicarlo como el resto de nosotros que no lo hacemos. Sin embargo, su actuación abusiva, marrullera y deshonesta les ha quitado toda la razón. Si se les conceden más privilegios, sería darles un premio gracias a su gansterismo.

Papanatismo

En 1978, establecimos unas nuevas normas de convivencia y de articulación territorial, administrativa y política, que han funcionado hasta que los catalanistas, por capricho, las han roto. Será difícil perdonarles y restablecer la confianza. Artur Mas pasará a ser el político más irresponsable de su generación; Carles Puigdemont quedará como un payaso; y Quim Torra como un nazi tarado. De Torrent, Marta Rovira o Anna Gabriel hablamos otro día.

Artur Mas y su mandíbula de emperador romano
No ha sido suficiente que todos hayamos padecido a Franco y tampoco debe ser suficiente que hayamos sufrido esa crisis económica que todavía no hemos superado. Para los catalanistas, esa crisis, precisamente fue una oportunidad para asestar un golpe más y pretender sacar tajada. No existen en su diccionario las palabras solidaridad, decencia, honestidad, ni tan siquiera juego limpio. Veían, como siempre, una España tarada, fallida y débil. Sin embargo, han conseguido revitalizarla. Deberíamos darles las gracias por ello. Ya no debemos sentir complejos, ni culpabilidad por la historia pasada; deberían ser los catalanistas quienes nos pidieran perdón. Alterar por capricho las fronteras de un país como España que vive bajo la amenaza constante del terrorismo yihadista, difícilmente tiene perdón.

La mediocridad en el poder.
Ya en 1981, Tarradellas, nada sospechoso de españolista, advertía de una cierta manera de hacer política o de situarse políticamente como la víctima: “…hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, … que nos desprecia… según ellos, [las autoridades catalanas] se hace una política “contra Cataluña”, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien, hace ya diez meses que empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos” (pg. 132). Siguen haciéndolo, considerándose víctimas cuando son victimarios. Hoy El golpe posmoderno es de lectura obligada.

Suárez y Cataluña







El golpe posmoderno
Daniel Gascón 

Ed. Debate

miércoles, 4 de julio de 2018

Narrativa: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson (2011)


La autora.-
Jeanette Winterson es una autora británica muy conocida. Los críticos destacan de ella su honestidad y no negarse a hablar de ningún tema relacionado con su infancia, el fanatismo religioso de su madre o su lesbianismo. Otras obras suyas: The lion, the unicorn and me, La mujer de púrpura y Fruta prohibida


Mi opinión.-
Quienes han leído a esta autora afirman que desde su primera novela, un gran éxito, Fruta prohibida, su literatura ha estado muy influenciada por su propia vida. En Fruta prohibida apenas disimuló su carácter autobiográfico pero en ¿Por qué…? está claro que ya no se esconde.

Accrington, donde la autora vivió su infancia.
Winterson fue hija de una adolescente “convencida” para darla en adopción. Las adopciones no son fáciles y, en este caso, su nuevo hogar casi no podría llamarse así. Winterson ajusta cuentas con su madre adoptiva en este libro, pero no lo hace con amargura. Parece que ya ha pasado esa época de reproches y queda un relato hecho de manera bastante objetiva y desapasionada, pero no por ello carente de dolor o emoción.


Los Peninos surcan Inglaterra desde el sur de Escocia. Un paisaje que "no tiene una belleza fácil" (pg.27)

Los Winterson eran muy religiosos. Yo diría que muy reprimidos sexualmente por la religión, especialmente la madre. Y lo que menos podía esperar ella es que su hija adoptiva, en quien ponía tantas esperanzas, en la adolescencia se declarase lesbiana y prefiriera salir de esa casa antes que claudicar y llevar una vida normal.


La porcelana Royal Albert le sirve a su madre para embellecer su triste vida. Llena de rosas y con rebordes dorados.

La acción se desarrolla en un pueblo pequeño del centro de Inglaterra, cerca de Mánchester. En una zona donde la industria textil y la minería eran motores de desarrollo, pero en una época en que aquello no era más que un recuerdo. En ese mundo, dominado por una religiosidad extrema, la protagonista, la pequeña Jeannette encuentra refugio en las bibliotecas públicas y empieza su verdadera educación leyendo a todos los autores que puede en orden alfabético. El capítulo 4 está dedicado a los libros.


Thatcher rompió el consenso de posguerra, el espíritu del 45, que había sacado al país de la miseria. 

El peso de la religión tiene diferentes consecuencias en hombres y en mujeres. En mujeres, represión sexual y en hombres, alcoholismo. Si además son de clase trabajadora y pasan dificultades económicas. No extraña que se refugien en la religión y que, al mismo tiempo, la religión sea su condena.


Saint Catherine's College en Oxford sería un sitio donde las mujeres tendrían que educarse solas. 

Su madre es una mujer neurótica muy preocupada por la opinión de los vecinos y que considera la religión o el tener una buena porcelana donde tomar el té, una aspiración hacia un propósito mejor. Sólo capaz de dar amor tóxico.

Su madre Winterson
Hacia mitad del libro, sin embargo, el enfoque cambia. Hay un salto en el tiempo y encontramos a la protagonista viviendo ya su vida de adulta. Con todos los problemas que arrastra desde esa infancia desarraigada y abusada. Sin embargo, hay un punto de inflexión y parece que todo empieza a encajar eso sí, después de haber sufrido una grave depresión y un intento de suicidio. Sin embargo, la literatura es su salvación. Y en ello está. Es una autobiografía esperanzadora. Me gusta mucho que la autora manifieste su fragilidad admitiendo que, llegó un momento, en que no podía gestionar tantos sentimientos y tan enfrentados. Muy interesante.


¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?
Jeanette Winterson

Trad. Álvaro Abella Villar

Ed. Lumen