La autora.-
La literatura de Annie Ernaux ha sido calificada como
auto-socio-biografía. Partiendo de su propia vida y experiencias, la autora
intenta explicar el mundo y sus contradicciones sin caer en la autoficción.
Premio Renaudot en 1984 y Premio Formentor en 2019. Otras obras suyas: L’autre fille, L’occupation, La femme gelée,
Une femme.
Mi opinión.-
Esta novela es desgarradora. Nos muestra, con muchísima
crudeza pero sin aspavientos, un momento dramático en la vida de una joven. En
unas pocas horas, después de visitar a una abortera, Denise destripa su vida,
desde la niñez a la primera juventud y asistimos a la descripción detallada de
los dos mundos donde transcurre su vida sin que pueda pertenecer a ninguno de
ellos.
El primer mundo, que tiene un mayor peso durante su infancia, es el mundo de sus padres. Ambos llevan un negocio que les permite vivir sin poderse permitir el lujo de tener un cuarto de baño en el interior de la vivienda. El padre regenta el bar para los borrachines del pueblo y la madre una tienda de comestibles en la que puede fiar al resto de vecinas y enterarse de todos los chismorreos de la vecindad. Personas sencillas pero que vistas a través de los ojos de la hija se convierten en esperpentos vulgares a los que, frecuentemente, odia. En ese mundo todo son griteríos, olor a orina rancia, hules desgastados. Pero es un mundo que no está destinado a Denise.
Aunque parezca contradictorio sus padres desean que salga de ese mundo, que estudie y que tenga muchas más oportunidades en su vida. Y todo su esfuerzo y todas las molestias que deben aguantar lo hacen teniendo ese objetivo en su pensamiento. Que su hija sea alguien que ellos no pudieron ni siquiera soñar. Es por esto que toda la narración de la hija, abusiva contra sus padres, nos puede parecer fruto de la ingratitud y de la malcrianza. Aunque, en realidad, no sea ese el caso.
El segundo mundo, que también es despreciado por Denise, es el del colegio. Colegio privado o el equivalente a concertado en la enseñanza española, en lugar de la escuela pública a la que debía haber ido según su clase social. Ese es el gran esfuerzo que hacen sus padres y aunque ella, aparentemente aprovecha esa ocasión siendo una buena estudiante, no deja de relatarnos durante esas horas agónicas en las que espera que el aborto tenga lugar, con detalle la vergüenza que siente ante sus compañeras de clase superior, la hostilidad de los profesores y las monjas, su ropa raída y el deseo de ocultar su origen: el bar apestoso y la sucia tienda de sus padres.
No se libran de su crítica feroz las compañeras y amiguitas de la infancia con las que mantiene una relación de amor-odio, envidia y complejos. Denise descubre en el colegio que puede utilizar su inteligencia para atraer a la gente y así vengarse de ella pero también que puede hacerse un sitio en este segundo mundo. En él, supera a todas sus compañeras y tiene ambiciones intelectuales que le acercan a diferentes chicos. Y las salidas con estos chicos son uno de los encontronazos más fuertes que tiene con su madre.
Porque su madre ejerce una vigilancia férrea sobre la virtud de la hija. Y esa es la sensación que la autora transmite en su novela. Estar siempre en guardia. Siempre estar vigilante para que su origen social no se note y siempre vigilada por su madre para no ser la comidilla de las vecinas. Porque salir con chicos es pecado. Y es curioso que en una república laica, las jóvenes de los años 1950 sufriesen la misma represión sexual (o muy parecida) que las jóvenes bajo la dictadura franquista. A pesar de tanta vigilancia perderá la virginidad de una manera sórdida y tendrá que enfrentarse sola a un aborto clandestino.
Durante toda la novela Denise pasa de un mundo a otro sin pertenecer a ninguno y este pasaje será cada vez más costoso. Denise tendrá que olvidar las palabras que sus padres, palurdos, utilizan para no sentirse humillada frente al desparpajo de las otras alumnas y de sus ligues. Y vivirá internamente ese desgarro de no poder agradecer a sus padres los esfuerzos que hacen para que ella tenga una educación. Sentirá la culpa y la decepción por su incapacidad para querer a unos padres tan inferiores a ella.
El personaje de Denise me ha recordado a la Carmen Sotillo de Cinco horas con Mario. La diferencia, según creo, es que Carmen disfruta el monólogo interior que surge a partir de la muerte de su marido. Sin embargo, Denise se despelleja a sí misma, se desgarra a partir de la visita a la abortera. Es saber que tiene apenas 18 años y que está sufriendo esta experiencia tan traumática la que nos da la clave para no odiarla.