viernes, 24 de enero de 2014

Ensayo biográfico: Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente

El autor.-
Marcos Giralt Torrente ganó el Premio Nacional de Literatura 2011 con este libro. Ha escrito sobre todo relatos y narraciones cortas. Es miembro de la Orden de Finnegans, que tiene como único propósito venerar el Ulises de James Joyce. También es crítico literario del suplemento cultural de El país, Babelia. Antes de escribir Tiempo de vida había ganado ya el Premio Herralde de Novela en 1999. El final del amor es su último libro. 

Sinopsis.-
Marcos Giralt Torrente se enfrenta a la muerte de su padre.

Mi opinión.-
Este libro es considerado como ensayo narrativo. No es novela evidentemente, pero tampoco memoria o biografía. El autor desmenuza las relaciones padre-hijo y muestra su propia identidad, apoyándose en la relación/desencuentro con su padre durante toda su infancia y sobre todo en la enfermedad y la muerte de éste. Sin sentimentalismo (pero con un constante reproche), explora la decepción por el abandono de su padre; la pérdida y el duelo, y en ese camino queda totalmente expuesto a merced del lector y de su juicio. 

Es muy consciente durante toda la escritura, de que falta la versión de su padre. Para Giralt Torrente es un libro que debería haber sido escrito entre los dos, pero la muerte lo impidió. Aparece sólo su versión y sus quejas y sus antojos y sus niñerías y su rabia. Es algo que llegaría a cansar, si no estuviese tan bien escrito. 

Durante todo ese “vómito emocional”, mantiene siempre un tono neutro, una cierta frialdad de escalpelo (sobre todo en la primera parte del libro). Algo que ha debido ser muy difícil de conseguir. Tengo siempre una cierta prevención respecto a estos libros de “ajuste de cuentas” con el pasado. Es muy fácil que deriven hacia la queja sensiblera que no me atrae nada. Pero este no ha sido el caso. 

Me ha gustado mucho su manera de escribir. Las abundantes repeticiones al inicio de cada frase, que cada vez se vuelve más corta; resultan como letanías de una oración o como pinceladas con las que recrear la vida que ya no tendrá con su padre. 

Es un libro emocionante, donde también hay sitio para el rencor. Como norma general, no menciona a nadie por su nombre. Parece que quiera mantener su absoluto protagonismo y recurre a definir al resto de intervinientes a través del posesivo, sólo por la relación que mantienen con él. Su padre, su madre, su novia, su mujer, ninguno de ellos tiene nombre. Excepto una, la madrastra, la segunda esposa de su padre, llamada durante todo el libro “la amiga que conoció en Brasil”. Un poco, un personaje de cuento: mezquina, interesada más en el dinero que en su marido, usurera y a la que considera la principal responsable del alejamiento del padre. Yo siempre he pesando que un hombre no se aleja si no quiere. Ella no se ha defendido.



Marcos Giralt Torrente
Tiempo de vida 
Anagrama

jueves, 16 de enero de 2014

Cine: 12 años de esclavitud de Steve McQueen

12 años de esclavitud parece que va a ser Oscar este año; de momento ya ha sido Globo de Oro. No me extraña porque la película es muy buena; lo tiene todo para gustar en Hollywood. Un episodio dramático, buenas interpretaciones y un culpable del horror. 

Es la adaptación cinematográfica de un libro clásico de Estados Unidos. Como se suele decir basado en hechos reales. La autobiografía, del mismo título, fue escrita por Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor). Un hombre negro y libre, músico de profesión que vivía en el estado de Nueva York, a mitad del siglo XIX; nacido libre, fue secuestrado y vendido en el sur de Estados Unidos. La película es el relato de su supervivencia. 

Una galería de personajes especulares: el amo bueno, el amo malo; el capataz bueno, el capataz malo. Y Solomon, a quien no le dejan ni utilizar su propio nombre, en medio de ellos; pasando de uno a otro y esperando que el siguiente no sea peor; camuflando su alma de hombre libre y culto a su nueva condición de esclavo. Como es de esperar en una película que aborda la esclavitud, hay escenas explícitas de violencia. Pero no son gratuitas, desde mi punto de vista están plenamente justificadas. Golpes, palizas, vejaciones, abuso sexual, todo muy medido, muy sobrio. Y aunque resulta duro de ver, después de Tarantino ya nadie se puede asustar de la violencia en el cine. 

No quiero decir que sea una película ligera; pero es una película para Hollywood. Es evidente que en una autobiografía no se tiene la obligación de hacer un análisis político-económico de la época, sólo es un testimonio personal. Pero en este caso, si el director, en la película, no nos lleva más allá del relato personal tampoco nos ayudará a entender qué fue la esclavitud. 

A mí hace bastante tiempo que me interesa entender qué fue la esclavitud, por qué surgió y cómo terminó, si es que ha terminado. Así que esta película me ha servido como excusa para buscar información. La esclavitud ha existido siempre y en todas las culturas; los esclavos más frecuentes eran prisioneros de guerra y también los que incurrían en deudas que no podían pagar. Sin embargo, la caza, captura y comercio de personas a gran escala fue posterior y estuvo ligada a un tipo de explotación económica. 

La colonización de Estados Unidos, sobre todo en el sur, posibilitó el cultivo de grandes extensiones de terreno y dada la precaria mecanización de las explotaciones agrarias era necesario tener abundante mano de obra. Cuanto más barata mejor, más competitivos podían ser los precios y mayores beneficios podía obtener el terrateniente capitalista. He leído que uno de ellos, de Luisiana, llegó a tener 700 esclavos; en plantaciones perfectamente jerarquizadas y organizadas. Pero esto era la excepción. Lo normal era que los propietarios tuviesen pocos esclavos, porque eran muy caros. Así que, en realidad, no se trataba tanto de la superioridad de una raza o de la inferioridad de otra; sólo era un asunto de dinero. Nada personal, aparentemente.

El hecho de que uno de los amos de Northup (Michael Fassbender) sea un sádico psicópata y violador, que babea torturando niñas negras, nos lleva por un desfiladero peligroso. Porque nos hace empatizar con los esclavos que han sufrido esa violencia extrema, pero quizá nos impida reconocer la esclavitud cuando no va a acompañada de una violencia tan brutal. Se me ocurre pensar en otro personaje de cine, la esclava Mamie de Lo que el viento se llevó, que cuidaba amorosamente de su señorita Escarlata y regañaba sin ningún miramiento a su señorito Rhett Butler. El amo malo es un sádico violento; el amo bueno ayuda a sus esclavos. Pero no deberíamos olvidar que los dos son amos. 

No creo que la mayoría de amos fuese tan brutal, por una razón muy simple, porque nadie maltrata sus inversiones. Los esclavos eran una maquinaria muy necesaria para los amos y muy cara. La existencia o inexistencia de esa violencia tan brutal, nos puede confundir a la hora de reconocer la esclavitud allí donde esté; porque hoy se sigue produciendo. La esclavitud fue legal. A veces la ley permite aberraciones. Un empresario actual sabe que una persona no puede vivir con un salario de 700 euros al mes, por 8 horas diarias de trabajo, pero no paga más porque la ley se lo permite; también los amos sabían que la esclavitud era un horror moral, pero seguían teniendo esclavos porque la ley se lo permitía. 

En esas condiciones de muerte-en-vida, la pregunta es ¿por qué no se rebelaban los esclavos? Es posible que no lo hicieran porque no había esperanza de mejora. Imposible volver a su tierra de origen. Pero estoy segura de que había otros motivos también. No se puede mantener a mucha gente sometida, durante mucho tiempo sólo a base de violencia; es más efectivo convencerles de que la esclavitud es designio de Dios o que es una etapa intermedia antes de alcanzar la civilización y la libertad o incluso, y mucho más retorcido, los amos podían crear lazos emocionales con los esclavos. Al fin y al cabo les confiaban la crianza de sus hijos. Lazos emocionales mucho más perversos que la violencia psicópata; porque son más difíciles de reconocer y de romper. En España tenemos un ejemplo claro de película por antonomasia sobre la esclavitud emocional y la fidelidad perruna. Los santos inocentes de Mario Camus. 

Esta película me ha hecho pensar mucho. Por eso ya se merece el óscar. Aunque Steve McQueen, el director, ha optado por una narración clásica, buscando “gustar”, no se le puede negar que ha sido valiente. Apoyándose en las interpretaciones de Michael Fassbender y Chiwetel Eijofor, con primeros planos elocuentes que no necesitan palabras, miradas perdidas en el maltrato psicológico pero donde todavía brilla el deseo de vivir. La crítica también ha destacado la actuación de Lupita Nyong’o, la niña esclava Patsy, que hace muñecas con mazorcas de maíz y que ni siquiera es dueña de suicidarse. 



Director: Steve McQueen
Guion: John Ridley sobre la autobiografía de Solomon Northup
Fotografía: Sean Bobbit
Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Benedict Cumberbatch, Paul Dano.

jueves, 9 de enero de 2014

Cine: The counselor de Ridley Scott

Cormac McCarthy es un escritor de frontera. No sólo porque la acción de esta película (y de varias de sus novelas) se sitúa en la frontera entre Estados Unidos y México, sino porque además trata de la frontera entre el bien y el mal. Este es el primer guion que escribe, aunque ya ha habido otras versiones en cine de sus novelas: La carretera con Viggo Mortensen y No es país para viejos con Javier Bardem también. 

Ridley Scott es un director controvertido. A veces ha recibido críticas demoledoras por sus películas. A mí siempre me gusta y me convence. Esta vez también. Aunque The counselor es de las películas que no están recibiendo muy buenas críticas, estoy segura de que se revalorizará con el tiempo. Supongo que decepciona porque esperamos que trate de narcotráfico y corrupción. Pero desde el principio, ya intuimos que no va por ahí. Sólo trata de mirar abierta y lo más objetivamente posible al abogado (Fassbender) situado en la frontera. 

Fassbender interpreta a un personaje blanco, no sólo por su aparente inocencia, sino también porque no sabemos mucho de él. Es un abogado norteamericano, pero no parece ser de los triunfadores (y eso en una sociedad como la estadounidense pesa mucho); no trabaja en un gran bufete y parece que tampoco tiene muy buena reputación entre sus anteriores clientes. Sin embargo, él quiere más y siente que merece más. Sobre todo ahora que su novia (Penélope Cruz) ha aceptado casarse con él. Este abogado tiene contacto con personajes turbios y decide meterse (por una única vez) en un negocio con ellos. No es codicia, sólo trata de dar un “pelotazo”, para situarse. Está convencido de que podrá manejar la situación y que podrá retirarse después de esta “colaboración”. 

Aparentemente, es un thriller con el narco como fondo. Pero aquí empieza lo que decepciona al “gran público”. En lugar de centrarse en la acción del narco, el guion (que es excelente) y el director desarrollan una especie de tragedia griega, en la que los personajes del lado oscuro, los colaboradores del narcotráfico, filosofan y se esfuerzan por convencer al abogado de que no se meta, que no podrá controlar la situación y que no podrá salir cuando él quiera. Todos en diferentes escenas le advierten del peligro. Reiner (Javier Bardem) es el primero que le aconseja: los narcos no son psicópatas sanguinarios, no matan por placer, sólo tienen un negocio que defender y unos códigos de comportamiento por los que no admiten fallos. Es una cuestión de orden y supervivencia. Para Westray (Brad Pitt), otro mediador con los narcotraficantes, siempre hay que tener preparada la huida por si acaso, pero no se puede confiar en que la huida salga bien. 

Así que una vez desencadenada la tragedia, a los espectadores y a los personajes sólo nos queda ver y sufrir las consecuencias, porque nada puede detener la rueda del destino. Por más que el abogado se esfuerce en buscar una solución o un intermediario que interceda por él ante los poderes malignos, nada se podrá hacer. Ya le habían avisado; como un personaje se encarga de recordarle, una vez tomada una decisión no se puede volver a atrás porque el mundo en el que se tomó esa decisión ya no existe. Queda apretar los dientes y resistir el golpe o llorar. 

Hay un personaje principal en la película que es muy especial. Malkina (Cameron Díaz), es la novia de Reiner. Siempre me ha parecido que los actores americanos están desaprovechados, que la política de los estudios de cine les obliga a rodar películas y personajes muy parecidos, con poco riesgo; pero una vez que cogen las riendas de su carrera dan la talla. Cameron Díaz en esta película, para mí, ha sido una sorpresa. Es La Muerte; la cazadora depredadora; la mujer que suscita un miedo atávico en el hombre; el mito de la vagina dentata. Y como tal se presenta en la película, acechando a sus presas, felina y elegante. Exhibiendo su genitalidad como una amenaza. Incluso su corte de pelo, perturbadoramente asimétrico, se asemeja a una guadaña. 

Superviviente cueste lo que cueste. Deberíamos de conocer su historia antes de juzgarla. Nada de ella sabemos durante la película, excepto que quizá querría recuperar su inocencia.





viernes, 3 de enero de 2014

Cine: El Hobbit. La desolación de Smaug

Cuando terminó la primera parte de esta trilogía, Bilbo Bolsón se creyó que habían terminado todos sus males, ¡qué iluso! En esta segunda parte no le queda tiempo ni para un respiro. Arañas gigantes, los incansables orcos, la huida en los barriles y el enfrentamiento con Smaug el magnífico, la más grande de las calamidades, el rey bajo la montaña. Aventuras y peligros sin tregua. 

En este episodio ya no es necesario presentar a los personajes. Lo que hace Peter Jackson es meterlos en harina desde el primer momento; salen de un peligro para caer en otro mayor, corriendo sin parar para salvar su vida.  

Lo que me resulta más curioso es que los protagonistas, nuestros héroes, son más de barro que de luz. Los enanos son mezquinos y avaros, quieren recuperar su tesoro; los elfos son arrogantes y clasistas; y Bilbo, siempre es descrito como un raterillo artero y mentirosete. Parece extraño que en un cuento para niños, los personajes sean tan poco “edificantes”. La adaptación de Jackson, definitivamente, no es un cuento para niños y eso me gusta. 

Tauriel es el único personaje limpio. Es una invención de Jackson, ya que en el libro original no había ningún personaje femenino. Supongo que es una concesión para que las feministas no nos quejemos, pero los guionistas lo han presentado bastante bien. Una elfa silvana fuerte, luchadora e inteligente; una pieza del triángulo de amores imposibles que se debate entre Legolas, amor imposible porque es el hijo del rey y Kili, amor imposible por ser un enano. 

Está bien que en una adaptación se incluyan cosas nuevas, nuevas visiones de un libro que se escribió hace 75 años. Sacudirle un poco el polvo y refrescarlo. No me molestan las adaptaciones innovadoras porque que no borran el original y siempre puedes recurrir a él, simplemente dan otra visión diferente. A pesar de estas innovaciones, Jackson ha sido completamente fiel a la hora de presentar a Smaug. Es igual, igual que el dibujo realizado por Tolkien para las primeras ediciones; con tecnología del siglo XXI ha recreado un dibujo de los años 30 del siglo XX. Y ha quedado espléndido. Con mucha personalidad: seductor, sinuoso, aterrador y brutal. Pero, eso sí, para disfrutarlo en todo su esplendor, es imprescindible ver la película en versión original, recrearse con la voz y la interpretación (por capture motion) de Benedict Cumberbatch. 

Es impresionante como le sube el fuego desde las entrañas hasta lanzar las llamaradas; y cuando vuela cubierto de oro líquido y dispuesto a matar a todo el que se ponga por delante, manda toda una declaración de principios para la próxima entrega: “Yo soy la muerte”. 

Muchas culturas incluyen entre sus mitos a los dragones que custodian tesoros o que se comen crudas a las doncellas. No sé si en esta película habría que aplicar algunas de las teorías psicológicas que también estudian el simbolismo del dragón. Pero es significativo que los peligros a los que se tiene que enfrentar Bilbo siempre estén ocultos en la oscuridad, que tenga que meterse en los dominios de otras criaturas, como Gollum o en este caso como Smaug. Con Gollum, Bilbo podía utilizar su verborrea y sus acertijos; pero enfrentarse a Smaug es otra cosa. 

Respecto al resto de personajes, echo de menos a Gollum. Tengo simpatía por este tipo de personajes, perdedores y perdidos. Y el personaje de Radagast, desentona. No me acaba de convencer.

Me quedo esperando que llegue la tercera parte, a ver si supera ésta. La batalla de los cinco ejércitos. La batalla contra el mal, como siempre.