jueves, 28 de enero de 2016

Cine: Steve Jobs de Danny Boyle (2015)

He leído en alguna crítica que el guionista de esta película, Aaron Sorkin, ha querido trazar un retrato impresionista de Steve Jobs. Me parece muy acertado decirlo así porque no es una biopic lineal ni un panegírico sobre la vida de Jobs. 

La película tiene una puesta en escena muy teatral, muy shakespeariana: hay traición, ambición, hija bastarda, deriva emocional, triunfo y soledad, mucha soledad. Sitúa al protagonista en tres momentos cruciales de su vida, antes de iniciar la presentación de tres productos revolucionarios para la sociedad actual, en 1984, 1988 y 1998. Asistimos a los últimos momentos de cada presentación, antes de que Steve Jobs (Michael Fassbender) salga a escena a seducir a su público y conquistar el mundo. Entre bambalinas vemos sus dudas y su codicia, su engreimiento y arrogancia, su autoritarismo y su comportamiento dictatorial, su desfachatez y su capacidad para engañar, y sobre todo su capacidad para controlar a la gente y su miedo a perder ese control sobre sí mismo y sobre los demás. Le vemos maquillándose, dando órdenes, preparándose para oficiar su ritual al salir al escenario.



Sus fieles nunca le abandonan. Joanna Hoffman (Kate Winslet), su directora de marketing, se gana la aureola de la santidad junto a ese hombre; Steve Wozniak (Seth Rogen) le sigue como un perrillo mendigando su reconocimiento; y John Sculley (Jeff Daniels) director ejecutivo de Apple, constantemente está disculpándose con él por haberle despedido y hurgando en la herida de su infancia de niño abandonado por sus padres. Pero, sin duda, sus verdaderos fieles eran (y siguen siendo) los consumidores de sus productos; deseosos de asistir a los espectáculos de Steve Jobs, donde inevitablemente se producía el santo advenimiento de un nuevo espíritu santo que prometía la felicidad a través del consumo.



Por la película me he enterado de que Steve Jobs no era ni informático, ni ingeniero. Pero todo el mundo le consideraba un genio, un visionario. ¿Por qué? Supuestamente porque intuía las necesidades de la gente; en realidad, porque fabricaba artilugios, meros juguetes, basándose en el deseo de consumir de la sociedad occidental y porque sabía venderlos muy bien. Convencía a sus fieles predispuestos a creerle. Visto así parece simplemente un vendedor con mucho talento, hábil para manejar y seducir con la palabra y con la suficiente desvergüenza para dar gato por liebre o lo que es lo mismo, presionar a los técnicos para que finjan que algo que no funciona, funciona.



Un hombre excepcional, sin duda, y mejor que sea así porque debía resultar realmente agotador tratar todos los días con un diosecillo de tal guisa. También habría que darle las gracias por haberse dedicado al mundo del consumo informático en lugar de al mundo de la política, porque hubiera sido un gran dictador. Exhibicionista, controlador y muy muy peligroso.



La película me ha gustado mucho pero también he de decir que me he perdido entre tanta intriga y tanto consejo de administración. Para alguien que no está interesada en la vida de Steve Jobs, resultaba un poco confusa, pero imprescindible. 


Director: Danny Boyle 
Guion: Aaron Sorkin (biografía de Walter Isaacson)
Música: Daniel Pemberton 
Fotografía: Alwin H. Küchler
Intérpretes: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels. 

lunes, 25 de enero de 2016

Cine: La novia de Paula Ortiz (2015)

Debe ser muy complicado adaptar un texto de Lorca al cine. Especialmente por su lirismo e intensidad, pero también por su origen teatral. Muy valiente ha sido Paula Ortiz y se ha visto recompensada en los Premios Feroz y esperemos que también en los Premios Goya de este año. A mí me ha gustado mucho la película, pero reconozco que a veces abruma. Sin tener en cuenta a las pelis-porno, es la película con más jadeos, suspiros y lamentos del mundo mundial.  

Pero es que yo creo que hoy no se puede pretender una adaptación de Lorca que sea pura narrativa lineal; tiene que ser excesiva, telúrica, atávica. Un puñal de cristal prístino. Bodas de sangre no es la historia de una boda y de un adulterio, es la historia de las muchas vidas frustradas por los convencionalismos sociales y por la tontuna de los seres humanos.



Reconozco que las historias de amores imposibles me dan mucha pereza y que no creo en que esas pasiones desaten cataclismos. Que, al fin y al cabo, la vida diaria no da para tanta intensidad y que pasados los primeros meses de enamoramiento febril todo cae en la rutina, incluso los amores más apasionados. Pero Lorca es otra cosa. Es la furia, la tempestad, lo indómito y lo cruel; lo mítico, el pasado mítico que siempre vuelve. No puede haber contención en una obra de Lorca.

Inma Cuesta es la novia y su vestido más parece un sudario que un vestido de novia feliz; con un cuello cerrado que asfixia y una diadema igual que una corona de espinas. Abrasada y llena de llagas por dentro, pero preciosa por fuera, quiere casarse con su novio aunque sea sólo un poquito de agua

Luisa Gavasa es la madre del novio. No puede evitar sentir que todo será un desastre. Es una mujer que ya ha perdido a su marido y a su hijo mayor a navajazos y ahora el pequeño se irá también; casado o muerto la dejará sola y con la boca llena de tierra y de amargura. Otras mujeres viven también la tragedia: una mendiga (María Alfonsa Rosso), que antes fue otra novia o que quizá sea la misma desgraciada novia; una vecina (Ana Fernández), que trata de calmar el desasosiego de la madre del novio sin conseguirlo; una criada (Consuelo Trujillo) o la mujer de Leonardo (Leticia Dolera). Todas ellas mujeres fuertes que ante la desgracia sólo pueden cerrar los puños y apretar los dientes.



Sin embargo, los personajes masculinos no destacan. Realmente son secundarios en la historia, aunque sean los causantes de la tragedia. Quizá sea lo que menos me ha gustado de la película, la elección de estos actores. El novio (Asier Etxeandía) es el chico bueno, inocente y un poco simplón y Leonardo (Álex García) el malote con pelo largo y mirada profunda. Un poco estereotipados y predecibles. 




Sin ninguna duda para mí destaca (sin quitarle nada a Inma Cuesta) la interpretación de Luisa Gavasa como madre del novio. Es una interpretación profunda, cortante y brutal, que ha sido recompensada con el Premio Feroz a mejor actriz secundaria; yo considero que debería haber sido mejor actriz principal ex aequo con Inma Cuesta. Realmente no entiendo cómo se decide si un personaje es secundario o no. En este caso, no lo considero en absoluto un personaje secundario; es el eje vertebrador de toda la película. La madre del novio es la única que permanece en ese paisaje tan desolador, después de que todos hayan muerto.



Ese paisaje que debería tener rango de personaje, otro personaje más. Árido y abrasado, como la novia. Paisaje para almas desoladas. 



Las adaptaciones de clásicos deberían ser más habituales en el cine español. Esta película, una producción modesta e independiente, ha sido consecuencia de 4 años de trabajo. Una heroicidad en estos tiempos. 


Directora: Paula Ortiz 
Guión: Paula Ortiz y Javier García Arredondo (sobre Bodas de sangre de Federico García Lorca)
Música: Shigeru Umebayashi
Intérpretes: Inma Cuesta, Luisa Gavasa, Asier Etxeandía, Álex García, Carlos Álvarez-Novoa


jueves, 21 de enero de 2016

Cine: Sufragistas de Sarah Gavron (2015)

Fue una verdadera lucha. Poder acceder a unos mínimos derechos, fue una verdadera lucha. Con mujeres heridas, encarceladas, humilladas y muertas. Víctimas no reconocidas como tales pero que al final vencieron y es algo que deberíamos agradecerles siempre. 

Las conquistas de la Women’s Social and Political Union, WSPU durante los años 1903-1917, no se consiguieron a base de palabras, negociaciones y conciliaciones, ni por supuesto gracias a la generosidad de los hombres. Esas mujeres pioneras tuvieron que arriesgar su vida para ser escuchadas. Fue el primer movimiento social que, aunque de origen burgués, trascendió las barreras de clase social.

En esta película Maud (Carey Mulligan) es una joven obrera. Nació en la lavandería donde trabajaba su madre; entró a trabajar ella misma en la lavandería cuando era una niña; se casó con un trabajador de esa misma lavandería; ahora tiene un niño al que deja con una vecina para ir a la lavandería. Toda su vida se reparte entre la lavandería y dos míseras habitaciones que hacen de hogar para ella y su familia. No tiene estudios, pero quiere que su hijo tenga otra vida.




Cuando las sufragistas empezaron a hacerse notar con sus actos violentos, nadie quería ser como ellas. Ni siquiera Maud. Pero las condiciones laborales explotadoras, los abusos sexuales por parte de los jefes y de compañeros de trabajo, la miseria, los malos tratos, la enfermedad y la falta de esperanza para los hijos, hacen que la gente se radicalice. Antes y ahora y también mañana.



Directora y guionista, Sarah Gavron y Abi Morgan, se han implicado personalmente en este proyecto. Han partido de hechos históricos y de personajes reales pero han querido subrayar la lucha de las mujeres anónimas, más desprotegidas, que perdían todo por intentar conseguir derechos de ciudadanos y para que dejaran de considerarlas animales. En algún sitio he leído que mujeres como Maud sacrificaron su vida y su familia y renunciaron a su trabajo por seguir esta lucha. Nada puede haber más erróneo. A mujeres como Maud los hombres les quitaron todo por ser rebeldes y audaces. Sus “compañeros” de trabajo abusaban de ellas igual que sus jefes; sus maridos y padres se avergonzaban de ellas y les pegaban; la policía y los jueces las trataban como delincuentes de la peor calaña; los políticos y la prensa se reían.



Gavron y Morgan consiguen una película clásica y de emoción contenida pero muy eficaz y necesaria. Carey Mulligan, Helena Bonham-Carter y la aparición fugaz de Meryl Streep aportan sobriedad y contención en sus actuaciones. Los secundarios (de lujo) como Ben Wisham, que interpreta al marido de Maud, y Brendan Gleeson, policía encargado de perseguir a las sufragistas, aportan el punto de vista masculino, conservador y a veces bienintencionado, pero que se resiste a perder sus privilegios o quizá mejor sus costumbres. Son dos personajes atrapados en sus roles e incapaces de resistirse a la presión social, aunque supondría también una liberación para ellos.



No es una historia donde las protagonistas sean mujeres, es la Historia de las Mujeres con mayúsculas. Apenas 100 años después de esta lucha, que utilizó deliberadamente la violencia, podemos decir que ha habido grandes avances, por lo menos en Occidente. Pero también tenemos que tener en cuenta que puede que su consolidación no sea tan sólida como creemos y que no podemos ni debemos renunciar a nada de lo conseguido. Ni un paso atrás, aunque el paso sea minúsculo. Como Maud intuye enseguida, la lucha es larga y aunque sólo le queden fuerzas para salvar a una niña de las violaciones del dueño de la lavandería habrá valido la pena. Deeds, not words!

Como cualquier ejército que vaya a la lucha, las mujeres de la WSPU también tuvieron su himno. Compuesto por Ethel Smyth con letra de Cicely Hamilton. 



The March of the Women

Shout, shout, up with your song!
Cry with the wind, for the dawn is breaking.
March, march, swing you along,
Wide blows our banner, and hope is waking.

Song with its story, dreams with their glory
Lo! They call, and glad is their word!
Loud and louder it swells.

Thunder of freedom, the voice of the Lord!



Recomiendo también una serie de los años 1970, algunos capítulos están en youtube, de la BBC. Se titulaba Shoulder to shoulder y se basaba en los personajes reales que lideraron la lucha de la Women’s Social and Political Union


Directora: Sarah Gavron 
Guion: Abi Morgan 
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Eduard Grau 
Intérpretes: Carey Mulligan, Helena Bonham-Carter, Meryl Streep, Anne-Marie Duff, Romola Garai, Brendan Gleeson y Ben Wisham. 


lunes, 18 de enero de 2016

Exposición: La Ilusión del Lejano Oeste


Cada vez me gustan más las exposiciones que no sólo son de pintura. Y esta del Museo Thyssen tiene un saborcillo interesante a etnografía del siglo XIX. No es que presuma de “superioridad eurocéntrica” pero la exposición tiene esa apariencia. Algunas pinturas de paisajes, muchos grabados de indumentaria y costumbres, algunas fotografías de rituales y religión, mapas y objetos (pocos), constituye una mínima muestra de culturas o desaparecidas o definitivamente transformadas por impacto de la “conquista del hombre blanco”. Y es que en el fondo de todo, sigue estando esa errónea intención de englobar las diferentes culturas nativoamericanas en una única categoría, los indios. No soy especialista, pero imagino que los indios de las llanuras tienen poco que ver con los indios de la costa o con los indios de las montañas, por más que nosotros no sepamos distinguir sus diferencias.


Sinceramente no creo que esta exposición sirva para suscitar la curiosidad del espectador sobre el Oeste. O quizá sí. En su descargo, habría que decir que la exposición se titula La “ilusión” del Lejano Oeste. Así ya no engaña a nadie, puesto que el objeto a exponer es, precisamente eso, un territorio mítico, inventado. Casi construido a golpe (fotograma) de celuloide; recreación del imaginario de un país de emigrantes con pocas tradiciones propias realmente compartidas.  


Lo que principalmente prueba esa existencia de un territorio mítico, extenso, inabarcable, indómito y exótico, es el recurso, al final de la exposición, a la cartelería de cine. Del western clásico, ese que se veía en el cine de barrio de posguerra o ya en la televisión, en la mítica “sesión de tarde” de cuando sólo existían la primera cadena y el UHF (que después se llamó la 2). Allí es donde se podía palpar la ilusión para los niños y las vías de escape para adultos (todos ellos mayoritariamente varones). 




El lejano oeste, un nuevo jardín del edén y la tierra prometida para los colonos que se convirtió en un infierno para la población autóctona y que todavía no ha terminado de asimilar tener que vivir postergada en su propia tierra. Empieza la exposición con una muestra de cartografía procedente del Museo Naval y del Archivo General de Indias, espléndidos mapas de los exploradores españoles, siglos XVI a XVII y termina con libros-caja del comisario de la exposición, Miguel Ángel Blanco; esculturas hechas con madera, huesos de animales y piedras para rendir homenaje a los pueblos del Oeste, y que pertenecen a su serie Biblioteca del bosque. Y en medio de ellas, el oeste imaginado y literario, las fotografías de Edward S. Curtis, de principios del siglo XX empeñado en registrar un modo de vida en vías (imparables) de extinción y los paisajes de Watkins y Jackson, comprometidos en la protección de Yosemite y Yellowstone. Es lo mejor de la exposición, lo peor la cabeza disecada.


Museo Thyssen-Bornemisza
Del 3 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016
Paseo del Prado 8, Madrid 





jueves, 14 de enero de 2016

Música: Concierto de Año Nuevo (2016)

No empieza un nuevo año hasta que no se asiste al Concierto de Año Nuevo. Eso hice yo el pasado día 3 de enero, en el Auditorio de Zaragoza. Empezamos bien el año con la Orquesta Sinfónica Goya dirigida por Juan Luis Martínez. Con un programa muy equilibrado, entre valses, polkas y canciones y alguna que otra sorpresa. Espero algún día poder ir a Viena. 

El vals de la suite Masquerade fue compuesto en 1941 por Aram Khachaturian, músico soviético de origen armenio (1904-1978). Desarrolló toda su carrera en la URSS, lo que significa que fue condecorado con la Orden de Lenin en 1939, pero denunciado después por ser demasiado formalista. Más tarde rehabilitado e incluso nombrado Héroe del trabajo socialista en 1975. Los totalitarismos suelen tener estas contradicciones. Este vals fue de difícil composición para él porque buscaba una amalgama perfecta entre la pena y la alegría. Al final, se percibe que lo consiguió por la calidez de esta música a veces oscura, envolvente hasta el agobio; pero siempre hermosa.



Leo Délibes (1836-1891) fue un compositor romántico francés. Entre sus obras más conocidas están los ballets Sylvia y Coppelia y la opera Lakmé, a la que pertenece este dueto para sopranos, llamado Duo des fleurs ou Sous le dôme épais. En la opera basada en la novela Le mariage de Pierre Loti, Lakmé, hija de un sacerdote brahmán se enamora de un oficial inglés que al principio le corresponde y después ya no (¡qué capacidad de enfriamiento tienen los oficiales ingleses!). Amor imposible y trágico para ella, claro, en un ambiente exótico.



Se interpretaron tres piezas de Johann Strauss; de las más conocidas. Strauss (Viena 1825-1899) era hijo y hermano de compositores y llegó a ser el más famoso. A él se debe el esplendor del vals decimonónico que pasó de ser una danza campesina a signo de distinción en los salones de las mejores familias de Viena. El murciélago es una opereta cómica en tres actos; un vodevil de enredo, supuestas infidelidades, antiguos amantes que vuelven y matrimonios que se juran amor eterno.




La Polka Trisch Trasch es una música alegre para bailar y divertirse. Su título parece que hace referencia a la pasión de los vieneses por el cotilleo.



El Danubio azul es uno de los bises indiscutibles en cualquier concierto de año nuevo. En esta ocasión, para mi gusto, la orquesta iba excesivamente lenta. Este vals es una danza para disfrutar y no tanto para recrearse escuchándola.



La Marcha Radetzky fue compuesta por Johann Strauss, el padre del anterior, en 1849. Parece que la relación entre ambos oscilaba entre el amor y la rivalidad más absoluta. Aunque por poco tiempo puesto que Strauss padre murió en 1849, cuando su hijo apenas tenía 22 años. El conde Radetzky era un mariscal austriaco, victorioso en sucesivas batallas entre Austria y el norte de Italia durante 1848 y 1849. Hoy es más famosa por ser el colofón de los conciertos de Año Nuevo, donde el público debe demostrar sus aptitudes para saber llevar el compás con las palmas. 




Las sorpresas fueron la habanera de la Ópera Carmen y By Strauss de Gershwin. 


¡¡¡¡¡¡Feliz 2016!!!!!!

Orquesta Sinfónica Goya, director: Juan Luis Martínez 
Laia Falcón, soprano
Beatriz Gimeno, mezzosoprano
Coro Infantil Amici Musicae, directora: Isabel Solano 
La Mov, compañía de danza, director: Víctor Jiménez

lunes, 11 de enero de 2016

Exposición de pintura: Edvard Munch. Arquetipos (2015)

El autor.-
Nació en 1863 en Noruega. Su infancia y primera adolescencia están marcadas por la muerte de su madre y sobre todo de su hermana Sophie, un año mayor que él y hasta entonces su compañera de juegos. Se formó en París y en su madurez se le considera un pintor expresionista, dedicado a diseccionar la parte más sórdida y triste del alma humana. Esa parte a la que da vértigo asomarse. 


Mi opinión.-
Esta exposición se titula Arquetipos y está dividida en estados emocionales vinculados al sufrimiento, al drama y la muerte. Casi todos ellos protagonizados por mujeres o por las imágenes que un misógino tendría de las mujeres. No es un montaje cronológico sino que traza una senda a través de las emociones, casi todas ellas negativas, en cierta manera abocadas al dolor por la existencia. Muy propio de finales del XIX y primer tercio del siglo XX, cuando se empieza a estudiar esa parte oscura del alma que todos tenemos.



Madre e hija de 1897, es un cuadro que me ha llamado la atención especialmente. La hija espléndida y tirana en su juventud, pero rígida e inexpresiva, vestida de blanco, contrasta con su madre de negro y cuya cabeza, tan parecida ya a una calavera, presagia la muerte. Dos seres humanos próximos y unidos por lazos de familia, al mismo tiempo que mantienen aislamiento y frialdad emocional. Forman parte de la sección Melancolía.



Entre 1886 y 1927, realizó varias versiones de La niña enferma, expuestas en la sección Muerte, como recuerdo de su hermana Sophie. En la de 1907, destaca la expresión serena de la niña en contraste con el fondo, la cabecera de la cama y las paredes, un fondo agresivo y en descomposición.



Pero es en las secciones Mujer, Melodrama o Amor donde puede verse más claramente esa misoginia de la que hablaba antes. Mujeres vampíricas que extienden sus cabellos sobre los hombres de manera que tejen redes de maldiciones y desdicha. Besos de mujeres que son bestias de pelo rojo y que succionan el alma de pobres hombres incautos. Es aquí donde estas mujeres se hacen protagonistas terribles de la vida y de la muerte como la Madonna (1895-1902) con el cadáver de un bebé o un feto en una esquina del marco.




Pero los hombres también tienen su protagonismo, en la serie que el autor llamó La habitación verde, (1907). Verde como los celos y la bilis, verde de envidia. Más que habitaciones parecen escenarios de teatro, falta la pared donde el espectador se sitúa para escudriñar hombres borrachos, carcomidos por los celos y con los ojos fuera de las órbitas. 



Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8 Madrid
del 6 de octubre de 2015 al 17 enero de 2016

jueves, 7 de enero de 2016

Cine: El muro de Alan Parker (1982)

Una secuencia inicial angustiosa. Una cámara a ras de suelo, muestra un pasillo de hotel gris, impersonal, que es recorrido lentamente por el espectador. El muro, cine musical catártico y agónico, fue dirigida en 1982 por Alan Parker y basada en el disco editado por Pink Floyd en 1979. En la película se narra la vida de Pink Floyd, inspirada en el propio guionista y miembro del grupo Roger Waters, un artista de los años 1970 que oscila entre la apatía paralizante y la rabia incontenible y destructiva. Alterna los momentos de aparente calma con momentos de ansiedad y violencia contra sí mismo y contra los demás. Estos dos polos opuestos en su comportamiento parecen tener el mismo origen: la muerte de su padre en una batalla de la II Guerra Mundial. 

Desde la infancia, vive su absoluta soledad. Su aislamiento del mundo comienza en la falta de su padre. La muerte del padre es el primer ladrillo de su muro particular. Su paso por el colegio será lo que siga potenciando ese aislamiento psicológico. Tiene unos profesores autoritarios, ridículos, castrados en su vida privada y que purgan su fracaso maltratando niños indefensos. El protagonista pasa su infancia tratando de recomponer la imagen de su padre, pero como referentes tiene esos profesores. Vive con su madre, emocionalmente ausente, y que no parece prestarle mucha atención.

En la escuela al final se produce una rebelión que, visualmente, se combina con escenas de disturbios y enfrentamientos con la policía en los años 1960-1970 y también con escenas de la guerra cuyo protagonista es su padre. Supongo que así, el director quiere mostrarnos que vivimos diariamente inmersos en batallas, aunque no sea una guerra declarada. Una lucha contra la uniformidad, el adocenamiento y la alienación.



En este punto, aparecen las imágenes animadas diseñadas y dirigidas por Gerald Scarfe. Su trabajo se parece a los decorados surrealistas que Dalí diseñó para Recuerda de Hitchcock. De una paloma blanca que estalla surge un águila negra sanguinaria. Los aviones se convierten en cruces de cementerio y la cruz blanca de la bandera de Reino Unido sangra. Es una metáfora de los bombardeos sufridos por Londres durante la II Guerra Mundial y la música de fondo es Goodbye blue sky.



También conocemos al joven Pink Floyd y su matrimonio frustrado. En la película se desarrolla en paralelo con la relación que mantiene que con su madre. Su mujer intenta romper el aislamiento psicológico de Pink Floyd, pero, evidentemente, no lo consigue y comienza una relación con otro hombre. El muro cimentado con el trauma infantil, la educación severa y la ausencia parental, convenientemente reforzado por el abuso de las drogas y el alcohol, no es fácilmente superable. Pink Floyd se ha convertido en un hombre emocionalmente paralizado, encerrado tras su muro e incapaz de superar sus angustias. Incluso el sexo se convierte, en otra impactante secuencia de animación, en agresivas flores que se destruyen a dentelladas. La letra de la canción que acompaña a su frustración sentimental es: No me dejes ahora. ¿Cómo puedes irte sabiendo cuánto te necesito para molerte a palos un sábado por la noche?



No es extraño que el siguiente paso de su alienación sea la sustitución de su personalidad herida por la de un personaje autoritario. Pink Floyd vestido de cuero negro y con estética nazi, aunque las banderas con esvásticas se hayan sustituido por banderas con martillos, entra en un teatro y besa a los niños. Pero el verdadero espectáculo, aplaudido por una muchedumbre entregada al líder, será perseguir a homosexuales, judíos, negros y cualquier otra persona que no corresponda al arquetipo de hombre blanco triunfador. Violan a mujeres, apalean a hombres, destrozan las calles y la vida. Pero la multitud les alaba, les sigue fervientemente. En esa apoteosis nazi no es difícil ver lo simple que es caer en lideratos mesiánicos de cualquier tipo (nazi, islamista, etarra). La frustración de la mayoría intenta compensarse acabando con los débiles, como chivos expiatorios.



Pink Floyd termina en una celda, loco o culpable, no lo sé. Pero al final el muro es derribado y los niños recogen sus pedazos. Los cargan en sus camiones de juguete. Hasta que uno de ellos coge lo que parece ser un cóctel molotov. El final es tan angustioso como el principio. Quizá después de derribar el muro, lo que encontremos detrás de él sea mucho peor.

Roger Waters consideraba que los macroconciertos de rock se estaban convirtiendo en un espectáculo casi autoritario, para una masa informe sin criterios claros y con unos oficiantes, sometidos o bien a las reglas del mercado o bien al abuso de las drogas. De esta manera, ninguno de los asistentes tenía control sobre sí mismo. Es lo que quiso recrear en esta película. 





Director: Alan Parker 
Guion: Roger Waters
Música: Pink Floyd
Fotografía: Peter Biziou 
Intérpretes: Bob Geldof, Kevin McKeon y Christina Hargreaves 

lunes, 4 de enero de 2016

Ensayo: ¿Tienen futuro las Revoluciones árabes? de Samir Amin (2015)

El autor.-
Nació en Egipto en 1931 aunque actualmente vive en Dakar (Senegal). Es un pensador y economista neomarxista aunque él rechaza esa clasificación. Como seguidor de la Teoría de la Dependencia, piensa que todos los males, subdesarrollo y precariedad existente en los países del sur se deben a su dependencia de las exmetrópolis coloniales. Es también crítico de la globalización neoliberal. Otras obras suyas son: El socialismo en el siglo XXI, La crisis. Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis y Más allá del capitalismo senil. 

Mi opinión.-
Desde luego la respuesta a la pregunta propuesta por Samir Amin es que sí. Las revoluciones árabes tienen futuro. Pero tirando de sarcasmo diríamos que tienen un futuro muy negro.

El autor parte de una base clara. El capitalismo neoliberal, es decir, la alianza entre Estados Unidos-Europa-Japón, sigue manteniendo geoestrategias poscoloniales que impiden el desarrollo de los pueblos del sur. Sigue teniendo el poder de los medios de comunicación para difundir su ideología hasta llegar a la toxicidad e impone/destituye gobiernos con la misma facilidad que hace unos años. Puede hacerlo porque para un público poco formado en ciencia política, como es el público occidental mayoritario, la celebración de elecciones más o menos limpias con una cierta posibilidad de pluripartidismo, es suficiente para definir a un gobierno como democrático. 

Pero, en nuestro objetivo por dotar de un mayor contenido a la democracia, es importante que consideremos que, tanto en Oriente como en Occidente, asistimos al mismo proceso:


  1. Precariedad laboral como consecuencia de las políticas neoliberales.
  2. Despolitización de la sociedad civil como consecuencia de un cierto grado de despotismo o de adoctrinamiento.
  3. Involución de los sistemas educativos y resurgimiento de una tradición religiosa retrógrada y excluyente.
Todos los ciudadanos nos sentimos atrapados dentro de estos procesos “democráticos de baja calidad” que, en realidad, dejan poco espacio para la sociedad civil. Pero además en los países orientales todavía colean las consecuencias del colonialismo más reciente. Ahora bien, entiendo que la mayoría de países de Oriente Próximo son creaciones occidentales que apenas tienen un siglo, pero aunque no soy historiadora, me gustaría tener tiempo para constatar si ese diseño colonial occidental se superpuso al de otra potencia colonial (el Imperio Otomano) que a su vez se había superpuesto al diseño de otra potencia colonial (el Imperio Romano). De esta manera, parece que se asiste a una repetición constante, una tendencia de los pueblos a dejarse colonizar sin mostrar una verdadera rebeldía. No me gustaría caer en el fatalismo ecológico, o en la anomia de la que hablaba Durkheim . Sin embargo, parece desde este punto de vista que Samir Amín no está dispuesto a hacer una autocrítica respecto a la propia responsabilidad de los países árabes en su destino. Y parece que estén condicionados a padecer un mal eterno, consecuencia directa del poscolonialismo y de una dilatada experiencia en políticas clientelares y en economía de supervivencia. Lumpendesarrollo.

Samir Amín habla de revivir el espíritu de Bandung. En 1955, se reunieron en Bandung (Indonesia) una mayoría de estados asiáticos y africanos que acababan de independizarse y basándose en colaboración socio-económica articularon el Movimiento de Países No Alineados para distanciarse tanto del bloque soviético como de Estados Unidos-Europa; sin embargo todos estos buenos propósitos de desarrollo se diluyeron en pseudodemocracias y en repúblicas hereditarias que encubrían a dictaduras más o menos sanguinarias y las más de las veces completamente deudoras de la intervención de las grandes potencias. Ahora esta reconstrucción de Bandung debería abandonar el liberalismo económico, aunque para ello debiera entrar en claro conflicto respecto a la globalización. Para ello, Amín anima a negociar con China y con los BRICs y reconstruir un frente del Sur.

Pocos detalles da de cómo debería ser este frente del Sur y escasas referencias también a la reivindicación y participación de las mujeres en el mismo. Sólo al final de este breve libro, en la página 72, y refiriéndose a Túnez, menciona la valentía e independencia de las mujeres tunecinas, educadas bajo el régimen de Burguiba, para decir que estas organizaciones de mujeres (que deberían de ser ejemplo) no son visibles en el resto de países árabes.

En fin, no es un libro muy optimista respecto al resultado de las revoluciones árabes; pero es un hecho incontestable que algo ha empezado a moverse, en Oriente y en Occidente también. En España otras formaciones, que quieren alejarse del modo tradicional de hacer política, han entrado ya en los ayuntamientos, en los parlamentos autonómicos y en el parlamento central. Veremos el balance de su actuación dentro de un tiempo. 


¿Tienen futuro las Revoluciones árabes? 
Samir Amin 

Traducción: Julia Calzadilla 

Ed. El viejo topo