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lunes, 12 de agosto de 2019

Cine: El emperador de París (2019) de Jean-François Richet


Vidocq existió en la realidad e inspiró a Victor Hugo el personaje de Jean Valjean, el delincuente que trata de redimirse de su pasado. En el caso de Vidocq, sí que lo consiguió y llegó a ser jefe de la Seguridad Nacional, es decir, de la policía francesa, durante una época de cambios y convulsiones sociales, hasta que en 1833 fundó la primera agencia de detectives privados del mundo.

Había nacido en Arras (Calais) en 1775 y se escapó de adolescente de su casa, comenzando su vida de vagabundeo, primero alistándose en el ejército, después participando en pequeños delitos hasta que en Bélgica se unió a una banda criminal.


Esta película lo sitúa ya fuera de esas peripecias. Es un adulto cansado de arriesgar su vida por nada y que se dedica al comercio legal de tejidos. Sin embargo, la transición a hombre decente encontrará todo tipo de obstáculos e inercias que intentarán llevarle hacia su antigua vida. Se cruzan en su vida dos mujeres nuevas y varios de sus antiguos compañeros de faena y, a pesar de ello y del despliegue de medios y millones de euros, la trama no resulta muy atractiva.


Respecto a las dos mujeres, son personajes muy estereotipados. Prostitutas callejeras que intentan medrar en la vida a través de sus encantos. Una de ellas, Annette, con una cierta posición ética terminará siendo la efímera compañera de Vidocq y la otra, sin escrúpulos terminará siendo baronesa y manejando las redes de tráfico de influencias del nuevo estado para sus propios intereses. Podrían haber sido personajes de mujeres muy fuertes, sin embargo, ambas se pasean por la película poniendo morritos, parpadeando, contoneándose y susurrando. Freya Mayor y Olga Kurylenko hacen lo que pueden con esos personajes tan desvaídos. Sinceramente, creo que el guionista debería haberse esmerado más.


Pienso que ese tipo de mujer, salida de una clase social muy baja y que, con todo el derecho, ha utilizado sus encantos para medrar, una vez que ha conseguido ascender socialmente, tendría mucho más cuidado y mostraría sus evidentes encantos y su capacidad de influir de una manera mucho más sibilina; perfeccionando sus ademanes y modales y guardando una discreción que, especialmente en el personaje de la baronesa, no se ve por ningún sitio.


Además, la película deriva frecuentemente en un puro espectáculo de mamporros a diestro y siniestro, eso sí con mucho realismo, pero creo que desaprovecha oportunidades para incidir en los cambios sociales y políticos, las intrigas palaciegas y las brechas de seguridad que se producen cuando un estado es débil o está en proceso de profunda reestructuración.


Lo mejor de la película Fabrice Lucchini como Fouché y Vicent Cassel como Vidocq. Lucchini interpreta al político al que Stefan Zweig llamó el genio tenebroso; el perfecto político dotado de habilidades camaleónicas, inmoral y pragmático. Y también el Lacrimosa del Réquiem de Mozart. Buen envoltorio para una ocasión perdida.



Dirección: Jean-François Richet
Guion: Eric Besnard y Jean-François Richet
Música: Marco Beltrami, Marcus Trumpp
Fotografía: Manuel Dacosse
Intérpretes: Vincent Cassel, Olga Kurylenko, Freya Mavor, Patrick Chesnais, Fabrice Luchini.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Cine: Nos vemos allá arriba de Albert Dupontel (2017)


Todas las guerras son brutales, pero la Primera Guerra Mundial destacó por su poder mortífero. En muy pocos años se habían producido grandes avances tecnológicos en el arte de hacer la guerra, sin embargo la IGM siguió siendo una guerra de campo, de trincheras, cuerpo a cuerpo. Es por esto que quedaron muchos mutilados de guerra. Además, especialmente debido a las explosiones y al empleo, por primera vez, de gases tóxicos, las mutilaciones se produjeron en la cabeza y la cara.


En este momento empezó a desarrollarse la cirugía reconstrutiva y estética. Los heridos pasaban por un sinfín de operaciones y se veían obligados a llevar aparatos especiales y máscaras que disimulasen sus atroces heridas. En Francia se les llamó los gueules cassées, los caras rotas, y llegaron a constituirse en asociación, consiguiendo que se obligase a las empresas a contratarles.


Pierre Lemaitre escribió la novela en la que se basa esta película en 2013 y con ella ganó el Premio Goncourt. Es muy conocido por su serie policíaca pero Nos vemos allá arriba supuso una inflexión en su carrera. A partir de la tragedia de la guerra, Lemaitre examina la sociedad de posguerra para dejar claro que tanto una como otra son negocio para unos pocos y experiencias terribles para la mayoría.


La adaptación al cine tiene el ritmo y el color de un cuento para adultos. Una mascarada que, en algunos primeros planos, recuerda a Amélie. Pero es también un ejercicio de crítica social. Critica las relaciones entre padres e hijos basadas únicamente en el autoritarismo y critica también la codicia y la ambición de personajes sin escrúpulos. Aunque, al final, haya un final esperanzador.


Albert Maillart y Édouard Péricourt interpretados por Albert Dupontel y Nahuel Pérez Biscayart, son dos soldados forzosos que en los últimos días de la Gran Guerra participan en una acción totalmente inútil, ordenada por el capitán Pradelle, codicioso, sádico y trepa. Allí se salvan mutuamente la vida, aunque Édouard queda convertido en un gueule cassée.


Los tres tienen que adaptarse a la vida de posguerra. Édouard pertenece a la gran burguesía parisina. Ha sido educado con una gran severidad por su padre que, sin embargo, no ha conseguido extirpar el talento artístico de su hijo. Es un espíritu bohemio y soñador que no puede admitir su mutilación y prefiere que su familia le considere muerto.


Albert es un hombre mayor que ha sido reclutado para la guerra porque se quedó sin trabajo. Se convierte en el compañero inseparable de Édouard porque le debe la vida y porque no tiene adonde ir. Pradelle, el villano sanguinario seguirá con sus estrategias, timos y engaños para procurarse una vida mejor e incluso seducirá a la hermana de Édouard para emparentar con los burgueses ricos y dar su salto a la política.


Así los tres personajes se reencuentran en la vida de posguerra para solucionar sus cuentas pendientes. Édouard utilizará su talento para idear una estafa y conseguir dinero para Albert y juntos planearán la venganza contra Pradelle y el padre de Édouard que vive consumido por el dolor de la pérdida de su hijo. La picaresca y la mascarada no son obstáculo para que la narración se llene de ternura, vitalidad y humor.



Las máscaras que Édouard confecciona para ocultar su deformidad son reflejo de su estado de ánimo y también de su gran creatividad y pasión por la vida. Son graciosas, sencillas, enigmáticas, sofisticadas o brutales, pero todas son parte de él y, junto con su mirada, expresan lo que ya no puede decir con su voz. Una sátira sobre la guerra y la posguerra y las relaciones autoritarias entre padres e hijos no exenta de esperanza y ternura.


Dirección: Albert Dupontel 
Guion: Albert Dupontel y Pierre Lemaitre (novela de Pierre Lemaitre)
Fotografía: Vincente Mathias
Intérpretes: Albert Dupontel, Nahuel Pérez Biscayart, Niels Arestrup, Laurent Lafitte.