jueves, 31 de octubre de 2013

Teatro: En el estanque dorado de Ernest Thompson

El autor.- 
Ernest Thompson es escritor, actor y director en Estados Unidos. De su vocación como escritor, dice que no se puede curar; las malas críticas no impulsan a abandonar, por el contrario son un acicate para seguir intentándolo. De su trabajo como actor, dice que los actores no deben crecer nunca y que en realidad, encuentran su propia voz utilizando las palabras de otros. Con la adaptación al cine de En el estanque dorado ganó un Oscar y dos Globos de oro.

Sinopsis.-
Ethel y Norman Thayer pasan sus vacaciones, como todos los años, en su casa a la orilla del estanque dorado. El bosque, los patos, la barca y salir a pescar son sus objetivos durante ese tiempo. Su hija Chelsea, acude a visitarlos con una sorpresa. 

Mi opinión.-
Es un placer formar parte de una obra de teatro, aunque sea como público. Estás cómodamente sentado en tu butaca, asistiendo a la vida (ficticia, pero vida al fin y al cabo) que otros llevan. 

Es un placer encontrarse con Lola Herrera y Héctor Alterio. 

En su momento vi también la versión cinematográfica de los años 80, con Henry Fonda y Katharine Hepburn y recuerdo que se potenciaba mucho más la conflictiva relación que mantienen con su hija. Supongo que los productores aprovecharían las tensas relaciones que, por entonces, mantenían Henry Fonda y su hija Jane (que también interpretaba a su hija en la película). En esta versión teatral, la primera que se realiza en España, el conflicto pasa más desapercibido, porque la obra de teatro mantiene un tono más melancólico, pero con mucho sentido del humor. 

El protagonista absoluto es Norman Thayer (Héctor Alterio). Al principio de la representación se puede pensar que Norman vive con desesperación su vejez y que su malestar le impulsa a constantes llamadas de atención (puntualmente respondidas por su esposa). Su “fingido” desvalimiento, su inapetencia; pasarse el rato hundido en un sillón murmurando, sin que apenas entendamos lo que dice, nos hacen sentir por él compasión. Todo lo podíamos achacar a la rebeldía y al miedo que le produce su vejez. Pero a medida que se desarrolla la obra se puede percibir que, en realidad, Norman siempre ha sido así. Un quejica, con mucho tiempo libre para mirarse el ombligo. 

Y llego a esta conclusión, de que Norman Thayer es el típico marido cenizo, por dos cosas. La primera de ellas, es que en cuanto aparece el hijastro adolescente de su hija, todo cambia y las ganas de vivir, de reír y de pescar vuelven a aparecer. Se alimenta de la energía y la juventud de otro. Así lo ha hecho durante toda su vida con Ethel, su mujer, interpretada por Lola Herrera. Destinada durante toda su vida (como muchas esposas) a contemplar las impertinencias del marido. Ethel es muy vitalista o simula serlo. Quiere morir sintiéndose viva, exagerando una felicidad que intenta transmitir a Norman, sin éxito. Sin embargo, cuando se queda sola en escena, apenas unos minutos, escuchamos su cansancio. Es un cansancio que no se atreve a confesar a su marido y mucho menos a su hija. Ella misma se obliga a representar una alegría que también la cansa.

La segunda razón por la que creo que Norman es un marido cenizo es porque su hija, Chelsea, también lo es. Otra quejica, que sigue enfurruñada con sus padres y con el mundo, como cuando era adolescente; que apenas se relaciona con su padre y que echa en cara a su madre que no le prestase la debida atención. Un poco cansina, igualita igualita que su padre. No sé cómo Ethel ha podido vivir tantos años sin ser consumida por esos dos vampiros.

Me parece un acierto, que en esta versión de Emilio Hernández, dirigida por Magüi Mira, se haya potenciado más el humor que la melancolía; porque sí que es una reflexión sobre las relaciones humanas y los reproches y las expectativas y las frustraciones, pero darle un registro más distendido no le resta nada de profundidad. 

Lo peor del teatro es el público que espera el silencio de los actores para ponerse a toser, en franca competición unos con otros y que es incapaz de desconectar el sonsonete de sus teléfonos móviles, independientemente de la cantidad de veces que se les repita que lo hagan. ¡Que les corten la cabeza, así no toserán más!







jueves, 24 de octubre de 2013

Cine: El rey de Canfranc de Blanco y Priede

El rey de Canfranc es un documental coproducido por varias entidades de Francia y España, cuenta la vida de Albert Le Lay, Jefe de aduanas de la Estación Internacional de Canfranc y miembro de la Resistencia francesa, durante la II Guerra Mundial. Un documental muy bien ambientado y que sabe mantener el suspense apoyándose en la música y en una fotografía de gran calidad. 

Canfranc es un municipio de Huesca, hundido en la parte más estrecha del Valle del rio Aragón, en la comarca de la Jacetania. Sin apenas recursos agrícolas, tradicionalmente sus habitantes se han dedicado al comercio y al transporte de mercancías y personas entre Aragón y el Bearn. Por esto y por ser un paso entre montañas relativamente fácil se decidió construir allí la Estación Internacional inaugurada en 1928. 

Pero la historia que cuenta el documental es posterior. Durante la II Guerra Mundial, Canfranc tuvo su importancia estratégica. Quedan todavía testigos del paso de cargamentos de lingotes de oro para pagar a los gobiernos de Portugal y España su ayuda, en alimentos y en wolframio, a la Alemania Nazi. Y al mismo tiempo que los nazis, también la resistencia francesa utilizaba la estación para pasar documentos hacia la embajada inglesa en Madrid y poder contactar con el gobierno francés en el exilio. 

De esto se encargaba el jefe de aduanas, Albert le Lay y también de facilitar el paso a los refugiados, principalmente judíos, que huían de la ocupación. El señor Le Lay había seleccionado para la misión a Lola y Pilar Pardo, dos jóvenes (casi adolescentes) de Canfranc. Eran las encargadas de llevar los documentos a Zaragoza. Lola es una anciana jovial que se ríe ahora de su misión secreta, pero durante todos los años de su vida (más de 80) no se ha atrevido a contársela a nadie. Ni siquiera a su marido, que fue guardia civil. Lola y Pilar, se preparaban para los viajes que hacían cada 15 días. Utilizaban como excusa que tenían que bajar al médico a Zaragoza, escondían los papeles “entre las fajas” debajo de la ropa y montaban en el tren, en el “canfranero”. Allá iban conscientes de la importancia de sus viajes e inconscientes del peligro que soportaban. Lola era más lanzada. A veces abría las cartas, pero estaban en inglés y no las entendía. En Zaragoza las entregaban a un cura y volvían a Canfranc hasta el próximo viaje.

De 1940 hasta 1943, Albert le Lay y su red de espías estuvieron utilizando la estación de Canfranc. Entonces fue descubierto por la Gestapo, pero hábilmente consiguió escapar hasta Argel. Durante todos esos años siempre hubo sospechas pero no le pudieron coger. Fue un hombre discreto. Al terminar la guerra, quisieron recompensarle los servicios prestados y el rechazó los cargos de importancia; sí que pidió volver a Canfranc a seguir con su trabajo en aduanas, hasta su jubilación. 

Aparecen en el documental testimonios de compañeros de trabajo (los menos, porque con la edad ya van desapareciendo), de vecinos que entonces eran niños y que jugaban cerca de la estación y veían por las ventanas los cargamentos de lingotes de oro, de su nieto Victor Fairén Le Lay. Debió ser un momento histórico fascinante, desde lejos, visto con el romanticismo de la lucha del bien contra el mal. 


La Estación Internacional sigue cerrada. Conserva un halo de misterio, lujo de otro tiempo y decadencia. El canfranero sigue funcionando, pero ya no llega hasta Francia. Trayecto Zaragoza-Canfranc, dos veces al día, ida y vuelta, casi 4 horas; tiempo infinito para disfrutar de paisaje de alta montaña. 

¡Por la reapertura completa de Canfranc!



Directores: José Antonio Blanco y Manuel Priede González 
Fotografía: Alberto Soria
Música: Víctor Polo 

jueves, 17 de octubre de 2013

Sociología: La España revolucionaria de Karl Marx

En 1854, durante el reinado de Isabel II, se había producido en España la “Vicalvarada”, un pronunciamiento militar que cerró el período moderado de 1844-1854 e inauguró el bienio progresista de 1854-1856. Dada la inestabilidad de la política española (de casi todo el siglo XIX), con constantes revoluciones y contrarrevoluciones, el New York Daily Tribune, encargó a Karl Marx (su corresponsal en Londres) una serie de artículos sobre España. 

Nueve de estos artículos, redactados entre el mes de julio de 1854 y junio de 1857, se publican con el nombre de La España Revolucionaria. Karl Marx es conocido por su aportación a la teoría política, pero y aunque de forma dispersa, también fue un perspicaz sociólogo. 

En este libro, Marx se dedica a analizar la historia de España desde 1807. Observa con curiosidad como se producen reiteradamente ciclos revolucionarios recurrentes, aunque no los considera revoluciones serias. Algo que no puede entender es porqué en un país tan conservador, con unas elites tan reaccionarias, unos pocos intentan siempre revoluciones tan modernas.

Cómo, de esa España negra y apolillada, monástica y retrógrada, podía salir un impulso de modernización. Yo tampoco puedo entenderlo. Parece que es una tendencia secular que se repite; ese impulso de modernización es inmediatamente cercenado. Parecemos sometidos a una inercia que podemos vencer momentáneamente para avanzar un poco, pero que tarde o temprano nos vuelve a llevar hacia atrás (y como ejemplo de ahora mismo me vale Gallardón o Wert). 

Marx se remonta hasta el reinado de Carlos I, cuando la antigua organización del poder en España se apoyaba en la nobleza y las ciudades, y en cómo, fomentando la rivalidad entre ellas, el rey consiguió debilitar ambas, hasta consolidar una monarquía absoluta que Marx considera más parecida a los despotismos asiáticos. 

Así afirma que, durante la Guerra de la Independencia, las instituciones, dominadas por nobleza y monarquía, estaban muertas y no tuvieron reparos en colocarse de parte de Napoleón a cambio de seguir manteniendo sus privilegios; por el contrario el pueblo, mísero pero rebosante de vida, estuvo dispuesto a resistir. 

En su análisis de las antiguas instituciones españolas, se detiene en el Consejo Real de Castilla, que había ido acumulando poder aprovechando la debilidad de los monarcas. En el siglo XVIII, cuando, en otros países, se consolidaba la tendencia a la división de poderes, en España el Consejo era tribunal supremo, legislador y superintendente administrativo de todos los reinos; enemigo de cualquier renovación y de cualquier distribución del poder y al que acusa, incluso, de haberse vendido a Napoleón. 

Pero Marx, se queda con esa aureola romántica del pueblo español, defendiendo a su patria contra el invasor extranjero, aunque de una forma caótica. El caso es que el pueblo español (y con la actual crisis lo estamos viendo) es miedoso. Siempre espera un milagro, una solución fácil, un pelotazo, que lo saque de su ensimismamiento, de su desgracia o de su pecado. Pone esperanzas exageradas en la bondad y la excelencia de sus dirigentes y cuando éstos le decepcionan, su desengaño pronto se transforma en odio furibundo… y vuelve a cobijarse en las faldas del amo. Para mí, esto se ha visto claramente en las últimas elecciones que el PP ganó por esa mayoría tan abrumadora. Nadie en su sano juicio consideraría responsable único de la crisis al gobierno anterior del PSOE; y nadie en su sano juicio consideraría que este gobierno absolutamente aplastante del PP nos sacaría de ella. Nadie, excepto el pueblo español, haciendo gala de esa mezcla de patanería e inocencia. 

Marx también hace referencia a la clausura en 1824 de la Universidad de Sevilla, por haber secundado una revolución, y a la apertura en su lugar de una escuela nacional de toreo. Si eso no se parece a lo que está pasando hoy y a la política educativa del nunca-bien-ponderado Ministro Wert…

Me ha resultado muy interesante que alguien, con la preparación intelectual de Marx, hiciera de forma objetiva, lo suficientemente alejada, un análisis de la historia política española de la primera mitad del siglo XIX. A tenerlo en cuenta para aprender. 

Mucha ironía también. Marx habla de esa tendencia tan española de “no hacer nada y además impedir que los demás hagan algo” o de aquella división en dos Españas: la de los constituyentes de la Isla de León en Cádiz, preparando la Constitución de 1812 y que para Marx son “las ideas sin acción” y el resto de España, combatiendo como podían a Napoleón y donde se instaló la “acción sin ideas”.

Karl Marx
La España revolucionaria
Edición de Jorge del Palacio
Alianza Editorial

viernes, 11 de octubre de 2013

Cine: Prisioneros de Denis Villeneuve

Esta vez llego a tiempo con mi opinión. Fui al preestreno de la película aprovechando que el Festival de cine de San Sebastián, le concedió el Premio Donosti 2013 a Hugh Jackman. 

Denis Villeneuve dirigió también Incendies, una adaptación de la obra de teatro de Wahdi Mouawad, que acaba de reestrenarse en el Matadero de Madrid. Otra exploración de la capacidad de violencia y tortura de la gente normal puesta en una situación excepcional, que fue nominada al Oscar en 2010. Acaba de rodar, también con Jake Gyllenhaal, Enemy

En un paisaje gris, frío, desapacible y húmedo, dos familias van a celebrar el día de acción de gracias. Este ambiente de tranquilidad y seguridad aparentes es el escenario de la desaparición de las dos hijas pequeñas. 

Es una película llena de símbolos religiosos y otros que pueden no parecerlo tanto: el laberinto, los sótanos. Comienza con una oración y con un padre dando una lección de vida a su hijo adolescente. En pocos minutos, el director hace una descripción detallada del protagonista: Keller Dover (Hugh Jackman), padre de familia, religioso y temeroso de Dios y sobre todo de los hombres, obsesionado con la seguridad y la protección de los suyos. 

El secuestro de su hija pequeña le hace comportarse como el más refinado de los psicópatas. Planifica toda una estrategia de tortura contra el joven discapacitado al que culpa, sin pruebas, del secuestro de su hija. El instinto le hace creer fervientemente que ese joven es el secuestrador y el instinto es lo que utiliza para desplegar toda la violencia posible contra él. Sin resultado.

Los sótanos y los laberintos. En un sótano un sacerdote borracho cree haber enterrado sus pecados, su falta de fe, un asesinato; y Keller Dover, cree, que todo lo que guarda en el sótano, servirá para proteger a su familia. Ninguna de las dos cosas es cierta. Al final, los secretos más ocultos se revelan y tampoco existe ninguna precaución que podamos tomar contra la arbitrariedad del mal. Además, cada personaje está prisionero en su laberinto de miedos y culpas. Son las pruebas que se deben pasar para conseguir la libertad aunque no todos son lo suficientemente listos, valientes, fuertes o inteligentes para poder salir. 

Como oponente del padre desesperado, está el inspector Loki (Jake Gyllenhaal, magnífico), el policía encargado de la investigación. Sus tatuajes y la rabia que sólo se permite expresar con el sacerdote borracho, son pistas de una infancia de abusos (en un orfanato o en un reformatorio) y de una adolescencia caminando por el lado salvaje de la vida. Un hombre metódico, templado y sereno, que terminó haciéndose policía para no llegar a ser un delincuente. Pero en medio de toda esa contención tan estudiada, un tic nervioso nos advierte de que su ira podría estallar en cualquier momento. 

El guion es muy potente, pero al mismo tiempo da la sensación de que ha sido “amañado” para que el espectador empatice con el personaje de Hugh Jackman y le disculpe todo su sadismo, amparándose en la desesperación por el secuestro de su hija. Es muy efectivo en la descripción de los personajes y de sus ambigüedades y marca magistralmente la suave línea que separa el bien del mal: el ángel amado y adorador de Dios y el ángel decepcionado por él y que le declara la guerra. 

La película empieza con una oración y termina con una llamada de socorro desde un sótano, como si las dos cosas fueran lo mismo. Al final estás sin aliento; la constante lluvia que acompaña a los personajes durante las más de dos horas de proyección, llega a empapar hasta la butaca del cine.




Director: Denis Villeneuve
Guión: Aaron Guzikowski
Música: Johann Johannsson
Fotografía: Roger Deakins
Intérpretes: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Paul Dano.

viernes, 4 de octubre de 2013

Novela: La neblina del ayer de Leonardo Padura

El autor.-
Leonardo Padura es un novelista cubano, conocido principalmente por la serie de novelas negras sobre Mario Conde, un antiguo policía reconvertido librero. Otras novelas suyas son: El hombre que amaba a los perros, La novela de mi vida y la última que ha publicado hasta ahora, Herejes. Ha escrito también reportajes en prensa y guiones de cine. Tiene la esperanza de que algún día se adapten las novelas de Mario Conde para el cine. Yo también. 

Desde 2011, tiene también la nacionalidad española pero sigue viviendo en Cuba. Ha recibido muchos premios y distinciones, entre ellas la Orden de las Artes y las Letras, otorgada por el Ministerio de Cultura francés. Por La neblina del ayer consiguió en 2006 el Premio Hammett por segunda vez. Éste no es el primer libro de la serie de Mario Conde, ni tampoco el último. Todos lo agradecemos.

Sinopsis.-
Mario Conde es un antiguo policía de La Habana que se dedica a la compra venta de libros viejos. Por casualidad encuentra una antigua y valiosa biblioteca perteneciente a una familia burguesa que tuvo que abandonar la isla con el triunfo de la revolución de 1959. Entre los libros encontrará algo más; un presentimiento, un bolero y a Violeta del Río. 

Mi opinión.- 
Mario Conde añora La Habana de antes de la revolución de una manera que yo no puedo entender, ¿cómo se puede añorar algo que no se ha vivido? Vive en un presente que ya le sobrepasa, que empieza a no sentir como suyo. Próximo a la cifra mágica de los 50 años distingue lo que nunca cambiará, las desilusiones, el tiempo que se escapa. Con melancolía y serenidad, es capaz de ver el mundo de otra manera.

A su generación le ha tocado luchar mucho por un mundo nuevo. Han sido muy conscientes, más que otras generaciones anteriores, de las renuncias que han tenido que asumir; y ahora, ese mundo prometido se le presenta con su verdadera cara, con las mismas corruptelas y miserias que había con el dictador Batista y con más hambre. Porque más que la pérdida de libertades, el abuso y la corrupción, la mayor crítica de Mario Conde al régimen político es el hambre. 

Conde es un hombre de presentimientos que le llegan en forma de punzadas muy cerca del corazón. Cuando era policía, se podía decir que tenía instinto u olfato de sabueso; ahora él habla de sus presentimientos. Pasa por casualidad por una calle, le llama la atención una casa señorial, decrépita; en la casa hay una biblioteca, en la biblioteca un libro, en el libro un recorte de prensa. Parece un enigma envuelto en otro enigma envuelto en otro enigma y él es el único interesado en desvelar el misterio de aquella biblioteca. 

Yoyi, su socio en el negocio de la compraventa de libros, es su complementario: tiene talento comercial, es práctico, apegado al suelo y vive su desencanto de la revolución sin ninguna melancolía. Es como el Sancho Panza que necesita cualquier Quijote. 

Mezcladas con la narración principal hay también unas cartas de mujer, escritas a su amante, que dan forma a la historia que ocurrió durante los años 50. Todo es nostalgia y reflexión, de manera que incluso la voz de Violeta del Río, cantante de boleros, rescatada de un viejo disco, toma cuerpo durante la investigación, como otro personaje más. Vete de mí, es el bolero que se mete bajo la piel de Mario Conde,  

Yo, que ya he luchado contra toda la maldad
tengo las manos tan desechas de apretar
que no te puedo sujetar
Vete de mí 

Seré en tu vida lo mejor, de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar
como es mejor el verso aquel que no podemos recordar.

Hay una versión maravillosa de esta canción, del disco Lágrimas Negras, cantada por Diego el Cigala y al piano Bebo Valdés. Aquí está.



Leonardo Padura, en La neblina del ayer, hace envejecer a Mario Conde. Dice que es la novela de la madurez, de su madurez y también de la de Mario Conde. Espero poder empezar pronto con Herejes.

Leonardo Padura es Premio Princesa de Asturias de Las Letras 2015.


Leonardo Padura
La neblina del ayer
Ed. Tusquets