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viernes, 30 de abril de 2021

Novela: Las maravillas de Elena Medel (2020)

La autora.-
Elena Medel ha sido conocida por su faceta de poeta y ensayista. También dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia. Las maravillas es su primera novela. 

Mi opinión.-
Reconozco que, a pesar de las buenas críticas que ha tenido esta novela, me ha resultado difícil sintonizar con ella. Y creo que, en parte, se debe a la distancia emocional que la autora ha elegido mantener respecto a sus personajes. Para mí ese narrador tan lejano a las protagonistas aporta mucha dureza al relato.

Las dos protagonistas, Alicia y María, están separadas por muchas cosas y unidas por una sola que, al final, será irrelevante. Sus edades, su trayectoria vital, sus expectativas y sobre todo su manera de enfrentarse a la vida y a las adversidades las diferencian. Su punto de partida no ha sido el mismo aunque las dos han acabado siendo parte de la fuerza de trabajo que, actualmente, en nuestras sociedades, vive en condiciones más precarias. Antes se le llamaba proletariado. Ahora ya no, porque ni siquiera pueden o quieren tener prole a su cargo.

Toda la narración rezuma desesperanza pero, a diferencia de María, Alicia lleva esta desesperanza en su carácter. Pero, independientemente de sus condiciones de vida y esto me ha sorprendido mucho, Alicia lleva esa desesperanza en lo más profundo de su propia personalidad. No sólo su itinerario vital se ha visto condicionado por la falta de dinero. Hay algo más que en la novela no se trata. Hay un rechazo hacia la humanidad que no sabemos de dónde viene pero que le hace sentirse superior y esto hace difícil empatizar con ella. Es una mujer alienada emocionalmente que se castiga a sí misma disfrutando con ello.

María, sin embargo, representa a las mujeres que no tienen la costumbre de ocupar el espacio público. Aunque, por su formación autodidacta que la lleva a participar en diferentes asociaciones, pudiese hacerlo con todo el derecho; siempre acaba postergada, incluso por sus propios compañeros varones, compañeros de clase y lucha. Es la mujer trabajadora que siempre está en silencio.

Para mí, el fallo de esta novela está en no aportar prácticamente nada de contexto histórico o social. Apenas menciona dos hitos temporales, la muerte de Franco y la manifestación del 8M de 2018; pero, yo creo que dentro de unos años, a la velocidad que circulan los acontecimientos sociales, los lectores más jóvenes no conocerán la trascendencia de estos dos hechos. Por otra parte, me gusta mucho que la autora se haya centrado en la vida de estas dos mujeres y que analice la especial invisibilización que las mujeres sufren, especialmente, las mujeres pobres. Queda claro, así, que somos productos de diferentes intersecciones y que si estas dimensiones se potencian entre sí, se hereda la riqueza pero también la pobreza y la desesperanza. Una lectura muy recomendable.



Las maravillas
Elena Medel
Editorial Anagrama


jueves, 13 de abril de 2017

Cine: Incierta gloria de Agustí Villaronga (2017)

He leído en alguna crítica que el cine de Agustí Villaronga es cine de almas ennegrecidas. Y está muy bien definido así. Porque no es que el director se regodee en las miserias humanas ni que postule sobre la maldad intrínseca del ser humano sino que sitúa a sus personajes en situaciones miserables y aprovecha para que observemos sus comportamientos y si queremos les entendamos o no. 

Así lo hacía también en Pan negro, donde elegía como situación miserable la Posguerra Civil, pero sin tratarla como una historia política o de soldados perdedores y de represión sino una historia más cercana a una miseria moral más antigua y permanente que, en condiciones normales no se ve pero que se sigue desarrollando, como una corriente subterránea e imperceptible que, en situaciones miserables, sale a la luz con toda su potencia y vigor. 


Las películas, como cualquier otra obra de creación, tienen distintos niveles de lectura e interpretación. En Incierta gloria, ambientada en la retaguardia del Frente de Aragón casi al final de la Guerra Civil, el hilo conductor de todos los niveles simbólicos es el de la decrepitud. El director ha retratado esta decrepitud de una forma muy poética y macabra: en un edificio en ruinas se reúnen para tomar el té, el café o el chocolate, los cadáveres tal y como fueron enterrados, vestidos con sus mejores galas. Eso sí, cadáveres de la gente importante, al resto lo llevan a las buitreras.


También hay decrepitud en las relaciones entre los tres personajes jóvenes. Son relaciones de amistad y amor marcadas por el fin, pero ninguno de los protagonistas se atreve a decirlo claro. Es un triángulo amoroso que se mantiene porque los intervinientes no quieren reconocerse a sí mismos que todo ha terminado. El ideal del amor, el ideal de la amistad y el ideal de una revolución política, todo está a punto de convertirse en cenizas, como las  imágenes de santos quemadas por los anarquistas en las plazas. Estos tres jóvenes, dos hombres y una mujer, que se conocen desde niños, que han estudiado juntos y que deseaban hacer la revolución juntos, no podían imaginar su fracaso vital absoluto.


Lluis y Trini decidieron tener un hijo y no casarse, pero Lluis hace tiempo que ya no siente nada por Trini. Se esconde en la guerra y así no tiene que enfrentarse a decírselo a ella. Juli, amigo de la infancia y compañero de estudios de Lluis, ama a Trini desde siempre, pero su amor hacia Lluis le impide confesárselo. Los tres viven sus disimulos y mentiras. En el fondo, aunque se crean unos revolucionarios, son personajes limitados por su mentalidad pequeñoburguesa, sus frustraciones y su vida antes de la guerra, relativamente cómoda. Juli es el personaje más excesivo y pasional, nihilista y por eso mismo antipático y egoísta, que parece que ha llegado ya a su límite. Es capaz de besar un cadáver pero incapaz de suicidarse. Por el contrario, Lluis se muestra más pasivo y va donde le dicen que tiene que ir y hace lo que le dicen que tiene que hacer.


Trini es un personaje más convencional; a pesar de su matiz revolucionario actúa como una esposa y madre abnegada que, incluso, ha decidido bautizarse. Quizá porque como mujer, es secundaria en la vida de los dos hombres que, de alguna manera, se la disputan o quizá porque sus problemas de pequeñoburguesa desaparecen al enfrentarse a los problemas y abusos sufridos por las mujeres pobres. En la película queda ensombrecida por dos personajes femeninos mucho más radicales y potentes y que nunca se comportan con ella como si fueran sus rivales: Olegaria y la Carlana.


Luisa Gavasa interpreta a Olegaria. La mujer del pueblo, acostumbrada a sufrir y a rezar; la sabiduría de quien sabe que las cosas no cambian nunca porque quienes son incapaces de cambiar son los seres humanos. Es el pensamiento mágico y la costumbre por encima de la lógica y el cambio. Es la personificación del pueblo a quien iba destinada una revolución pensada por burgueses en las ciudades. Ofrece refugio a quien lo pide, sin preguntar nada.


Pero el personaje estrella de la película es la Carlana, interpretada por Núria Prims. Desde mi punto de vista, es un personaje fascinante y no bien entendido por parte de los hombres. Por las críticas que he leído, la comparan siempre con una inmensa araña negra devorahombres, una gran diosa oscura que corta los hilos de la vida según su conveniencia y así se ve representada también visualmente en la película. Algunos críticos, amablemente, disculpan su actitud y su comportamiento de araña porque están inspirados por su lucha por la supervivencia.


Olivella, la Carlana, es la mujer pobre apaleada, explotada y violada desde niña. Primero por el borracho de su padre y después por el señorito del pueblo que le hace dos bastardos y que termina asesinado por los anarquistas. La Carlana no tiene ninguna intención de atraer a los hombres a la perdición. Son los hombres, también los pequeñorevolucionarios con sus pequeños problemas de conciencia, los que se acercan para seguir aprovechándose de ella o para morir en el intento. Aunque, esta vez, la turbulencia de la guerra será beneficiosa para ella y para sus hijos y la Carlana jugará inteligentemente sus cartas: de ser la querida del cacique pasará a ser la señora del castillo. Por esto yo no veo a la Carlana como una voraz y vengativa mantis religiosa sino como un animal más noble y luchador. Una leona que defiende a sus cachorros.



Esta película es adaptación de la novela de Joan Sales del mismo nombre, considerada un clásico en la literatura catalana. Es una novela muy extensa que me leeré el próximo verano y recomiendo la película sin dudarlo, además por los secundarios de lujo: Terele Pávez, Fernando Esteso y Juan Diego. 


Dirección: Agustín Villaronga 
Guion: Agustí Villaronga y Corral Cruz (Novela de Joan Sales)
Música: Marcus Jgr
Fotografía: Josep M. Civit
Intérpretes: Marcel Borràs, Núria Prims, Oriol Pla, Bruna Cusí.

lunes, 2 de enero de 2017

Ensayo: El caso Aldo Moro de Leonardo Sciascia (1978)

El autor.-
Leonardo Sciascia fue periodista, escritor y político italiano. Un referente en su denuncia de la corrupción política y social del país y de la violencia mafiosa y por todo ello intelectual comprometido. Otras obras suyas: Muerte del inquisidor, El teatro de la memoria, El día de la lechuza

Mi opinión.-
El 16 de marzo de 1978 Aldo Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas y fue encontrado asesinado el 9 de mayo del mismo año, en el maletero de un coche entre las sedes de los partidos Comunista y de la Democracia Cristiana. Irónico y cruel. Era el Presidente de la Democracia Cristiana italiana; considerado un político hábil y un gran negociador. Había conseguido que la Democracia Cristiana, el Partido Comunista y el Partido Socialista, accedieran a mantener el Compromiso histórico ideado por Enrico Berlinguer, con el fin de regenerar y reformar las instituciones democráticas, combatir y derrotar al terrorismo y a la corrupción endémica. Es por esto que siempre existieron dudas sobre si las viejas inercias de la partitocracia italiana contribuyeron a su asesinato/ejecución por los terroristas. 

En 1982, Leonardo Sciascia participó en una comisión de investigación del Parlamento italiano sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro, cuyas conclusiones no llevaron a dilucidar esta participación directa, pero que, sin embargo, sí que pusieron de manifiesto la dejadez y la desidia mantenidas por las autoridades políticas y policiales durante el secuestro. 

Este libro no sólo trata de esta investigación parlamentaria. Creo, más bien, que Sciascia aprovechó para incluir en él una reflexión moral sobre la razón de estado y la conveniencia o no de negociar con terroristas y también para estudiar cómo interpretamos y recreamos una misma situación, una y otra vez. 


Hoy, la negociación con terroristas debería estar fuera de toda discusión, por dos motivos. Aunque fuese considerada un mal menor. Nadie quiere reconocer abiertamente que sea una necesidad, pero en el caso de ETA, está claro que siempre hubo negociaciones más o menos efectivas entre los distintos gobiernos españoles y la organización terrorista. No creo que deba reprocharse a ningún gobierno que intente una negociación, puesto que ninguna organización, y las organizaciones terroristas no son una excepción, es monolítica y siempre puede encontrarse un eslabón más predispuesto a abandonar una lucha armada sin sentido, que ayude a debilitar al núcleo más recalcitrante. Pero claro, las negociaciones no son gratuitas y en su transcurso quienes hayan sufrido el terrorismo más directamente pueden considerarse abandonados. 

Sin embargo, este asunto de máxima actualidad, no parece suscitar ya ninguna controversia. El terrorismo global que sufrimos, hoy, no tiene nada que negociar ni quiere negociar nada; es el terror por el terror como modo de vida, sin ninguna reivindicación política. 


Siguiendo con el libro de Sciascia, decía antes que trata de cómo interpretamos de manera diferente una misma situación. Los secuestradores permitieron a Aldo Moro escribir una serie de cartas que Sciascia analiza en este libro. Según la interpretación que queramos dar a estas cartas, Moro sería un hábil negociador, un político manipulador, un hombre cobarde suplicando por su vida o un cristiano que acepta su muerte. Todo depende de cómo queremos entender sus palabras. Algunos piensan que a través de sus cartas Moro daba instrucciones para su liberación e incluso algunas pistas que la policía no quiso o no supo seguir. Para otros, son un ejercicio de moralidad política y de lucidez intelectual. A veces parece que suplica por salvar su vida cueste lo que cueste; otras parece haber transcendido el miedo a la muerte. Al final, probablemente hiciese las dos cosas puesto que sus cartas dependerían de su estado anímico sometido a una gran presión. 

Evidentemente el estado italiano personificado en la Democracia Cristiana se negó a negociar con los terroristas de las Brigadas Rojas. Como consecuencia de ello, el gran pacto entre derecha y comunismo nunca se llegó a materializar, Moro murió asesinado y su cuerpo se encontró en el maletero de un coche; las Brigadas Rojas no consiguieron ninguno de sus objetivos, ni políticos ni revolucionarios. Todo lo contrario, contribuyeron a reforzar las estructuras autoritarias, corruptas y abusivas de los estados, aquellas estructuras que, en teoría, pretendían combatir. 

"Tras la autopsia del cadáver de Moro, practicada ayer en Roma, se ha podido establecer que el dirigente demócrata-cristiano murió a consecuencia de once disparos, hechos con una metralleta checoslovaca y un arma corta a cuatro metros de distancia." (El País, 11 de mayo de 1978). 
"Lamento, queridísima, haber venido a encontrarme en la situación de darte esta añadidura de esfuerzo y sufrimiento, pero creo que tú, aun desesperanzada, no me habrías perdonado el no pedirte una cosa que es acaso un inútil acto de amor, pero que es un acto de amor." (Carta de Aldo Moro a su esposa, 27-30 de abril de 1978).


El caso Aldo Moro
Leonardo Sciascia
Traductor: Atilio Pentimalli

Ediciones Destino. Áncora y Delfín.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Cine: High-Rise (El rascacielos) de Ben Wheatley (2015)

En 1975, J.G Ballard escribió esta novela, una de sus mejores novelas según la crítica, que ahora se ha adaptado a cine. La película ha sido dirigida por Ben Wheatley, un director británico de cine independiente y puede clasificarse como cine apocalíptico. Cine, por lo tanto, de reflexión política. 

Se plantea una situación distópica y con un trasfondo claro de lucha de clases. Aunque este término haya caído en desuso y la mayoría de la población lo considere obsoleto yo creo que está plenamente justificado que volvamos a recuperarlo en su verdadera esencia.

Tom Hiddleston interpreta a Robert Laing. Está en un momento de cambio importante. Ha sufrido una gran pérdida emocional y debe de reconducir su vida. Se traslada a vivir a un apartamento de un edificio de lujo situado en las afueras de una gran ciudad, presumiblemente Londres. Este edificio es el futuro, el primer edificio de una macrourbanización autosuficiente, confortable y que ofrece seguridad frente a todo tipo de conflictos.


El edificio ha sido diseñado por un arquitecto interpretado por Jeremy Irons (un actor excelente que desde Inseparables de Cronenberg, siempre me ha parecido inquietante) para que cubra todas las necesidades de sus habitantes. Seguridad, supermercado, piscina, gimnasio e incluso un colegio para los niños, todo lo necesario para vivir cómodamente y casi sin necesidad de salir de allí.


Como es de suponer en una torre de más de 40 plantas con varios apartamentos por planta, los vecinos constituyen un microcosmos que no está a la altura del moderno diseño, aséptico y exclusivo, del edificio. El comportamiento humano no ha sido objeto de ningún diseño novedoso para adecuarse al nuevo entorno y reproduce las actitudes y conductas más egoístas, abusivas y escabrosas.


Los conflictos comienzan cuando los vecinos de los pisos superiores (uno de ellos es el mismo arquitecto del edificio, sospechosamente siempre vestido de blanco como si fuera o se creyera dios) empiezan a abusar de sus derechos y a no respetar las normas. Hay cortes de electricidad porque el edificio no puede soportar la sobrecarga de uso de estos vecinos potentados que, además, han prohibido a los niños se bañen en la piscina que consideran de su uso exclusivo.


A partir de aquí todo se desmadra y la violencia, imposible de erradicar del alma humana, hace acto de presencia. Las drogas y el alcohol, fiestas interminables y exclusivas para unos pocos, serán los escenarios donde se diriman los enfrentamientos habituales. El sexo, la lujuria y la crueldad se combinan para potenciarse y materializarse en barbarie. Al final, después del estallido, la violencia se calma por sí misma. No serán necesarios ni policías ni ejército ni jueces. Todo el mundo estará de acuerdo en “volver a la normalidad” después de que “la fiesta se les haya ido de las manos”. Todos no, lógicamente, los muertos no podrán volver, pero sí que nacerán nuevos vecinos que reemplazarán a los anteriores. Lo dramático es que sospechamos que, en este caso, los nacimientos no traerán esperanza, sólo la repetición de los mismos errores una y otra vez. 


De nada sirve que el entorno exterior del ser humano cambie si no somos capaces de controlar, ya no extirpar, esa capacidad de violencia contra nosotros mismos. Al final, la humanidad sobrevive a pesar de su tendencia a la autodestrucción, pero… ¿hasta cuándo?


Director: Ben Wheatley
Guion: Amy Jump, sobre la novela de J.G. Ballard
Música: Clint Mansell
Fotografía: Laurie Rose
Intérpretes: Tom Hiddleston, Sienna Miller, Jeremy Irons, Luke Evans, Elisabeth Moss.