miércoles, 11 de julio de 2018

Ensayo: El golpe posmoderno de Daniel Gascón (2018)

El autor.-
Daniel Gascón es escritor, guionista y crítico literario. Muy joven, nació en 1981. Actualmente es también editor de Letras Libres, donde se combina la reflexión política con la cultural, literaria o artística en sentido general. Otras obras suyas son: El fumador pasivo, La vida cotidiana, Entresuelo. 

Mi opinión.-
Hace unos años leí Entresuelo. Es una novela breve que podía clasificarse como de autoficción en la que los y las zaragozanas podíamos reconocernos fácilmente. Sin embargo, no conocía la actividad de Gascón como ensayista. Por eso la publicación de El golpe posmoderno ha sido una gran sorpresa.

Define, en este libro, el procès como un golpe de estado posmoderno. Es muy contundente en su desenmascaramiento; y, aunque lo da por terminado, lamentablemente no ofrece estrategias para la superación de las brechas originadas en la sociedad catalana y entre las sociedades catalana y española. Queda conectado así con el relativismo posmoderno “que combate el proyecto ilustrado de crear una perspectiva común de conocimiento para entender la experiencia” (pg. 120). Prolifera la fragmentación que tanto se critica al posmodernismo, el todo-vale

El catalanismo pacífico
Una de las características esenciales de este procès ha sido su doblez, su capacidad para aparentar lo que no era y disimular su verdadera naturaleza. Esto se vio claramente cuando Puigdemont, con esa sublimación de un gatillazo, declaró la independencia pero inmediatamente la suspendió. Fue un si-es-no-es, hecho premeditadamente, buscando la ambigüedad del lenguaje, para facilitar su defensa en caso de que el golpe fracasase y el estado se defendiese de la agresión, como así sucedió. Esto era lo que decían: hemos declarado la república pero no tiene validez, ha sido una simple declaración política. Retórica vacía de contenido. Pues, entonces no la declares y no engañes.

El 6 y 7 de septiembre de 2017. El golpe posmoderno
Otra característica ha sido instalarse descaradamente y alimentarse de las mentiras más burdas que, sin embargo, han sido perfectamente asumidas por la población catalana. Y esto es lo que más descorazonador resulta. Supongo que el éxito se debe a la reiteración constante desde los medios de comunicación apesebrados y dependientes de las instituciones secuestradas por los catalanistas de consignas sencillas y, también, a que se vendía un país de jauja, endogámico, con la banda sonora de Els segadors, con una historia de triunfos interrumpidos por una intervención española colonizadora e inventada. Un país, desde entonces, constantemente agraviado por la simple existencia de los españoles y de su codicia, su ineficiencia y su genética tarada.

Una sociedad dividida
Amparándose en conceptos hipertrofiados, el pueblo, el derecho a decidir, un país mejor, los catalanistas han pretendido arrebatarnos los derechos de los demás. Porque en realidad, sólo es un golpe que la ultraderecha catalanista ha dado por dinero, no tiene nada que ver con una profundización de la democracia que nos pretenden enseñar, presumiendo de un supremacismo moral insoportable. Es imperdonable que los catalanistas hayan abusado de nuestra confianza hasta la saciedad y que nos hayan insultado al resto de españoles llamándonos franquistas. Es imperdonable, lo que han pretendido hacer, pero sobre todo lo es por la extrema suciedad de sus argumentos.

Cobardes y marrulleros que creen estar haciendo historia
La vinculación de los poderes públicos españoles con el franquismo terminó hace mucho tiempo y no debemos consentir que nadie, nadie, quiera aprovecharla en su beneficio. Tenemos problemas y déficits democráticos como todo el mundo pero tenemos potencial para el desarrollo, también como todo el mundo. No estamos predeterminados por nuestra historia, por nuestros genes o por nuestras deficiencias; no vamos a repetir nuestra historia. Una prueba de ello es la Constitución de 1978. Es posible que deba de reformarse o actualizarse, pero eso es algo que deberemos decidir todos los españoles, no sólo un 10%.

Cobardes que salieron huyendo
El régimen de las autonomías no está todavía acabado. Prueba de ello es que el actual gobierno de Pedro Sánchez está negociando traspasos competenciales con Urkullu del Partido Nacionalista Vasco. El régimen de las autonomías ha garantizado y garantiza la plurinacionalidad y la diversidad españolas, aunque a los catalanistas y a los vascos no se lo parezca. Quizá, en realidad a los nacionalismos periféricos no les interesa una constitución que garantice la diversidad de todas las comunidades autónomas, sino otra constitución más manipulada por ellos, que deje constancia de su especialidad, de su hecho diferencial, para que el resto de comunidades autónomas sigan siendo consideradas homogéneas. Es decir, practican una clara ley del embudo o como creo que dijo Ignacio Martínez de Pisón lo mío es mío y lo tuyo es nuestro. En definitiva avaricia, codicia y abuso.

Otra cobarde que salió huyendo y cambió su imagen de izquierdista alternativa y con mala leche a modosita cursi, en Suiza.

No sé qué pasará en las próximas negociaciones entre el Gobierno nacional y el Govern autonómico. Si alguien me pregunta me opondré siempre a la consideración de los nacionalismos periféricos como especiales. Ni lo merecen, ni lo son. Han sido una fuente de problemas e insultos desde hace 150 años y, nunca hay que olvidar que fueron los únicos privilegiados por Franco, aunque ahora ni vascos ni catalanes lo quieran recordar. Son tan nación como el resto de naciones españolas; tienen tantos argumentos históricos para reivindicarlo como el resto de nosotros que no lo hacemos. Sin embargo, su actuación abusiva, marrullera y deshonesta les ha quitado toda la razón. Si se les conceden más privilegios, sería darles un premio gracias a su gansterismo.

Papanatismo

En 1978, establecimos unas nuevas normas de convivencia y de articulación territorial, administrativa y política, que han funcionado hasta que los catalanistas, por capricho, las han roto. Será difícil perdonarles y restablecer la confianza. Artur Mas pasará a ser el político más irresponsable de su generación; Carles Puigdemont quedará como un payaso; y Quim Torra como un nazi tarado. De Torrent, Marta Rovira o Anna Gabriel hablamos otro día.

Artur Mas y su mandíbula de emperador romano
No ha sido suficiente que todos hayamos padecido a Franco y tampoco debe ser suficiente que hayamos sufrido esa crisis económica que todavía no hemos superado. Para los catalanistas, esa crisis, precisamente fue una oportunidad para asestar un golpe más y pretender sacar tajada. No existen en su diccionario las palabras solidaridad, decencia, honestidad, ni tan siquiera juego limpio. Veían, como siempre, una España tarada, fallida y débil. Sin embargo, han conseguido revitalizarla. Deberíamos darles las gracias por ello. Ya no debemos sentir complejos, ni culpabilidad por la historia pasada; deberían ser los catalanistas quienes nos pidieran perdón. Alterar por capricho las fronteras de un país como España que vive bajo la amenaza constante del terrorismo yihadista, difícilmente tiene perdón.

La mediocridad en el poder.
Ya en 1981, Tarradellas, nada sospechoso de españolista, advertía de una cierta manera de hacer política o de situarse políticamente como la víctima: “…hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, … que nos desprecia… según ellos, [las autoridades catalanas] se hace una política “contra Cataluña”, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien, hace ya diez meses que empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos” (pg. 132). Siguen haciéndolo, considerándose víctimas cuando son victimarios. Hoy El golpe posmoderno es de lectura obligada.

Suárez y Cataluña







El golpe posmoderno
Daniel Gascón 

Ed. Debate

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