Todas las guerras son brutales, pero la Primera Guerra
Mundial destacó por su poder mortífero. En muy pocos años se habían producido grandes
avances tecnológicos en el arte de hacer la guerra, sin embargo la IGM siguió
siendo una guerra de campo, de trincheras, cuerpo a cuerpo. Es por esto que
quedaron muchos mutilados de guerra. Además, especialmente debido a las explosiones y
al empleo, por primera vez, de gases tóxicos, las mutilaciones se produjeron en
la cabeza y la cara.
En este momento empezó a desarrollarse la cirugía
reconstrutiva y estética. Los heridos pasaban por un sinfín de operaciones y se
veían obligados a llevar aparatos especiales y máscaras que disimulasen sus atroces
heridas. En Francia se les llamó los gueules
cassées, los caras rotas, y
llegaron a constituirse en asociación, consiguiendo que se obligase a las
empresas a contratarles.
Pierre Lemaitre escribió la novela en la que se basa esta
película en 2013 y con ella ganó el Premio Goncourt. Es muy conocido por su
serie policíaca pero Nos vemos allá
arriba supuso una inflexión en su carrera. A partir de la tragedia de la guerra, Lemaitre
examina la sociedad de posguerra para dejar claro que tanto una como otra son
negocio para unos pocos y experiencias terribles para la mayoría.
La adaptación al cine tiene el ritmo y el color de un cuento
para adultos. Una mascarada que, en algunos primeros planos, recuerda a Amélie. Pero es también un ejercicio de crítica
social. Critica las relaciones entre padres e hijos basadas únicamente en el autoritarismo
y critica también la codicia y la ambición de personajes sin escrúpulos. Aunque, al final, haya un final esperanzador.
Albert Maillart y Édouard Péricourt interpretados por Albert
Dupontel y Nahuel Pérez Biscayart, son dos soldados forzosos que en los últimos
días de la Gran Guerra participan en una acción totalmente inútil, ordenada por
el capitán Pradelle, codicioso, sádico y trepa. Allí se salvan mutuamente la
vida, aunque Édouard queda convertido en un gueule
cassée.
Los tres tienen que adaptarse a la vida de posguerra. Édouard
pertenece a la gran burguesía parisina. Ha sido educado con una gran severidad
por su padre que, sin embargo, no ha conseguido extirpar el talento artístico
de su hijo. Es un espíritu bohemio y soñador que no puede admitir su mutilación
y prefiere que su familia le considere muerto.
Albert es un hombre mayor que ha sido reclutado para la
guerra porque se quedó sin trabajo. Se convierte en el compañero inseparable de
Édouard porque le debe la vida y porque no tiene adonde ir. Pradelle, el
villano sanguinario seguirá con sus estrategias, timos y engaños para procurarse
una vida mejor e incluso seducirá a la hermana de Édouard para emparentar con
los burgueses ricos y dar su salto a la política.
Así los tres personajes se reencuentran en la vida de
posguerra para solucionar sus cuentas pendientes. Édouard utilizará su talento
para idear una estafa y conseguir dinero para Albert y juntos planearán la
venganza contra Pradelle y el padre de Édouard que vive consumido por el dolor
de la pérdida de su hijo. La picaresca y la mascarada no son obstáculo para que
la narración se llene de ternura, vitalidad y humor.
Las máscaras que Édouard confecciona para ocultar su
deformidad son reflejo de su estado de ánimo y también de su gran creatividad y
pasión por la vida. Son graciosas, sencillas, enigmáticas, sofisticadas o
brutales, pero todas son parte de él y, junto con su mirada, expresan lo que ya
no puede decir con su voz. Una sátira sobre la guerra y la posguerra y las
relaciones autoritarias entre padres e hijos no exenta de esperanza y ternura.
Dirección: Albert Dupontel
Guion: Albert Dupontel y Pierre Lemaitre (novela de Pierre Lemaitre)
Fotografía: Vincente Mathias
Intérpretes: Albert Dupontel, Nahuel Pérez Biscayart, Niels Arestrup, Laurent Lafitte.
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