jueves, 10 de abril de 2014

Cine: Her de Spike Jonze

En Her el futuro es casi presente. Está aquí a la vuelta de la esquina. La gente no vive en ciudades inhóspitas; tiene familia y tiene amigos; se enamora, se casa, quiere tener hijos, sufre el desamor y se divorcia, igual que hoy. 

Esa ciudad del futuro es luminosa, de colores cálidos y con una atmósfera envolvente. Tiene una playa apacible. La gente viaja en transporte público, no viven con prisa. Trabajan, pasean y quedan a comer con sus amigos. Una descripción que encaja con cualquier ciudad de la parte buena del mundo de hoy en día. 

En esa ciudad vive y sufre su pena de desamor Theodore. Trabaja como escritor en una gran empresa que se dedica a escribir cartas para otros. No es que los otros no tengan tiempo de escribir cartas, es que prefieren que las escriba un profesional que siempre se expresa mejor. Algunos son clientes desde hace años, muchos años, y Theodore ya les conoce perfectamente. Sabe cómo se enamoraron, cuándo se casaron, cuántos hijos tienen. Les ha escrito cartas de amor para sus parejas, cartas de felicitación para sus hijos, cartas de pésame para sus muertos. 

Es paradójico que Theodore se gane la vida expresando los sentimientos de los demás y que su esposa le haya dejado porque no ha sabido conectar con ella. 

En medio de esa deriva emocional, Theodore instala un sistema operativo de nueva generación: inteligencia artificial eficaz, eficiente y simpática. Ella es Samantha. Capaz de procesar información a velocidad de vértigo, de aprender según sus necesidades y las de su ¿dueño?, con una memoria prodigiosa y una curiosidad infantil. Pero lo que hace que este sistema operativo sea de verdad novedoso es que Samantha también experimenta emociones, dudas, deseos; llega a ser capaz de desarrollar sentimientos y de provocarlos en otros también. Tiene su propia personalidad y también puede sentir sus miedos e inseguridades; por un momento, le angustia no tener cuerpo, pero en otro disfruta la aparente sensación de una existencia sin límites. Es muy ... humana. 

Theodore y Samantha pasan por todas las fases del enamoramiento, el amor y la decepción. Además no son los únicos. Hay otras personas que también han conseguido congeniar con sus sistemas operativos.

Y esto es algo que empieza a considerarse normal. Está claro que a finales del siglo XX y principios del XXI, la innovación más rompedora y la que, no me cabe ninguna duda, está aquí para quedarse, es la gran variedad de modelos de relaciones y de familias que coexisten actualmente: familias recompuestas; familias monoparentales; parejas del mismo sexo con hijos o sin hijos; monogamias sucesivas. Algunos pensamos que con el incremento de la esperanza de vida, es imposible pensar en una pareja para toda la vida. Esto a los conservadores les pone los pelos de punta y se rasgan las vestiduras diciendo que la familia está en crisis, cuando en realidad está más revitalizada que nunca, lo único es que no sigue un modelo estándar.  

Lo que quiero decir es que cualquier cambio de lo establecido nos parece una ruina vital y nos causa tal zozobra que nos parece insoportable. Pero, al final acabamos adaptándonos. Quizá dentro de 50 años no sea tan extraño plantearse una relación con un sistema operativo. Porque, ¿qué es lo básico en una relación? Si no tenemos cuerpo, ¿donde se engancha nuestra identidad? El sistema operativo, ¿es el alma?



Director: Spike Jonze
Intérpretes: Joaquín Phoenix, Theodore; Scarlett Johansson, Samantha;

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