Los libros que componen la saga de Celia son 21, colecciones de cuentos y novelas cortas. Constituyen una descripción fiel de la avidez con que una niña, fantasiosa y muy protegida, se enfrenta a las contradicciones de la vida y, además, también es la radiografía de un tiempo y de una clase social y de la capacidad de adaptación en momentos de conflictividad extrema.
Celia en la Revolución es el último de ellos. Es ya una adolescente que tiene que enfrentarse sola a la Revolución y a la Guerra Civil. Ha sido educada por su padre en un ambiente liberal y demócrata, donde la república y la voluntad del pueblo son los valores supremos que, sin embargo, se verán amenazados por la propia revolución popular. Desde el principio el padre de Celia ve como la república es asesinada por su propio pueblo. Una república sin gobierno ni ejército, sin policía puesta en manos de un pueblo maltratado y resentido, dice el padre, “inculto, indisciplinado y desatinado”.
En ese contexto Celia, esa niña un poco cursi, llena de lacitos que habla de su hermano Cuchifritín y de Teresina y Fifina, llegará a ser una adolescente con responsabilidades familiares. Tendrá que luchar para poder alimentar a su familia. Pasará por el hambre, las privaciones y el ambiente de venganza y muerte en un Madrid sitiado y tendrá que huir por un país en guerra en busca de una cierta seguridad. Pasará por Segovia, Madrid, Valencia, Albacete, Barcelona, Madrid otra vez, Valencia otra vez, hacia finalmente el exilio.
Se encuentra durante ese recorrido con la generosidad de unas personas y con la maldad y perversión de otras, capaces incluso de robar la comida de un enfermo. Una adolescente sobreprotegida tendrá que ponerse a trabajar, a hacer fila en las colas de racionamiento y a ir de un sitio a otro para encontrar algo que comer; a ver a los fusilados tirados en la calle y a sentir el odio de clase de gente a la que conoció en su vida anterior y que en ésta se comportan como déspotas. Aunque también será el momento del primer amor.
Esta novela ha sido reeditada por Renacimiento en su intento
de rescatar autoras de la llamada Edad de Plata de la literatura española. A
veces, la autora recurre a una escritura excesivamente ñoña y creo que lo hace
conscientemente para resaltar todavía más el contraste entre el habla delicada
de una niña de clase alta y la brutalidad de los acontecimientos que está
viviendo. Además también es interesante ver la interacción de esta habla relamida
propia de los burgueses con el habla llama de la criada y otros personajes de
clase baja que aparecen en la novela. Pero algo que queda claro es que la
maldad y la bondad no se reparten por clases sociales sino que son elecciones
individuales. Muy recomendable.
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