He leído en alguna crítica que el cine de Agustí Villaronga
es cine de almas ennegrecidas. Y está
muy bien definido así. Porque no es que el director se regodee en las miserias
humanas ni que postule sobre la maldad intrínseca del ser humano sino que sitúa a
sus personajes en situaciones miserables y aprovecha para que observemos sus
comportamientos y si queremos les entendamos o no.
Así lo hacía también en Pan
negro, donde elegía como situación miserable la Posguerra Civil, pero sin
tratarla como una historia política o de soldados perdedores y de represión
sino una historia más cercana a una miseria moral más antigua y permanente que,
en condiciones normales no se ve pero que se sigue desarrollando, como una corriente
subterránea e imperceptible que, en situaciones miserables, sale a la luz con
toda su potencia y vigor.
Las películas, como cualquier otra obra de creación, tienen
distintos niveles de lectura e interpretación. En Incierta gloria, ambientada en la retaguardia del Frente de Aragón
casi al final de la Guerra Civil, el hilo conductor de todos los niveles
simbólicos es el de la decrepitud. El director ha retratado esta decrepitud de
una forma muy poética y macabra: en un edificio en ruinas se reúnen para tomar
el té, el café o el chocolate, los cadáveres tal y como fueron enterrados,
vestidos con sus mejores galas. Eso sí, cadáveres de la gente importante, al
resto lo llevan a las buitreras.
También hay decrepitud en las relaciones entre los tres
personajes jóvenes. Son relaciones de amistad y amor marcadas por el fin, pero
ninguno de los protagonistas se atreve a decirlo claro. Es un triángulo amoroso
que se mantiene porque los intervinientes no quieren reconocerse a sí mismos
que todo ha terminado. El ideal del amor, el ideal de la amistad y el ideal de
una revolución política, todo está a punto de convertirse en cenizas, como
las imágenes de santos quemadas por los anarquistas en las
plazas. Estos tres jóvenes, dos hombres y una mujer, que se conocen
desde niños, que han estudiado juntos y que deseaban hacer la revolución
juntos, no podían imaginar su fracaso vital absoluto.
Lluis y Trini decidieron tener un hijo y no casarse, pero
Lluis hace tiempo que ya no siente nada por Trini. Se esconde en la guerra y
así no tiene que enfrentarse a decírselo a ella. Juli, amigo de la infancia y
compañero de estudios de Lluis, ama a Trini desde siempre, pero su amor hacia
Lluis le impide confesárselo. Los tres viven sus disimulos y mentiras. En el
fondo, aunque se crean unos revolucionarios, son personajes limitados por su
mentalidad pequeñoburguesa, sus frustraciones y su vida antes de la guerra,
relativamente cómoda. Juli es el personaje más excesivo y pasional, nihilista y
por eso mismo antipático y egoísta, que parece que ha llegado ya a su límite. Es capaz de besar
un cadáver pero incapaz de suicidarse. Por el contrario, Lluis se muestra más pasivo y va
donde le dicen que tiene que ir y hace lo que le dicen que tiene que hacer.
Trini es un personaje más convencional; a pesar de su matiz
revolucionario actúa como una esposa y madre abnegada que, incluso, ha decidido
bautizarse. Quizá porque como mujer, es secundaria en la vida de los dos
hombres que, de alguna manera, se la disputan o quizá porque sus problemas de
pequeñoburguesa desaparecen al enfrentarse a los problemas y abusos sufridos
por las mujeres pobres. En la película queda ensombrecida por dos personajes
femeninos mucho más radicales y potentes y que nunca se comportan con ella como si
fueran sus rivales: Olegaria y la Carlana.
Luisa Gavasa interpreta a Olegaria. La mujer del pueblo,
acostumbrada a sufrir y a rezar; la sabiduría de quien sabe que las cosas no
cambian nunca porque quienes son incapaces de cambiar son los seres humanos. Es
el pensamiento mágico y la costumbre por encima de la lógica y el cambio. Es la
personificación del pueblo a quien iba destinada una revolución pensada por
burgueses en las ciudades. Ofrece refugio a quien lo pide, sin preguntar nada.
Pero el personaje estrella de la película es la Carlana,
interpretada por Núria Prims. Desde mi punto de vista, es un personaje
fascinante y no bien entendido por parte de los hombres. Por las críticas que
he leído, la comparan siempre con una inmensa araña negra devorahombres, una gran diosa oscura que corta los hilos de la vida según su conveniencia y así se ve representada también visualmente en la
película. Algunos críticos, amablemente, disculpan su actitud y su
comportamiento de araña porque están inspirados por su lucha por la supervivencia.
Olivella, la Carlana, es la mujer pobre apaleada, explotada
y violada desde niña. Primero por el borracho de su padre y después por el
señorito del pueblo que le hace dos bastardos y que termina asesinado por los
anarquistas. La Carlana no tiene ninguna intención de atraer a los hombres a la perdición. Son
los hombres, también los pequeñorevolucionarios con sus pequeños problemas de
conciencia, los que se acercan para seguir aprovechándose de ella o para morir
en el intento. Aunque, esta vez, la turbulencia de la guerra será beneficiosa
para ella y para sus hijos y la Carlana jugará inteligentemente sus cartas: de
ser la querida del cacique pasará a ser la señora del castillo. Por esto yo no veo a
la Carlana como una voraz y vengativa mantis religiosa sino como un animal más noble y
luchador. Una leona que defiende a sus cachorros.
Esta película es adaptación de la novela de Joan Sales del
mismo nombre, considerada un clásico en la literatura catalana. Es una novela
muy extensa que me leeré el próximo verano y recomiendo la película sin dudarlo,
además por los secundarios de lujo: Terele Pávez, Fernando Esteso y Juan Diego.
Dirección: Agustín Villaronga
Guion: Agustí Villaronga y Corral Cruz (Novela de Joan Sales)
Música: Marcus Jgr
Fotografía: Josep M. Civit
Intérpretes: Marcel Borràs, Núria Prims, Oriol Pla, Bruna Cusí.
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