El rey de Canfranc es un documental coproducido por varias entidades de Francia y España, cuenta la vida de Albert Le Lay, Jefe de aduanas de la Estación Internacional de Canfranc y miembro de la Resistencia francesa, durante la II Guerra Mundial. Un documental muy bien ambientado y que sabe mantener el suspense apoyándose en la música y en una fotografía de gran calidad.
Canfranc es un municipio de Huesca, hundido en la parte más estrecha del Valle del rio Aragón, en la comarca de la Jacetania. Sin apenas recursos agrícolas, tradicionalmente sus habitantes se han dedicado al comercio y al transporte de mercancías y personas entre Aragón y el Bearn. Por esto y por ser un paso entre montañas relativamente fácil se decidió construir allí la Estación Internacional inaugurada en 1928.
Pero la historia que cuenta el documental es posterior. Durante la II Guerra Mundial, Canfranc tuvo su importancia estratégica. Quedan todavía testigos del paso de cargamentos de lingotes de oro para pagar a los gobiernos de Portugal y España su ayuda, en alimentos y en wolframio, a la Alemania Nazi. Y al mismo tiempo que los nazis, también la resistencia francesa utilizaba la estación para pasar documentos hacia la embajada inglesa en Madrid y poder contactar con el gobierno francés en el exilio.
De esto se encargaba el jefe de aduanas, Albert le Lay y también de facilitar el paso a los refugiados, principalmente judíos, que huían de la ocupación. El señor Le Lay había seleccionado para la misión a Lola y Pilar Pardo, dos jóvenes (casi adolescentes) de Canfranc. Eran las encargadas de llevar los documentos a Zaragoza. Lola es una anciana jovial que se ríe ahora de su misión secreta, pero durante todos los años de su vida (más de 80) no se ha atrevido a contársela a nadie. Ni siquiera a su marido, que fue guardia civil. Lola y Pilar, se preparaban para los viajes que hacían cada 15 días. Utilizaban como excusa que tenían que bajar al médico a Zaragoza, escondían los papeles “entre las fajas” debajo de la ropa y montaban en el tren, en el “canfranero”. Allá iban conscientes de la importancia de sus viajes e inconscientes del peligro que soportaban. Lola era más lanzada. A veces abría las cartas, pero estaban en inglés y no las entendía. En Zaragoza las entregaban a un cura y volvían a Canfranc hasta el próximo viaje.
De 1940 hasta 1943, Albert le Lay y su red de espías estuvieron utilizando la estación de Canfranc. Entonces fue descubierto por la Gestapo, pero hábilmente consiguió escapar hasta Argel. Durante todos esos años siempre hubo sospechas pero no le pudieron coger. Fue un hombre discreto. Al terminar la guerra, quisieron recompensarle los servicios prestados y el rechazó los cargos de importancia; sí que pidió volver a Canfranc a seguir con su trabajo en aduanas, hasta su jubilación.
Aparecen en el documental testimonios de compañeros de trabajo (los menos, porque con la edad ya van desapareciendo), de vecinos que entonces eran niños y que jugaban cerca de la estación y veían por las ventanas los cargamentos de lingotes de oro, de su nieto Victor Fairén Le Lay. Debió ser un momento histórico fascinante, desde lejos, visto con el romanticismo de la lucha del bien contra el mal.
La Estación Internacional sigue cerrada. Conserva un halo de misterio, lujo de otro tiempo y decadencia. El canfranero sigue funcionando, pero ya no llega hasta Francia. Trayecto Zaragoza-Canfranc, dos veces al día, ida y vuelta, casi 4 horas; tiempo infinito para disfrutar de paisaje de alta montaña.
¡Por la reapertura completa de Canfranc!
Directores: José Antonio Blanco y Manuel Priede González
Fotografía: Alberto Soria
Música: Víctor Polo
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