En 1854, durante el reinado de Isabel II, se había producido en España la “Vicalvarada”, un pronunciamiento militar que cerró el período moderado de 1844-1854 e inauguró el bienio progresista de 1854-1856. Dada la inestabilidad de la política española (de casi todo el siglo XIX), con constantes revoluciones y contrarrevoluciones, el New York Daily Tribune, encargó a Karl Marx (su corresponsal en Londres) una serie de artículos sobre España.
Nueve de estos artículos, redactados entre el mes de julio de 1854 y junio de 1857, se publican con el nombre de La España Revolucionaria. Karl Marx es conocido por su aportación a la teoría política, pero y aunque de forma dispersa, también fue un perspicaz sociólogo.
En este libro, Marx se dedica a analizar la historia de España desde 1807. Observa con curiosidad como se producen reiteradamente ciclos revolucionarios recurrentes, aunque no los considera revoluciones serias. Algo que no puede entender es porqué en un país tan conservador, con unas elites tan reaccionarias, unos pocos intentan siempre revoluciones tan modernas.
Cómo, de esa España negra y apolillada, monástica y retrógrada, podía salir un impulso de modernización. Yo tampoco puedo entenderlo. Parece que es una tendencia secular que se repite; ese impulso de modernización es inmediatamente cercenado. Parecemos sometidos a una inercia que podemos vencer momentáneamente para avanzar un poco, pero que tarde o temprano nos vuelve a llevar hacia atrás (y como ejemplo de ahora mismo me vale Gallardón o Wert).
Marx se remonta hasta el reinado de Carlos I, cuando la antigua organización del poder en España se apoyaba en la nobleza y las ciudades, y en cómo, fomentando la rivalidad entre ellas, el rey consiguió debilitar ambas, hasta consolidar una monarquía absoluta que Marx considera más parecida a los despotismos asiáticos.
Así afirma que, durante la Guerra de la Independencia, las instituciones, dominadas por nobleza y monarquía, estaban muertas y no tuvieron reparos en colocarse de parte de Napoleón a cambio de seguir manteniendo sus privilegios; por el contrario el pueblo, mísero pero rebosante de vida, estuvo dispuesto a resistir.
En su análisis de las antiguas instituciones españolas, se detiene en el Consejo Real de Castilla, que había ido acumulando poder aprovechando la debilidad de los monarcas. En el siglo XVIII, cuando, en otros países, se consolidaba la tendencia a la división de poderes, en España el Consejo era tribunal supremo, legislador y superintendente administrativo de todos los reinos; enemigo de cualquier renovación y de cualquier distribución del poder y al que acusa, incluso, de haberse vendido a Napoleón.
Pero Marx, se queda con esa aureola romántica del pueblo español, defendiendo a su patria contra el invasor extranjero, aunque de una forma caótica. El caso es que el pueblo español (y con la actual crisis lo estamos viendo) es miedoso. Siempre espera un milagro, una solución fácil, un pelotazo, que lo saque de su ensimismamiento, de su desgracia o de su pecado. Pone esperanzas exageradas en la bondad y la excelencia de sus dirigentes y cuando éstos le decepcionan, su desengaño pronto se transforma en odio furibundo… y vuelve a cobijarse en las faldas del amo. Para mí, esto se ha visto claramente en las últimas elecciones que el PP ganó por esa mayoría tan abrumadora. Nadie en su sano juicio consideraría responsable único de la crisis al gobierno anterior del PSOE; y nadie en su sano juicio consideraría que este gobierno absolutamente aplastante del PP nos sacaría de ella. Nadie, excepto el pueblo español, haciendo gala de esa mezcla de patanería e inocencia.
Marx también hace referencia a la clausura en 1824 de la Universidad de Sevilla, por haber secundado una revolución, y a la apertura en su lugar de una escuela nacional de toreo. Si eso no se parece a lo que está pasando hoy y a la política educativa del nunca-bien-ponderado Ministro Wert…
Me ha resultado muy interesante que alguien, con la preparación intelectual de Marx, hiciera de forma objetiva, lo suficientemente alejada, un análisis de la historia política española de la primera mitad del siglo XIX. A tenerlo en cuenta para aprender.
Mucha ironía también. Marx habla de esa tendencia tan española de “no hacer nada y además impedir que los demás hagan algo” o de aquella división en dos Españas: la de los constituyentes de la Isla de León en Cádiz, preparando la Constitución de 1812 y que para Marx son “las ideas sin acción” y el resto de España, combatiendo como podían a Napoleón y donde se instaló la “acción sin ideas”.
Karl Marx
La España revolucionaria
Edición de Jorge del Palacio
Alianza Editorial
Mar me parece tu análisis muy interesante y lo constato cada día.No sólo tenemos miedo ante la clase política, dirigente, sino q no somos capaces de seguir un insignificante desacuerdo ante el monitor de Gym, el conductor de autobús, sino q la mayoría se acurruca con lo establecido aunque no esté conforme
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