viernes, 22 de agosto de 2014

Cine: Mil veces buenas noches de Erik Poppe

Erik Poppe es un director de cine noruego que antes había trabajado también como reportero de guerra. En esta película aborda su propia experiencia: en un momento clave de su vida tuvo que elegir entre seguir cubriendo zonas en conflicto o dejarlo todo para llevar una vida “normal” con su familia. El mismo director dice que ha preferido que el personaje que se enfrenta a la elección entre su pasión y su vida familiar, sea una mujer para incrementar la tensión. Al fin y al cabo se sigue exigiendo a las mujeres una dedicación en exclusiva a la familia que a los hombres no se les exige, aunque en este caso la pareja compuesta por Rebecca y Marcus parece bastante igualitaria.

Juliette Binoche encarna a Rebeca, esta reportera de guerra comprometida hasta la médula con su trabajo. Está casada con Marcus, un biólogo marino que se ocupa casi exclusivamente de sus dos hijas, una adolescente y otra más pequeña. La película no es una historia sobre el amor o sobre el desamor; es una película sobre decisiones que nosotros tenemos que tomar o que los otros nos empujan a tomar.

Al principio de la película asistimos a un ritual de muerte. Una mujer musulmana afgana se prepara para el martirio. Yace, en la que sería su tumba, rodeada de otras mujeres que rezan. Después esa misma mujer sale de la tumba, aunque ya está ausente de este mundo. Es lavada y purificada por las otras mujeres que no paran de rezar, hasta que al final colocan sobre su cuerpo el cinturón con los explosivos. Durante toda la escena, Rebeca gira alrededor de estas mujeres tomando fotografías. Más tarde la misma Rebeca quedará gravemente herida cuando la mártir haga estallar su cuerpo.

Cuando vuelve a su casa para restablecerse tendrá que enfrentarse a su marido y a sus hijas para tratar de hacerles entender que su tarea es necesaria. Será sobre todo su hija Steph quién le exigirá una explicación. Steph es una adolescente que empieza a descubrir el mundo y a relacionarse como una adulta con su madre. Descubre el trabajo de reportera de su madre y las consecuencias que tiene. En una escena que a mí me pareció muy sobria pero muy intensa, Rebeca le dice a Steph que trabaja por rabia, que fotografía la atrocidad para que en algún lugar del mundo cómodo y civilizado a alguien se le atragante la comida y haga algo. Con toda crudeza, pero al mismo tiempo con una gran serenidad le cuenta a la adolescente la historia que hay tras una fotografía: una joven mujer africana a quien le han cortado los labios y las orejas para asustar a toda su comunidad. Aquí empieza la toma de conciencia de Steph.

Pero en la película, por encima del planteamiento inicial de una persona en esta disyuntiva de elegir, el director plantea también una reflexión sobre la utilidad del fotoperiodismo, de fotografiar el horror. No dudo de que los reporteros tengan una intención humanitaria (al jugarse la vida de esa manera, aunque en general trabajan protegidos), una intención de denuncia, de dar testimonio de la injusticia; pero hay que preguntarse si su trabajo es útil o no. Los nazis documentaron con todo lujo de detalles sus experimentos y después esa documentación sirvió en el Juicio de Nuremberg, pero hoy parece que ya estamos inmunizados contra el horror emitido desde el telediario.

El trabajo del reportero va dirigido a eso que se llama gran público (que es como no decir nada), a la prensa y a la televisión. Pero llega a haber tal cúmulo de imágenes sobre los conflictos que anestesian y no creo que produzcan el efecto que los reporteros querrían. Por otra parte, el poder de los medios de comunicación, especialmente la televisión, es todavía inmenso aunque estén tomando una deriva hacia la espectacularidad morbosa. Lamentablemente lo que no sale en la tele no existe, según la teoría de la fijación de agenda (agenda-setting): si hay disturbios en Misuri, no queda espacio para hablar de la guerra de Siria; si se habla de Siria, no queda espacio para Palestina. Pero si esas imágenes no salieran, ¿la impunidad sería mayor? Sin duda. 

Además, cada vez estoy más segura de que no debemos esperar grandes cambios. Así que si ese trabajo de los reporteros consigue movilizar a personas anónimas que con sus pequeñas aportaciones alivian mínimamente el sufrimiento de la gente en una situación de conflicto, todo queda justificado.

Al final Rebeca no tiene que decidir porque su marido Marcus la echa de casa.


Director: Erik Poppe
Intérpretes: Juliette Binoche (Rebeca), Nicolaj Coster-Waldau (Marcus), Lauryn Canny (Steph)
Guion: Erik Poppe

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