Erik Poppe es un director de cine noruego que antes había
trabajado también como reportero de guerra. En esta película aborda su propia
experiencia: en un momento clave de su vida tuvo que elegir entre seguir
cubriendo zonas en conflicto o dejarlo todo para llevar una vida “normal” con
su familia. El mismo director dice que ha preferido que el personaje que se
enfrenta a la elección entre su pasión y su vida familiar, sea una mujer para
incrementar la tensión. Al fin y al cabo se sigue exigiendo a las mujeres una
dedicación en exclusiva a la familia que a los hombres no se les exige, aunque
en este caso la pareja compuesta por Rebecca y Marcus parece bastante
igualitaria.
Juliette Binoche encarna a Rebeca, esta reportera de guerra
comprometida hasta la médula con su trabajo. Está casada con Marcus, un biólogo
marino que se ocupa casi exclusivamente de sus dos hijas, una adolescente y
otra más pequeña. La película no es una historia sobre el amor o sobre el
desamor; es una película sobre decisiones que nosotros tenemos que tomar o que los otros nos
empujan a tomar.
Al principio de la película asistimos a un ritual de muerte. Una mujer
musulmana afgana se prepara para el martirio. Yace, en la que sería su tumba,
rodeada de otras mujeres que rezan. Después esa misma mujer sale de la tumba,
aunque ya está ausente de este mundo. Es lavada y purificada por las otras
mujeres que no paran de rezar, hasta que al final colocan sobre su cuerpo el
cinturón con los explosivos. Durante toda la escena, Rebeca gira alrededor de
estas mujeres tomando fotografías. Más tarde la misma Rebeca quedará gravemente
herida cuando la mártir haga estallar su cuerpo.
Cuando vuelve a su casa para restablecerse tendrá que enfrentarse
a su marido y a sus hijas para tratar de hacerles entender que su tarea es
necesaria. Será sobre todo su hija Steph quién le exigirá una explicación.
Steph es una adolescente que empieza a descubrir el mundo y a relacionarse como
una adulta con su madre. Descubre el trabajo de reportera de su madre y las
consecuencias que tiene. En una escena que a mí me pareció muy sobria pero muy
intensa, Rebeca le dice a Steph que trabaja por rabia, que fotografía la
atrocidad para que en algún lugar del mundo cómodo y civilizado a alguien se le
atragante la comida y haga algo. Con toda crudeza, pero al mismo tiempo con una
gran serenidad le cuenta a la adolescente la historia que hay tras una
fotografía: una joven mujer africana a quien le han cortado los labios y las
orejas para asustar a toda su comunidad. Aquí empieza la toma de conciencia de
Steph.
Pero en la película, por encima del planteamiento inicial de
una persona en esta disyuntiva de elegir, el director plantea también una
reflexión sobre la utilidad del fotoperiodismo, de fotografiar el horror. No dudo de que los
reporteros tengan una intención humanitaria (al jugarse la vida de esa manera,
aunque en general trabajan protegidos), una intención de denuncia, de dar
testimonio de la injusticia; pero hay que preguntarse si su trabajo es útil o
no. Los nazis documentaron con todo lujo de detalles sus experimentos y después
esa documentación sirvió en el Juicio de Nuremberg, pero hoy parece que ya estamos inmunizados contra el horror emitido desde el telediario.
El trabajo del reportero va dirigido a eso que se llama gran
público (que es como no decir nada), a la prensa y a la televisión. Pero llega
a haber tal cúmulo de imágenes sobre los conflictos que anestesian y no creo
que produzcan el efecto que los reporteros querrían. Por otra parte, el poder
de los medios de comunicación, especialmente la televisión, es todavía inmenso aunque
estén tomando una deriva hacia la espectacularidad morbosa. Lamentablemente lo
que no sale en la tele no existe, según la teoría de la fijación de agenda
(agenda-setting): si hay disturbios en Misuri, no queda espacio para hablar de
la guerra de Siria; si se habla de Siria, no queda espacio para Palestina. Pero
si esas imágenes no salieran, ¿la impunidad sería mayor? Sin duda.
Además, cada vez estoy más segura de que no debemos esperar
grandes cambios. Así que si ese trabajo de los reporteros consigue movilizar a
personas anónimas que con sus pequeñas aportaciones alivian mínimamente el
sufrimiento de la gente en una situación de conflicto, todo queda justificado.
Director: Erik Poppe
Intérpretes: Juliette Binoche (Rebeca), Nicolaj Coster-Waldau (Marcus), Lauryn Canny (Steph)
Guion: Erik Poppe
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