El autor.-
Joaquín Berges nació en Zaragoza en 1965. Es licenciado en
Filología Hispánica. En 2009 publicó su primera novela, El club de los estrellados, elegida como “mejor opera prima en
castellano”, en el Festival du Premier Roman de Chambéry (Francia). Otras
novelas suyas son: Vive como puedas y
Un estado del malestar.
Sinopsis.-
Javier, un neurólogo de mediana edad, conduce por una
carretera del Pirineo aragonés cuando atropella a una jabalina. Durante unos
días convive con los habitantes de Sinia, un pueblo construido de nueva planta
para realojar a los habitantes del pueblo viejo, anegado por el pantano. Cíclicamente,
cuando las aguas bajan, el pueblo viejo y sus secretos vuelven a la superficie.
Mi opinión.-
Esta es la primera novela que leo de Joaquín Berges y creo
que, con ella, el autor ha querido dar un giro a su trayectoria. Las anteriores
parece que son obras maestras del humor. No es el caso de ésta. Confieso que no
ha conseguido emocionarme (a veces, ni siquiera interesarme), aunque está
planteada como una novela de curación y de segundas oportunidades, de
culpabilidades que afloran cíclicamente, como el pueblo viejo hundido en el
pantano.
Javier habla durante toda la novela en primera persona y en
presente; describiendo meticulosamente el momento preciso que está viviendo. Esto hace que el lector participe en el mismo momento de la acción del personaje, pero a mí no me ha parecido bastante. En realidad me parece una novela bastante superficial. No
sé si se trata de una novela de carretera o un western, o tiene, a partes iguales, algo de los dos géneros: se refiere a su coche como “su montura”; llega al pueblo cuando en el “saloon”
se está jugando un campeonato de guiñote; el “sheriff” es un guardia civil que
habla en infinitivo; se encuentra con una galería de personajes masculinos
pintorescos y una mujer, casi la única, misteriosa y dolorida que le cobija en su casa; además hay
un bar de putas, “Las tres sorores”; y se hace una referencia a la
caravana de mujeres que se organizó hace 25 años (que imitaba a una realizada en una película
del oeste). Pero todo resulta un poco artificioso.
Es un reencuentro también con la naturaleza. Creo que en
todos los capítulos de la novela o en la mayor parte de ellos, Javier orina “con
fruición” o defeca “al aire libre”. Simbólicamente se alivia de sus empachos
existenciales de esta manera que resulta un poco pueril y manida. Los lugareños le
invitan a una cacería en la que fracasa porque no sabe disparar y al burdel en
el que tampoco folla porque se lía a hablar con una camarera argentina de
escote vertiginoso que es psicóloga. O todo resulta un poco superficial o yo no
he sabido ver la profundidad.
Sí que me ha gustado el simbolismo del pantano cubriendo todos
los pecados y las culpas que, sin embargo, cíclicamente reaparecen para
recordar que están ahí y que todavía no han sido expiados. Y que al final de la
novela siguen sin serlo. Javier está huyendo de su familia, de su trabajo y de
su vida, pero después de 9 días en Sinia, volverá a su casa y tengo la intuición de todo volverá a
quedar sumergido, hasta la próxima.
Reconozco que la novela está muy bien escrita, pero en
ningún momento he conseguido empatizar con las tribulaciones de este cincuentón
andropáusico. Y es que parte de sus problemas están ahí. Yo creo que intuye que
su época de macho triunfador empieza a terminar y necesita tiempo para
asimilarlo. Se sigue sintiendo atraído por mujeres treintañeras, pero las
treintañeras prefieren ahora a hombres más jóvenes.
La línea invisible del horizonte
Joaquín Berges
Tusquets Editores
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