jueves, 30 de octubre de 2014

Narrativa: Medusa de Ricardo Ménendez Salmón (2012)

El autor.-
Menéndez Salmón
Es licenciado en Filosofía y colabora también en prensa (suplemento cultural de ABC). Su obra más conocida es la Trilogía del mal, con la que recibió el Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao en 2009, compuesta por La ofensa, Derrumbe y El corrector. Otras obras: La luz es más antigua que el amor.

Sinopsis.-
Desde niño Prohaska vive fascinado por las imágenes, especialmente por las que nacen del horror. Los desastres del siglo XX son el material perfecto para su obra.


Mi opinión.-
He leído por ahí que Medusa es una biografía inventada. Yo prefiero decir que es la biografía real de un personaje ficticio. De un personaje muy poderoso, tanto que al finalizar el libro, te pones a buscar información para saber si realmente ha existido. Prohaska es fotógrafo, pintor, dibujante y cineasta, en resumen, un testigo cualificado de la brutalidad del siglo XX. El autor dice que no está basado en ningún personaje real concreto, pero sin duda hubo de haber varios Prohaska (y los sigue habiendo) encargados de dar testimonio escrupuloso del horror.

Prohaska es un niño huérfano y un adulto que ha perdido a su hijo. Es un eslabón suelto, sin anclaje en el pasado y sin continuidad hacia el futuro. Es nada. Sólo quedan de él sus testimonios. Opta por dibujar, pintar, fotografiar o filmar todas las formas de horror posibles vividas durante el siglo XX. Desde los campos nazis, hasta las consecuencias de las bombas atómicas en Japón y varias atrocidades más.

Menéndez Salmón da por descontado que el oficio del testigo es dar testimonio y desaparecer. Fijar las imágenes en papel o en lienzo, tal y como hacía la Medusa con sus enemigos, petrificarlas. Pero no sentimos las emociones de Prohaska. Nos resulta un personaje muy lejano, al que accedemos a través del trabajo de un historiador actual que encuentra la biografía que su amigo Stelenski, un judío superviviente de los campos nazis, escribió sobre él. Allí donde Prohaska documentaba el horror, el amigo lo vivía en carne propia.

Esa lejanía entre Prohaska y el lector nos impide caer en la trampa moral de si el testigo debería impedir el horror o sólo documentarlo. Para el autor, está claro que juzgar y explicar llevan a la reflexión y la reflexión lleva a la culpa. Tenemos la tentación de pensar en los encargados de las cámaras de gas nazis como en brutos sin ningún tipo de refinamiento intelectual, pero los diseñadores de esas formas de matar tan sofisticadas sí que eran refinados intelectuales, médicos (que había jurado salvar vidas) o juristas (que veneraban hacer justicia). Entonces, ¿cómo explicar su deriva hacia la atrocidad? Es imposible. Prohaska se libra de estas dudas, porque sus imágenes no tienen que explicar nada, sólo documentan. 





Medusa
Ricardo Menéndez Salmón 

Ed. Seix Barral 

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