La autora.-
Nació en 1968 en Zaragoza y actualmente vive en Barcelona.
Es periodista además de escritora. Periodista todoterreno: ha hecho
radio, prensa escrita, ahora participa en debates televisivos y saca tiempo
también para mantener encuentros con sus lectores. Todo un torrente de energía.
Ha escrito también: Últimos días en el
puesto del este, Así murió el poeta Guadalupe, No acaba la noche. Con Las niñas perdidas ganó el Premio
Hammett de la Semana Negra de Gijón en 2012.
El Premio Hammett es concedido por la Asociación Internacional de Escritores Policíacos desde 1988, a la
mejor novela policíaca escrita en español. Cristina Fallarás ha sido la primera
mujer en ganarlo (y hasta ahora la única).
Sinopsis.-
Genaro, un tipo un poco turbio, recibe un encargo difícil de
hacer. Ajustar cuentas con un jodido
calvo yonki que se come a las niñas que se pierden. Victoria González es
una detective privado que tratará de encajar todas las piezas de este asunto
tan sórdido en una Barcelona que no sale en las guías para turistas.
Mi opinión.-
He dicho de la autora que es un torrente de energía. Así se
presentó hace unos días en la tertulia de mi taller de lectura. Ella misma
lo reconoció: soy intensa y agoto a la
gente. Pero fue todo un placer escuchar a alguien que habla con tanta
pasión de su trabajo y de la vida; de sus miedos como mujer y como periodista.
Un placer, sin duda.
Sorprendentemente, Las
niñas perdidas es una novela negra que propone una reflexión sobre la
maternidad y la violencia, dos temas pocas veces relacionados con este tipo de
novelas. Sólo por esto ya se merece el premio que se llevó. Cristina Fallarás
nos pone frente a una cuestión importante: qué es mejor para un hijo o hija,
¿una mala madre o una no-madre?
Victoria González, la detective, está un poco de vuelta de
todo. De vuelta de viajes peligrosos en el mundo de la droga. Ahora está
embarazada y con su tripón se pasea por la ciudad y se mete en la mierda que su
oficio requiere. No siempre sale indemne pero no sabe vivir de otra manera.
Será buena o mala madre, pero desde luego tiene la absoluta determinación de
ser madre y de proteger a su hija frente a todos los males del mundo. La
tortura, violación y asesinato de dos hermanas de 3 y 5 años le demostrará que
eso no será posible, pero no por ello se va a dejar amilanar.
Victoria González no puede hacer justicia porque ese
submundo tiene sus leyes y ni siquiera la policía puede entrar ahí. Pero no
ceja en su empeño de querer entender cómo esas pobres criaturas se han perdido
en el bosque donde los malvados de Barcelona secuestran a las niñas y se las
comen.
Aparece durante toda la novela todo un elenco de madres
desoladas por diferentes razones. La madre de las niñas asesinadas es una
muerta viviente. Ausente, drogada, dormida, incapaz de defender a sus hijas,
sólo puede vengarlas ahora que están muertas. La abuela de las niñas asesinadas
ha hecho del silencio y del sometimiento su forma de vida, totalmente adecuada
a la elegancia de su alta clase social: no supo entender a su hija ni
defenderla y abandonó a sus nietas en brazos de una no-madre de acogida,
estéril, rígida y sin alma. La madre de Victoria González se consuela en el
alcohol de una vida marcada por la decepción política, la falta de expectativas
y por la culpabilidad. Victoria está rodeada de todas estas madres y de toda la
rabia que esas madres le producen. Ninguno de esos modelos le sirve para sus
propósitos de proteger a su hija.
La novela es dura. Su lenguaje sádico y rabioso, explícito,
que se corresponde con la descripción de un mundo que hace de la violencia
contra las niñas, que no pueden llegar a ser mujeres, una industria lucrativa. Y
que la autora utiliza como conjuro para superar sus miedos. Espero la segunda novela.
Las niñas perdidas
Cristina Fallarás
Roca Editorial
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