jueves, 16 de enero de 2014

Cine: 12 años de esclavitud de Steve McQueen

12 años de esclavitud parece que va a ser Oscar este año; de momento ya ha sido Globo de Oro. No me extraña porque la película es muy buena; lo tiene todo para gustar en Hollywood. Un episodio dramático, buenas interpretaciones y un culpable del horror. 

Es la adaptación cinematográfica de un libro clásico de Estados Unidos. Como se suele decir basado en hechos reales. La autobiografía, del mismo título, fue escrita por Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor). Un hombre negro y libre, músico de profesión que vivía en el estado de Nueva York, a mitad del siglo XIX; nacido libre, fue secuestrado y vendido en el sur de Estados Unidos. La película es el relato de su supervivencia. 

Una galería de personajes especulares: el amo bueno, el amo malo; el capataz bueno, el capataz malo. Y Solomon, a quien no le dejan ni utilizar su propio nombre, en medio de ellos; pasando de uno a otro y esperando que el siguiente no sea peor; camuflando su alma de hombre libre y culto a su nueva condición de esclavo. Como es de esperar en una película que aborda la esclavitud, hay escenas explícitas de violencia. Pero no son gratuitas, desde mi punto de vista están plenamente justificadas. Golpes, palizas, vejaciones, abuso sexual, todo muy medido, muy sobrio. Y aunque resulta duro de ver, después de Tarantino ya nadie se puede asustar de la violencia en el cine. 

No quiero decir que sea una película ligera; pero es una película para Hollywood. Es evidente que en una autobiografía no se tiene la obligación de hacer un análisis político-económico de la época, sólo es un testimonio personal. Pero en este caso, si el director, en la película, no nos lleva más allá del relato personal tampoco nos ayudará a entender qué fue la esclavitud. 

A mí hace bastante tiempo que me interesa entender qué fue la esclavitud, por qué surgió y cómo terminó, si es que ha terminado. Así que esta película me ha servido como excusa para buscar información. La esclavitud ha existido siempre y en todas las culturas; los esclavos más frecuentes eran prisioneros de guerra y también los que incurrían en deudas que no podían pagar. Sin embargo, la caza, captura y comercio de personas a gran escala fue posterior y estuvo ligada a un tipo de explotación económica. 

La colonización de Estados Unidos, sobre todo en el sur, posibilitó el cultivo de grandes extensiones de terreno y dada la precaria mecanización de las explotaciones agrarias era necesario tener abundante mano de obra. Cuanto más barata mejor, más competitivos podían ser los precios y mayores beneficios podía obtener el terrateniente capitalista. He leído que uno de ellos, de Luisiana, llegó a tener 700 esclavos; en plantaciones perfectamente jerarquizadas y organizadas. Pero esto era la excepción. Lo normal era que los propietarios tuviesen pocos esclavos, porque eran muy caros. Así que, en realidad, no se trataba tanto de la superioridad de una raza o de la inferioridad de otra; sólo era un asunto de dinero. Nada personal, aparentemente.

El hecho de que uno de los amos de Northup (Michael Fassbender) sea un sádico psicópata y violador, que babea torturando niñas negras, nos lleva por un desfiladero peligroso. Porque nos hace empatizar con los esclavos que han sufrido esa violencia extrema, pero quizá nos impida reconocer la esclavitud cuando no va a acompañada de una violencia tan brutal. Se me ocurre pensar en otro personaje de cine, la esclava Mamie de Lo que el viento se llevó, que cuidaba amorosamente de su señorita Escarlata y regañaba sin ningún miramiento a su señorito Rhett Butler. El amo malo es un sádico violento; el amo bueno ayuda a sus esclavos. Pero no deberíamos olvidar que los dos son amos. 

No creo que la mayoría de amos fuese tan brutal, por una razón muy simple, porque nadie maltrata sus inversiones. Los esclavos eran una maquinaria muy necesaria para los amos y muy cara. La existencia o inexistencia de esa violencia tan brutal, nos puede confundir a la hora de reconocer la esclavitud allí donde esté; porque hoy se sigue produciendo. La esclavitud fue legal. A veces la ley permite aberraciones. Un empresario actual sabe que una persona no puede vivir con un salario de 700 euros al mes, por 8 horas diarias de trabajo, pero no paga más porque la ley se lo permite; también los amos sabían que la esclavitud era un horror moral, pero seguían teniendo esclavos porque la ley se lo permitía. 

En esas condiciones de muerte-en-vida, la pregunta es ¿por qué no se rebelaban los esclavos? Es posible que no lo hicieran porque no había esperanza de mejora. Imposible volver a su tierra de origen. Pero estoy segura de que había otros motivos también. No se puede mantener a mucha gente sometida, durante mucho tiempo sólo a base de violencia; es más efectivo convencerles de que la esclavitud es designio de Dios o que es una etapa intermedia antes de alcanzar la civilización y la libertad o incluso, y mucho más retorcido, los amos podían crear lazos emocionales con los esclavos. Al fin y al cabo les confiaban la crianza de sus hijos. Lazos emocionales mucho más perversos que la violencia psicópata; porque son más difíciles de reconocer y de romper. En España tenemos un ejemplo claro de película por antonomasia sobre la esclavitud emocional y la fidelidad perruna. Los santos inocentes de Mario Camus. 

Esta película me ha hecho pensar mucho. Por eso ya se merece el óscar. Aunque Steve McQueen, el director, ha optado por una narración clásica, buscando “gustar”, no se le puede negar que ha sido valiente. Apoyándose en las interpretaciones de Michael Fassbender y Chiwetel Eijofor, con primeros planos elocuentes que no necesitan palabras, miradas perdidas en el maltrato psicológico pero donde todavía brilla el deseo de vivir. La crítica también ha destacado la actuación de Lupita Nyong’o, la niña esclava Patsy, que hace muñecas con mazorcas de maíz y que ni siquiera es dueña de suicidarse. 



Director: Steve McQueen
Guion: John Ridley sobre la autobiografía de Solomon Northup
Fotografía: Sean Bobbit
Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Benedict Cumberbatch, Paul Dano.

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