La danza oriental, raks sharquí, es lo que aquí llamamos
danza del vientre. Esta denominación de danza del vientre se hizo popular a
partir de la exposición Universal de París de 1889, donde se recreó una calle
de El Cairo incluyendo sus danzas callejeras. Bailarinas que ejecutaban, casi desnudas,
movimientos considerados procaces y muy distintos a los de la danza clásica europea. Fue todo un escándalo. A mí me gusta más llamarla danza oriental. Por dos razones: primera, no se sabe exactamente dónde está su origen, pero en el Mediterráneo Oriental seguro y segunda, en la danza oriental no se sólo se mueven el
vientre y la cadera.
Por lo que respecta a su origen, por supuesto es un baile
popular. No está muy claro si es una danza egipcia o turca. Ambos países se
disputan ser su lugar de nacimiento. Desde luego, es una danza mediterránea, de
mujeres y según la tendencia más mística, ligada a ritos de fertilidad. Se
supone que en el pasado más remoto de la humanidad, existieron matriarcados y
sociedades de mujeres más tarde aplastadas y sustituidas por cultos masculinos.
No hay evidencia científica de que haya sido así, pero los partidarios de esta
teoría afirman que subsistieron cultos a la Diosa Madre de los que la danza
oriental sería una muestra.
Yo no soy nada mística en este aspecto. Bailar es bailar y
nada más. Cuando estuve en Alepo (Siria), hace unos años, fui a un hammam.
[Hago un paréntesis para decir que es una vergüenza cómo se está comportando la
comunidad internacional con el pueblo sirio, masacrado desde hace años, sin que
pueda arbitrarse de ninguna manera un alto al fuego. Vergonzoso]. Bueno, pues
en Alepo estuve pasando una tarde en un hammam, que no sólo es para darse
baños, es también un lugar de relación y ocio. Allí, en el salón del hammam,
había un grupo de mujeres jóvenes y adultas, supongo que familiares y amigas, comiendo
pasteles, riendo y bailando. Celebraban algo para ellas mismas y bailaban
aisladas del mundo.
Es decir que la danza oriental no es sólo un espectáculo. Es
diversión. Bailar es pasárselo bien. Pero es una danza por y para mujeres. Me
gustó mucho ver a esas mujeres bailando para ellas mismas. Porque la cadera de
la Diosa cuando danza hace girar al mundo.
Y respecto a cómo es la danza en sí. Hay que perderse en los
movimientos ondulantes. Son profundamente armónicos, continuos, fluidos, pero a
la vez separados, segmentados. Es una danza muy especial, difícil de practicar
y desde luego de dominar. No sólo implica mover la cadera. Los brazos, los
hombros y las manos son muy importantes, también. La sonrisa, los guiños y la
picardía de la bailarina son la guinda de la danza.
Este año me decidí a empezar a practicarla y ha sido una
experiencia que pienso continuar. Como parte del final de curso (de mi grupo y
de otros), la profesora, Irene Arroyo, decidió montar un espectáculo: Luna de
Oriente. Que espero que durante el verano repita en algún sitio.
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