jueves, 4 de septiembre de 2014

Cine: Lucy de Luc Besson

En 1974, se descubrió un esqueleto fósil de una homínida del género Australopithecus. Fue un hito porque permitió comprobar que, aunque estos homínidos seguían teniendo un cerebro relativamente pequeño ya caminaban erguidos y se empezaban a distinguir del resto de homínidos. No es una casualidad que la protagonista de esta película se llame también Lucy. Ambas son eslabones de la misma cadena, principio y final de la evolución; incluso, en una escena de esta película, que recuerda a La creación de Adán de la Capilla Sixtina, las dos Lucys se encuentran.

Es una película de acción entretenida, aunque el guion al final flojea un poco. Se plantea qué ocurriría si fuésemos capaces de valernos de toda nuestra capacidad mental que, al parecer, mantenemos tan infrautilizada. Pues eso le ocurre a Lucy (Scarlett Johansson). Es una estudiante rubia y minifaldera que vive en Taipei. Su noviete la mete en un lío con unos mafiosos que la utilizan de mula para introducir una nueva droga sintética en Europa. Durante una pelea, la bolsa de droga se rompe dentro de su cuerpo y su organismo empieza a asimilarla. Se vuelve más fuerte, insensible al dolor; aumenta su capacidad de oído y puede recordarlo todo: el sabor de la leche materna cuando era un bebé, todos los besos que su madre le dio. Durante la transformación se le hace evidente que no podrá sobrevivir mucho tiempo y empieza a buscar respuestas. El profesor Norman (Morgan Freeman) es un científico que, excepto asistir a su transformación y recibir su legado, poco podrá hacer por ella.

Es interesante porque hace unos años a ningún director o productor se le hubiera ocurrido que una rubia sexy interpretase un papel de víctima/heroína de una banda de traficantes de droga. Luc Besson ha dicho en una entrevista que le parecía más interesante que este papel fuese para una mujer porque la evolución resulta más chocante. Scarlett Johansson le da credibilidad a la transformación: de joven ingenua que intuye que se ha metido en algo que no puede manejar a eslabón final de la evolución, es capaz de mantener la humanidad del personaje. Es conmovedora la escena en la que se despide de su madre.

Sin embargo, la película se queda corta. No explota la reflexión moral o filosófica que supone que alguien pueda abarcar el límite del conocimiento. Conocer todo, el pasado, el presente y el futuro; lo que le ha pasado a uno mismo y lo que le ha pasado a toda la humanidad. Pero no sólo conocer los hechos, sino también volver a sentirlo todo, a recordarlo todo. Estar por todos sitios; revivir eternamente todo. Parte del secreto del conocimiento es que en realidad nunca morimos del todo y así lo dice Lucy cuando se desintegra, “estoy en todos sitios”.

Desde ese punto de vista, resulta demasiado fácil imaginar qué pasaría si alcanzásemos el pleno rendimiento mental. ¿Quién puede verlo todo, sentirlo todo, conocerlo todo, recordarlo todo porque lo ha vivido todo y que puede estar en el presente, en el pasado y en futuro al mismo tiempo? ¿Quién es aquel, aquella o aquello que es pura existencia fuera de la dimensión espacio temporal y sin un cuerpo que le limite? Yo diría que es Dios. En este caso Diosa. Lástima que la película no llegue a estas reflexiones y se pierda en un final que chirría. 



Director y Guion: Luc Besson
Intérpretes: Scarlett Johansson, Morgan Freeman y Amr Waked

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