En 1974, se descubrió un esqueleto fósil de una homínida del
género Australopithecus. Fue un hito porque permitió comprobar que, aunque
estos homínidos seguían teniendo un cerebro relativamente pequeño ya caminaban
erguidos y se empezaban a distinguir del resto de homínidos. No es una
casualidad que la protagonista de esta película se llame también Lucy. Ambas
son eslabones de la misma cadena, principio y final de la evolución; incluso, en una escena de esta película, que recuerda
a La creación de Adán de la Capilla
Sixtina, las dos Lucys se encuentran.
Es una película de acción entretenida, aunque el guion al final flojea un poco. Se plantea qué ocurriría si fuésemos capaces de valernos
de toda nuestra capacidad mental que, al parecer, mantenemos tan
infrautilizada. Pues eso le ocurre a Lucy (Scarlett Johansson). Es una
estudiante rubia y minifaldera que vive en Taipei. Su noviete la mete en un lío
con unos mafiosos que la utilizan de mula para introducir una nueva droga
sintética en Europa. Durante una pelea, la bolsa de droga se rompe dentro de su
cuerpo y su organismo empieza a asimilarla. Se vuelve más fuerte, insensible al
dolor; aumenta su capacidad de oído y puede recordarlo todo: el sabor de la
leche materna cuando era un bebé, todos los besos que su madre le dio. Durante la transformación se le hace evidente que no podrá
sobrevivir mucho tiempo y empieza a buscar respuestas. El profesor Norman (Morgan Freeman)
es un científico que, excepto asistir a su transformación y recibir su legado,
poco podrá hacer por ella.
Es interesante porque hace unos años a ningún director o
productor se le hubiera ocurrido que una rubia sexy interpretase un papel de víctima/heroína
de una banda de traficantes de droga. Luc Besson ha dicho en una entrevista que
le parecía más interesante que este papel fuese para una mujer porque la evolución resulta más chocante. Scarlett
Johansson le da credibilidad a la transformación: de joven ingenua que intuye que se ha
metido en algo que no puede manejar a eslabón final de la evolución, es capaz
de mantener la humanidad del personaje. Es conmovedora la escena en la que se
despide de su madre.
Sin embargo, la película se queda corta. No explota la
reflexión moral o filosófica que supone que alguien pueda abarcar el límite del
conocimiento. Conocer todo, el pasado, el presente y el futuro; lo que le ha pasado a uno mismo y lo que le ha pasado a toda la humanidad. Pero no sólo
conocer los hechos, sino también volver a sentirlo todo, a recordarlo todo.
Estar por todos sitios; revivir eternamente todo. Parte del secreto del
conocimiento es que en realidad nunca morimos del todo y así lo dice Lucy cuando se
desintegra, “estoy en todos sitios”.
Director y Guion: Luc Besson
Intérpretes: Scarlett Johansson, Morgan Freeman y Amr Waked
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