El jardín de la mansión de Norma Desmond es el retrato de su
decadencia. Norma Desmond es un antigua estrella del cine mudo, recluida en su
fabulosa casa, rodeada de recuerdos y visionando constantemente las películas
que la llevaron al Olimpo. Su sonrisa grotesca y sus poses exageradas, son máscaras que recuerdan los primeros planos de las películas mudas. Todo en ella es excesivo, hasta su manera de fumar con un artilugio exquisito para no tocar el
cigarrillo con las manos. La excentricidad culmina organizando un funeral para su mono. Aun con todo, no resulta estridente o desagradable. Al contrario, la interpretación de Gloria Swanson provoca
ternura.
Es también la película de un gran amor. El amor de Max, el
mayordomo, por Norma ha sido capaz de sobrevivir a todo. Él fue en otro tiempo
el gran director de cine encargado de las mejores películas de Norma y también su
primer marido. Ahora se conforma con ser el mayordomo y el ángel guardián que
la protege de sus constantes tentativas de suicidio. Un gran amor, sin duda.
En esa casa irrumpe Joe Gillis. Un buen escritor sin éxito,
perseguido por sus acreedores. Sin casa y a punto de que le embarguen el coche,
su única propiedad. Treinta y tantos años, guapo, culto y con clase. Norma le “contrata”
para que revise un guion que ha estado escribiendo durante años y que pretende
convertir en película. El contrato irremediablemente incluirá el amor, por lo
menos por parte de ella. Joe trata de mantener su dignidad y de no
prostituirse, pero a regañadientes acepta los lujosos regalos, los trajes a
medida, la influencia y el estatus que le facilita Norma. Pero es que Norma
Desmond es muy atractiva, divertida y fascinante.
Tiene alrededor de 50 años y se nota el paso de la edad,
aunque mantiene su belleza de otros tiempos. Para su vuelta al cine empieza a
prepararse: adelgaza y se somete a tratamientos de belleza, más o menos
agresivos. Se nos critica a las mujeres estar obsesionadas con la edad y en
querer mantener a toda costa la juventud. Yo no tengo problemas con decir mi
edad (52), pero entiendo que otras mujeres no quieran hacerlo porque puede ser perjudicial
para nosotras. Curiosamente el verbo
que se utiliza para preguntar por la edad es confesar: fulanita confiesa su edad o fulanita no confiesa su edad. Como si la
edad, en las mujeres, fuese un pecado o un delito.
Evidentemente no es un pecado. Pero sí que, en determinados ambientes o sobre todo ahora, a la hora de buscar trabajo, nos perjudica “confesar” nuestra edad. “Pensábamos en alguien más joven”, es una respuesta habitual de los
reclutadores de ETT. Los hombres no sufren esa presión con la edad. Frecuentemente veo, en la televisión o en la calle,
hombres más jóvenes que yo y que tienen un aspecto físico ruinoso, sin embargo
no se les juzga por él. Canas amarillentas, barrigas cerveceras y pelos en las
orejas y en la nariz.
Pero volviendo a la película, también es una mirada ácida a la
industria del cine. A veces convertida en una picadora de carne. Un monstruo
insaciable devorando tiernas criaturas o convirtiéndolas en ácidos despojos de
sí mismas. En el caso de Norma, la vida la ha tratado bien, pero no es
consciente de que su momento ha pasado. Ha estado demasiado tiempo sin cultivar, como su jardín. La genialidad de Billy Wilder consigue que Norma vuelva a
brillar en su última escena, dirigida por su fiel Max.
“Soy grande; las que se han quedado pequeñas son las
películas”. Así se define Norma Desmond.
Director: Billy Wilder
Intérpretes: Gloria Swanson, William Holden y Erich von Stroheim
Música: Franz Waxman
Fotografía: John F. Seitz
Yo suscribo a Fernando Trueba: "Me gustaría creer en Dios, pero sólo creo en Billy Wilder". Pues eso
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