jueves, 5 de febrero de 2015

Cine: El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder (1950)

El jardín de la mansión de Norma Desmond es el retrato de su decadencia. Norma Desmond es un antigua estrella del cine mudo, recluida en su fabulosa casa, rodeada de recuerdos y visionando constantemente las películas que la llevaron al Olimpo. Su sonrisa grotesca y sus poses exageradas, son máscaras que recuerdan los primeros planos de las películas mudas. Todo en ella es excesivo, hasta su manera de fumar con un artilugio exquisito para no tocar el cigarrillo con las manos. La excentricidad culmina organizando un funeral para su mono. Aun con todo, no resulta estridente o desagradable. Al contrario, la interpretación de Gloria Swanson provoca ternura.

Es también la película de un gran amor. El amor de Max, el mayordomo, por Norma ha sido capaz de sobrevivir a todo. Él fue en otro tiempo el gran director de cine encargado de las mejores películas de Norma y también su primer marido. Ahora se conforma con ser el mayordomo y el ángel guardián que la protege de sus constantes tentativas de suicidio. Un gran amor, sin duda. 

En esa casa irrumpe Joe Gillis. Un buen escritor sin éxito, perseguido por sus acreedores. Sin casa y a punto de que le embarguen el coche, su única propiedad. Treinta y tantos años, guapo, culto y con clase. Norma le “contrata” para que revise un guion que ha estado escribiendo durante años y que pretende convertir en película. El contrato irremediablemente incluirá el amor, por lo menos por parte de ella. Joe trata de mantener su dignidad y de no prostituirse, pero a regañadientes acepta los lujosos regalos, los trajes a medida, la influencia y el estatus que le facilita Norma. Pero es que Norma Desmond es muy atractiva, divertida y fascinante.

Tiene alrededor de 50 años y se nota el paso de la edad, aunque mantiene su belleza de otros tiempos. Para su vuelta al cine empieza a prepararse: adelgaza y se somete a tratamientos de belleza, más o menos agresivos. Se nos critica a las mujeres estar obsesionadas con la edad y en querer mantener a toda costa la juventud. Yo no tengo problemas con decir mi edad (52), pero entiendo que otras mujeres no quieran hacerlo porque puede ser perjudicial para nosotras. Curiosamente el verbo que se utiliza para preguntar por la edad es confesar: fulanita confiesa su edad o fulanita no confiesa su edad. Como si la edad, en las mujeres, fuese un pecado o un delito.

Evidentemente no es un pecado. Pero sí que, en determinados ambientes o sobre todo ahora, a la hora de buscar trabajo, nos perjudica “confesar” nuestra edad. “Pensábamos en alguien más joven”, es una respuesta habitual de los reclutadores de ETT. Los hombres no sufren esa presión con la edad. Frecuentemente veo, en la televisión o en la calle, hombres más jóvenes que yo y que tienen un aspecto físico ruinoso, sin embargo no se les juzga por él. Canas amarillentas, barrigas cerveceras y pelos en las orejas y en la nariz. 

Pero volviendo a la película, también es una mirada ácida a la industria del cine. A veces convertida en una picadora de carne. Un monstruo insaciable devorando tiernas criaturas o convirtiéndolas en ácidos despojos de sí mismas. En el caso de Norma, la vida la ha tratado bien, pero no es consciente de que su momento ha pasado. Ha estado demasiado tiempo sin cultivar, como su jardín. La genialidad de Billy Wilder consigue que Norma vuelva a brillar en su última escena, dirigida por su fiel Max.

“Soy grande; las que se han quedado pequeñas son las películas”. Así se define Norma Desmond. 


Director: Billy Wilder
Intérpretes: Gloria Swanson, William Holden y Erich von Stroheim
Música: Franz Waxman
Fotografía: John F. Seitz 

1 comentario:

  1. Yo suscribo a Fernando Trueba: "Me gustaría creer en Dios, pero sólo creo en Billy Wilder". Pues eso

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