Tragicomedia de lo absurda que es la guerra. Criticada porque no
profundiza ni en las causas del conflicto ni en las motivaciones de los
cooperantes; pero es que ésta no sería la tarea de la película. Simplemente, León de Aranoa pone la cámara
delante de una situación absurda y ahí nos deja, para que la miremos de frente.
Y nos quedamos con amargura porque lo poco que puede hacer la gente de buena
voluntad, con pocos recursos y arriesgando su vida queda diluido por la mala
leche y el empecinamiento de quienes quieren seguir matando y matándose.
Un grupo de cooperantes debe de asegurarse de que la
población rural, en algún lugar de los Balcanes arrasados por la guerra,
disponga de agua potable. Pero el único pozo de la zona está “ocupado” por un
cadáver gordo y lustroso. Todo lo lustroso que puede ser un cadáver y lo
suficientemente gordo para que se rompan todas las cuerdas con las que intentan
sacarlo.
A partir de aquí asistimos al desvarío total en busca de una cuerda, en
un territorio donde escasean porque no dan abasto para ahorcar a la gente. Unos
ahorcan a los otros; otros a los unos y, a veces, todos se ahorcan al mismo
tiempo para que no quede nadie. Absurdo.
El conflicto de los Balcanes fue algo que Europa no esperaba
ni supo prever. Nadie podía pensar que en la sensibilizada Europa, ejemplo
cultural para el mundo, esto pudiera volver a pasar. Las viejas identidades asesinas,
reverdecidas por el caos surgido de la descomposición de la ex Yugoslavia, salieron con verdaderas ganas de
matar, a todo y a todos; en todas direcciones, como si un ciego disparase una
ametralladora.
En ese contexto se mueven los personajes. Pertenecen a una
ONG civil pero están bajo mando militar. Los militares tampoco pueden hacer
gran cosa porque el alto el fuego es muy frágil. Sin embargo, estos cooperantes se embarcan en
localizar una cuerda lo suficientemente fuerte para que pueda subir al gordo
cabrón muerto. No sabemos gran cosa de los personajes ni nos hace falta porque los verdaderos protagonistas son el absurdo y también el azar, la casualidad e incluso
la lluvia que acabará resolviendo un problema creando otro.
Allá van en busca de una cuerda: la joven idealista que se
acaba de incorporar a la misión de paz; el hombre curtido y un poco
desesperanzado que está a punto de abandonar; el loco sin familia, sin pasado y
sin futuro; la burócrata, metódica y organizada que intenta encajar en su
informe la espontaneidad de la vida. A estos cooperantes se unen el intérprete que intenta
vivir a caballo entre el horror y el absurdo, y un niño que sólo
quiere volver con sus padres, sin saber que ya han sido ahorcados por una de
esas cuerdas tan necesarias. Todos los esfuerzos que hacen por solucionar el
problema son ineficaces. Por más que se desvivan por ayudar, hay otros, combatientes o no, (muchos
más) que viven para perjudicar; al final los seres humanos quedan retratados
como lo que son seres frágiles, a los que la lluvia pone en su lugar y una vaca puede arruinarles el día.
Lo mejor de la película los actores, que con apenas unas pinceladas
hacen creíbles a sus desbaratados personajes, la música y el humor. No es un humor
(excesivamente) negro ni manipulador ni tampoco hiriente. Humor trágico, pero
para seguir adelante. Muy recomendable.
Director: Fernando León de Aranoa
Guion: Fernando León de Aranoa, Diego Farias (Novela Paula Farias)
Fotografía: Alex Catalán
Música: Arnau Bataller
Intérpretes: Tim Robbins, Benicio del Toro, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry, Fedja Stukan, Eldar Residovic.
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