El autor.-
José Mallorquí fue guionista en la radio y escritor de
novelas populares, principalmente del oeste y también de misterio. Otras obras
suyas: El misterio de los guantes negros,
y más de 100 aventuras protagonizadas por su personaje más famoso, el Coyote.
Mi opinión.-
Aunque en esta novela el Coyote
resulta más un personaje secundario, quiero recordar que pertenece a esa serie de héroes enmascarados,
justicieros, solitarios y con una doble identidad, que aparecen por todas las
literaturas. La Pimpinela Escarlata, el Tulipán Negro, el Zorro, serían los
antecedentes; otros posteriores, serían batman o spiderman.
El desierto de Sonora |
Don César de Echagüe es un rico hacendado de origen mexicano
que vive en California a mediados del siglo XIX. También es el Coyote y para ocultarlo se esfuerza en
parecer idiota, amanerado y cobarde; preocupado más por la ropa y el humor fino
que por los problemas en California. En esta novela, el Coyote asiste a la boda de don César y esta es la excusa para que nos cuente su vida.
Para situar el contexto histórico hay que recordar que California había formado parte del Virreinato de Nueva España
hasta el final de la Guerra de Independencia de México en 1820. Era una tierra dura, rodeada por el desierto y de baja densidad de población. Pero en 1846, Estados
Unidos empezó a extenderse por el territorio mexicano, lo que se llamó la Intervención estadounidense en México o Mexican-American War, y como
consecuencia del Tratado de Guadalupe Hidalgo México terminó cediendo casi la
mitad de su territorio a EEUU, incluyendo la Alta California. A partir de
entonces y coincidiendo, además, con la fiebre
del oro, miles de emigrantes no mexicanos empezaron a llegar a California,
una tierra de prosperidad y riqueza, desplazando a la población de origen
mexicano que siglos antes había desplazado a la de origen nativo.
También había mujeres que buscaban oro y por lo que se ve en la foto llevaban corsé |
Esta estrategia de quítate
tú que me pongo yo no se producía sin violencia ni abusos. Parece que los
antiguos propietarios mexicanos tenían dificultades para aportar los títulos de
propiedad sobre las tierras y los nuevos colonos las inscribían a su favor ante
las nuevas autoridades estadounidenses. En este contexto de abusos de poder se
inscriben las aventuras de El Coyote,
que trata de proteger a los mexicanos, pero en esta novela sólo ejerce de
narrador. El verdadero protagonista es Joaquín Murrieta, un personaje
histórico, mitad bandolero y mitad justiciero que, a pesar de su deseo de
llevar una vida digna, siempre se ve empujado por la violencia a ser violento.
Joaquín Murrieta |
Había nacido en Sonora en 1829 y apenas vivió 25 años. Buscando
una vida mejor se trasladó a California a buscar oro con su jovencísima esposa.
Además de oro encontró racismo y abuso por parte de la ley respecto a los
mexicanos, a quienes se exigía el pago de impuestos especiales en una tierra
que 20 años antes había sido suya (aunque se la hubiesen quitado a otros). Además, en
un ambiente de mineros, buscavidas y delincuentes al borde de la supervivencia,
no quedado mucho espacio para una mujer. Ser mujer y ser joven y guapa era un
peligro que la esposa de Murrieta (y otras muchas) pagó con su violación y muerte. La venganza de Joaquín no
esperó mucho, y ese fue el primer paso hacia “el lado oscuro”. Después su
hermano también fue asesinado injustamente y por último él mismo. Sin embargo
quedó la leyenda, más o menos amable con el personaje histórico. Incluso Pablo
Neruda escribió una obra de teatro sobre él en 1967, Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, porque el héroe-villano
mexicano ha quedado como símbolo de la resistencia de toda Latinoamérica frente
al expansionismo de los EEUU que durante los años 1970-1980 tantos estragos
causó (y sigue causando).
Stanislas River, el lugar de la venganza |
Esta novela se publicó en 1950, en plena dictadura de Franco
que también abusaba de quienes no pensaban como él. Era un tipo de literatura para
evadirse de la gris realidad y que se leía en dos tardes como mucho, pero que, también, podía
dejar espacio para la reflexión. Así en tiempo de censura, se podían poner de relieve las injusticias
contra los más pobres y resaltar que la violencia sólo engendra más
violencia.
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