Bruce Davidson se define como un fotógrafo humanista. Durante
el convulso siglo XX y lo que llevamos del XXI ha tenido suficientes
oportunidades para demostrar su compromiso con la realidad humana. En sus
series temáticas de fotografías encontramos documentados la vida cotidiana y también los acontecimientos
más relevantes del siglo siempre como pequeñas historias.
La exposición de la Fundación Mapfre ofrece un recorrido
cronológico por sus trabajos más relevantes. A pesar de que abarca la mayor
parte de su carrera fotográfica, mostrando su evolución técnica, se mantiene su
profundo compromiso ético con la lucha del ser humano por su dignidad.
Empezó a tomar fotografías cuando era un niño y decidió ser
un fotógrafo cuando terminó la universidad. Destinado en París después durante
la II Guerra Mundial, allí conoció a Cartier-Bresson, que se convirtió en su
mentor. En 1958, ya como fotógrafo freelance profesional se incorporó a la
Agencia Magnum.
Si bien al principio se dudaba de la calidad artística de su
trabajo, considerado meramente documental, su dedicación al detalle, su apuesta
radical por la dignidad humana y la melancolía expresada en sus fotografías han
hecho que su trabajo se revalorizase con el tiempo. Sus fotografías resultan
muy dramáticas, oscuras y a veces incluso violentas, pero siempre en ellas
queda algo de esperanza.
Empieza la exposición con la serie de 1955 sobre los Wall,
una pareja de ancianos de Arizona. Bruce Davidson afirma que con ellos aprendió
una gran lección para su vida, aprendió a tener paciencia. Esta pareja accedió
a ser fotografiada durante los fines de semana y en esas tomas, Davidson captó
la inmensa paciencia y ternura que se dedicaban continuamente. Queda así documentada
la narración de una pequeña historia, la vida e intimidad de dos ancianos representativos
del modo de vida de un tiempo y un lugar concretos, pero universal.
En 1958 realizó una serie de fotografías sobre el Circo
Clyde. Para ello se unió al circo durante unas semanas, pero en lugar de
centrarse en el espectáculo de luces, color y lentejuelas, prefirió la
intimidad de los artistas y especialmente de un enano que trabajaba como
payaso. Se llamaba Jimmy Armstrong. Dada la diferencia de estatura entre
fotógrafo y fotografiado el punto de vista resalta todavía más la pequeñez del
payaso pero sin restarle un ápice de su dignidad. Según ha declarado Davidson,
con esa cercanía quería acceder al yo interior del payaso, aunque como
consecuencia de ello quedase fotografiada su soledad, su cansancio y una inmensa melancolía.
En los años 1960 también documentó las manifestaciones a
favor de los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos y en contra de
la segregación racial. Estas series, por su temática evidente, contrastan con
la tranquilidad de las fotografías tomadas en Central Park, pero al mismo
tiempo, tienen un fondo común: la constatación de que las cosas estaban
cambiando. Dentro de las fotografías tomadas en Central Park hay una que
destaca especialmente: una pareja interracial de adolescentes abrazándose pone
de manifiesto que las cosas ya habían cambiado aunque las leyes no lo supieran.
También realizó reportajes fuera de Estados Unidos y entre
ellos se desplazó a España para cubrir el rodaje de una película que no
conozco, Mando perdido de 1966. Tomó
una serie de fotografías en el sur, en Málaga y Almería. En ellas aparecen niños
pobres, desnudos y llenos de mocos, pícaros y alegres al mismo tiempo.
Una exposición para no perderse.
Fundación Mapfre
C/ Bárbara de Braganza, 13 - Madrid
Del 22 de septiembre de 2016 al 15 de enero de 2017
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