Albert Camus escribió dos versiones de esta obra. Fue su
primera obra de teatro, escrita en 1937. Sin embargo, se considera como
definitiva la publicada en 1944 y el ambiente de destrucción racional que se
vive en ella me recuerda mucho a la eficiencia burocrática puesta al servicio
de la muerte, tal y como Bauman lo analiza en Modernidad y Holocausto.
Dentro de la obra de Camus (que me gustaría poder estudiar
con mucho detenimiento), esta pieza pertenece al ciclo de la negación o ciclo
del absurdo, dominado por la desesperanza que habita en el ser humano
después de haber vivido la barbarie de la II Guerra Mundial. Algo que Unamuno
había intuido años antes, el sentimiento
trágico de la vida.
Ante el absurdo y la barbarie de la vida, al ser humano, no
le queda otro recurso que la rebelión. Pero esa rebelión es oscura y estéril.
Por más que el ser humano se esfuerce no siembra más que destrucción. Quizá
porque Calígula es un hombre y ha apartado a las mujeres de su vida. Se habla siempre de
la muerte de Drusila, pero existió la sospecha de que fue asesinada por
Calígula. Drusila, su hermana, su amante, su absoluto. Si desaparece el
MundoDrusila ya no hay porqué vivir, pero Calígula, en su delirio de poder
pretende hacer desaparecer cada uno de los mundos de sus semejantes.
Asesina a padres e hijos de sus senadores; pervierte a sus
esposas e hijas. Nada es suficiente para desplegar su poder absoluto sobre la
vida y sobre la muerte. Nada. Así empieza la obra de teatro, en la nada. Los personajes
repiten sin cesar esa palabra. Nada por
la mañana, nada por la noche. Nada desde hace tres días. Esa es la
sensación de vacío que se transmite durante toda la obra. Y para cubrir el vacío sólo el terror
del poder sin límites en manos de un exterminador.
Calígula fue el tercer emperador de Roma y perteneció a la dinastía
julio-claudia. Sus primeros años como emperador fueron prósperos; sin embargo,
pronto empezó a dar muestras de locura. Sería demasiado fácil achacar a la
locura su comportamiento, como sucedería con las aberraciones cometidas por
Hitler. Podría incluso llegar a justificarse su actitud; pero quizá lo más
trágico es que ambos demostraron lo que parecían una gran lucidez y cordura y que, en realidad, lo único que
hicieron fue llevar sus ideas hasta el límite, sin censura moral y el mundo no estaba preparado para eso. Atroz.
Este montaje se presentó el año pasado en Mérida y debió ser
espectacular. Una escenografía muy sencilla, pero muy potente. Y unas
interpretaciones desgarradoras, especialmente la de Pablo Derqui que interpreta
a Calígula. Dice el director, Mario Gas, que este texto es fundamental porque
nos presenta el miedo de la población a un tirano. No sé si tendremos mucho
miedo a los tiranos, pero últimamente incluso los elegimos democráticamente
para que nos gobiernen. Lamentable, pero cierto.
Aprovecho para recomendar
también una serie de televisión de 1976, basada en la novela de Robert Graves, Yo, Claudio, sobre la historia de la
dinastía julio-claudia. Recuerdo las escenas de Calígula, una vez que Drusila
ha muerto. Espeluznantes.
Dirección: Mario Gas
Intérpretes: Pablo Derqui, Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, David Vert, Pep Ferrer.
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