miércoles, 27 de junio de 2018

Teatro: Calígula de Albert Camus (2017)

Albert Camus escribió dos versiones de esta obra. Fue su primera obra de teatro, escrita en 1937. Sin embargo, se considera como definitiva la publicada en 1944 y el ambiente de destrucción racional que se vive en ella me recuerda mucho a la eficiencia burocrática puesta al servicio de la muerte, tal y como Bauman lo analiza en Modernidad y Holocausto

Dentro de la obra de Camus (que me gustaría poder estudiar con mucho detenimiento), esta pieza pertenece al ciclo de la negación o ciclo del absurdo, dominado por la desesperanza que habita en el ser humano después de haber vivido la barbarie de la II Guerra Mundial. Algo que Unamuno había intuido años antes, el sentimiento trágico de la vida.


Ante el absurdo y la barbarie de la vida, al ser humano, no le queda otro recurso que la rebelión. Pero esa rebelión es oscura y estéril. Por más que el ser humano se esfuerce no siembra más que destrucción. Quizá porque Calígula es un hombre y ha apartado a las mujeres de su vida. Se habla siempre de la muerte de Drusila, pero existió la sospecha de que fue asesinada por Calígula. Drusila, su hermana, su amante, su absoluto. Si desaparece el MundoDrusila ya no hay porqué vivir, pero Calígula, en su delirio de poder pretende hacer desaparecer cada uno de los mundos de sus semejantes.


Asesina a padres e hijos de sus senadores; pervierte a sus esposas e hijas. Nada es suficiente para desplegar su poder absoluto sobre la vida y sobre la muerte. Nada. Así empieza la obra de teatro, en la nada. Los personajes repiten sin cesar esa palabra. Nada por la mañana, nada por la noche. Nada desde hace tres días. Esa es la sensación de vacío que se transmite durante toda la obra. Y para cubrir el vacío sólo el terror del poder sin límites en manos de un exterminador.


Calígula fue el tercer emperador de Roma y perteneció a la dinastía julio-claudia. Sus primeros años como emperador fueron prósperos; sin embargo, pronto empezó a dar muestras de locura. Sería demasiado fácil achacar a la locura su comportamiento, como sucedería con las aberraciones cometidas por Hitler. Podría incluso llegar a justificarse su actitud; pero quizá lo más trágico es que ambos demostraron lo que parecían una gran lucidez y cordura y que, en realidad, lo único que hicieron fue llevar sus ideas hasta el límite, sin censura moral y el mundo no estaba preparado para eso. Atroz.


Este montaje se presentó el año pasado en Mérida y debió ser espectacular. Una escenografía muy sencilla, pero muy potente. Y unas interpretaciones desgarradoras, especialmente la de Pablo Derqui que interpreta a Calígula. Dice el director, Mario Gas, que este texto es fundamental porque nos presenta el miedo de la población a un tirano. No sé si tendremos mucho miedo a los tiranos, pero últimamente incluso los elegimos democráticamente para que nos gobiernen. Lamentable, pero cierto.


Aprovecho para recomendar también una serie de televisión de 1976, basada en la novela de Robert Graves, Yo, Claudio, sobre la historia de la dinastía julio-claudia. Recuerdo las escenas de Calígula, una vez que Drusila ha muerto. Espeluznantes. 


Dirección: Mario Gas
Intérpretes: Pablo Derqui, Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, David Vert, Pep Ferrer. 

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