Rachel Cusk nació en Canadá pero ha vivido desde su infancia en Reino Unido. Estudió en Oxford y publicó su primera novela muy joven, con veintiséis años en 1974. Ha ganado varios premios literarios y también ha hecho adaptaciones teatrales. Según dice la solapa de su libro empezó a escribir no ficción como respuesta a los problemas formales de la novela para representar la experiencia femenina. Otras obras suyas: La salvación de Agnes, A life’s work: On Becoming a Mother y la trilogía A contraluz, Tránsito y Prestigio.
Ya el título de este libro supone toda una declaración de intenciones. Despojos según la RAE son muchas cosas y nada buenas: la presa o botín del vencedor, la casquería, las vísceras de reses o aves muertas, lo que se ha perdido por el tiempo o por la muerte, las sobras o residuos y también los restos mortales humanos. Para Rachel Cusk despojo es aquéllo que queda una vez roto un matrimonio; los escombros sobre los que reconstruir una vida.
En esta ocasión, Cusk no utiliza la literatura para su propia reconstrucción (eso vendrá más tarde) sino que más bien su escritura supone una toma de conciencia de su situación; una evaluación de daños y sobre todo un cuestionamiento sobre las expectativas no cumplidas de la institución matrimonial. Y, además, no es muy amable consigo misma. Ella define este trabajo como un ejercicio de honestidad y eso supone, a veces, ser cruel consigo misma no por sadismo sino por la absoluta necesidad de abordar su vida y su ruptura matrimonial con objetividad y sin los artificios con que la civilización ha ido revistiendo el enamoramiento, el amor y su realización práctica el matrimonio y la familia.
Esta brutal honestidad ha supuesto en Reino Unido una gran conmoción, como también ocurrió con su anterior libro A life’s work: On Becoming a Mother, sobre su experiencia con la maternidad. Una crítica a esa visión edulcorada y fuera de la realidad con la que, frecuentemente, se engaña a las mujeres. Pues, en esta ocasión, el motivo de escándalo es que no ha contado las causas de su separación. Si ha sido un adulterio y, además, a cuál de los dos puede achacársele la ruptura. A mí este escándalo me hace reír y, desde mi punto de vista, pone a la crítica literaria al nivel de los programas reality. En fin, para no tener en cuenta estas críticas.
El libro está espléndidamente escrito. Y para mí uno de los temas que aborda es la construcción de la identidad de las mujeres. ¿Cómo nos hacemos mujeres? En mi generación (muy próxima a la de la autora) esta construcción se hacía rechazando el papel de las madres y asumiendo los valores de los padres. Quedábamos así como seres superficialmente travestidos, pseudohombres o pseudomujeres, y eso es algo que Cusk pone de manifiesto en su libro cuando se considera mala feminista o cuando quiere dejar de serlo.
En realidad, yo creo que se trata de una fase que debe de pasar toda mujer en su búsqueda constante de identidad. Fase que debe superarse no rechazando el papel de las madres, revalorizando y actualizando el papel de las madres y revisando, criticando y modificando el papel de los hombres y los padres. Porque si no es así la mujer “o hace el doble de trabajo o hace menos de lo que debería. Es dos mujeres o es media mujer” o, esta otra cita, “…la persecución feminista de los valores masculinos la ha llevado [a la mujer] al umbral de la explotación femenina”.
Rachel Cusk no rechaza el feminismo, rechaza una cierta concepción del feminismo. Yo diría que, claramente, rechaza el feminismo de la igualdad y está en proceso de reencuentro con el feminismo de la diferencia. Es decir, Rachel Cusk intenta evaluar su nueva situación pero desde su identidad reconstruida, tratando de recuperar dimensiones que lo políticamente correcto nos hizo descartar. En ese proceso de reconstrucción Cusk es muy crítica y se nota en eso el peso de su educación católica. Para ella, el catolicismo evita la confrontación y el conflicto algo que los griegos clásicos no hacía. Por ello recurre a la Grecia clásica como paradigma de pasiones enfrentadas que el catolicismo ha intentado soterrar. Sería nuevamente una confrontación entre la naturaleza, la madre y la civilización, el padre.
Por eso, la igualdad, la verdadera igualdad de género que nos incumbe a hombres y mujeres, no debe ser un mero ejercicio de travestismo, un simple intercambio superficial y temporal de roles. Pero, al mismo tiempo, la vida humana es muy complicada, no puede diseñarse con escuadra y cartabón. Las emociones humanas siempre serán caóticas e impredecibles. Recomiendo este libro, mucho, mucho, mucho. Yo, el próximo verano, me leeré su Trilogía.
Trad. Catalina Martínez Muñoz
Despojos. Sobre el matrimonio y la separación
Libros del Asteroide
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