Una buena exposición en la Biblioteca Nacional para dar a conocer y reforzar el conocimiento de figuras históricas vinculadas al siglo XIX y principios del XX. Ejemplos de estas exposiciones han sido la dedicada a Manuel Azaña o Concepción Arenal, Pérez Galdós o Valentín Carderera. Ahora hasta el 26 de septiembre se puede visitar la exposición sobre Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad.
Yo, que soy de la generación de la EGB, ya había estudiado a la Pardo Bazán en literatura como una de las grandes escritoras del siglo XIX pero, últimamente, parece que se ha retomado un proceso para darla a conocer al gran público y sobre todo para dar a conocer sus, a veces, contradictorias dimensiones. Y eso me parece muy bien. Además, también sirve para dar otra visión del siglo XIX español que siempre queda como una época casposa, rancia y con olor a naftalina. Una visión en la que España no es tan inculta, ni tan tradicional, ni tan catolicorra. Una visión europeísta, liberal, feminista y expectante ante la idea del progreso.
La Pardo Bazán, hay que nombrarla así, como la diva que fue en su momento, era una mujer moderna, culta, viajera y que, además, decidió y consiguió vivir de su oficio de escritora. Un personaje público que rompía moldes: demasiado estudiosa para ser mujer; demasiado libre para ser católica; demasiado conservadora para los progresistas; demasiado liberal para los conservadores; demasiado feminista y demasiado aristócrata; demasiado española para los gallegos y demasiado gallega para los madrileños. Una persona controvertida. Una radical feminista que no era condescendiente con las mujeres. Estaba convencida de que las mujeres debían ser valoradas como sujetos individuales y las literatas debían exponer su trabajo a la crítica con los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Para ella los hombres minusvaloraban a las mujeres y pretendían ridiculizarlas o “… después ponen a la mujer, a guisa de ajorcas, las esposas y los grillos (de oro, si quieren ustedes)”, pero al fin y al cabo esposas y grillos.
Exploró todos los géneros literarios. Desde la crónica y corresponsalía de prensa hasta los cuentos en los que abordaba la violencia de género (un siglo antes de que se acuñase ese término). También fue catedrática de literatura y se le negó la pertenencia a la RAE. No fue nada remilgada ni en su vida ni en su literatura pero tampoco practicó el escándalo por el escándalo. Simplemente era vitalista, apasionada y curiosa hasta las últimas consecuencias en una época en la que viajar a París, a entrevistarse con Émile Zola y Victor Hugo fue calificado por su propia madre como una “gravísima imprudencia”.
Consiguió una gran celebridad en su tiempo y por ello también fue sometida a burlas y caricaturas que se cebaban en su vida privada y que también trataban de dañar su trabajo literario. Se casó a los 16 años, tuvo un hijo y dos hijas a los que amamantó (escandalizando a su familia), se separó cordialmente de su marido y posteriormente mantuvo una activa vida amorosa con personas conocidos y entre ellos con Benito Pérez Galdós. Sin embargo para algunos era “Trasto viejo de desván, envuelta en polvo de rosas, mala madre, mala esposa, eso es la Pardo Bazán”. Nadie recuerda al ocurrente autor de este chascarrillo y supongo que será por haber sido tan cobarde que nunca llegó a reconocer su autoría.
En su novela La Tribuna, que leí hace unos años, la Pardo Bazán puso como protagonista a una mujer obrera. Fue la primera autora (y autor) que lo hizo. Además sus protagonistas, aunque hayan desafiado al orden social, no sufren el destino cruel que otros escritores del siglo XIX dan a las suyas. Estoy pensando en Emma Bovary o en Anna Karénina, Thérèse Desqueyroux o Nana. Mujeres, todas ellas, que se dejan embaucar por un amor ilícito y lo pagan con su vida. Fue una pionera también en el análisis de las emociones y en Los pazos de Ulloa se recrea en un mundo rural brutal, endogámico e incestuoso. En fin, una exposición muy interesante que va acompañada también de un catálogo muy completo.
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