Benito Pérez Galdós fue uno de los máximos exponentes de la novela realista en Europa. Aunque su obra fue tan extensa que puede dividirse en varias épocas con el denominador común de haber provisto a sus personajes de una gran profundidad psicológica. En los Episodios Nacionales la historia no sólo pertenece a reyes, militares y políticos, el pueblo llano también tiene su protagonismo. Otras obras suyas: Tormento, Fortunata y Jacinta, Misericordia.
Don Lope, mitad Quijote, mitad don Juan, arquetipos literarios eternos, se hace cargo de una huerfanita adolescente. Es un cincuentón arruinado por su mala vida que, cada vez, debe de buscar una casa más barata donde vivir pero que todavía puede permitirse tener servicio. La fiel Saturna también tiene su imagen especular en la literatura universal: es la dignidad, la lealtad y el pragmatismo de Sancho Panza pero no será la escudera de don Lope, sino el único apoyo de la joven Tristana. Bueno pues, don Lope es un crápula decrépito y manipulador que no se molesta, ni siquiera, en seducir a la niña Tristana. Toma lo que cree que es suyo por derecho y no hay nada más que hablar. Aunque, esta vez, será su última seducción. Además, don Lope, tiene una concepción del honor ya anticuada y en realidad no es malo, es que le han educado así.
Tristana, la niña, no tiene estudios, no tiene familia, no tiene amigos, no tiene un entorno que pueda acudir en su ayuda. Es inocente, inculta, indefensa, atrasada en su desarrollo moral, inerme muñequita de porcelana, principalmente pasiva. Pero no es tonta ni incapaz, simplemente ha sido abandonada. Por ser mujer, no era lo suficientemente importante como para que su familia o el estado, la iglesia o cualquier otra institución social se preocupase de que Tristana accediera a una educación que le brindaría un trabajo digno y una posición social solvente. No, su única salida era la dependencia de un marido pero, en este caso, don Lope se encarga también de cortar esa salida (al menos al principio).
Tristana y don Lope mantienen una relación tóxica en la que ambos mantienen posiciones enfrentadas y que no tienen la misma relevancia. Son amo y esclava. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias parecen jugar a favor de Tristana y, es posible, que las posiciones se inviertan. Ama y esclavo llegarán a ser.
El tercer vértice de este tradicional triángulo amoroso es Horacio Díaz. Aparentemente un artista romántico, en la realidad un burgués de buena posición que hace de Tristana su amante y que, poco a poco, se va alejando de ella. Sin embargo, antes de este abandono, Tristana encontrará en Horacio la fuerza suficiente para enfrentarse a don Lope, para intentar cambiar su vida, asumir la responsabilidad de su propia educación y tratar de soñar y de convertir sus sueños en realidad. El amor, así, le ilumina el camino pero no lo suficiente. Ya he comentado que Tristana no tiene referentes, ni familia, ni amigas, únicamente la fiel Saturna apegada a la tierra. Por eso, los intentos de emancipación de Tristana se frustran. Sus sueños de ser pintora, escritora, música o actriz no tienen un fundamento sólido y quedan frustrados por el camino. Especialmente, cuando Tristana enferma.
En ese momento será don Lope quien acuda en su socorro y será entonces cuando Tristana empiece a convertirse en ama. La desaparición de Horacio tampoco supondrá mucha tristeza ni para Tristana ni para la lectora. Es un hombre convencional que, al mismo tiempo, que la animaba a desarrollarse consideraba que una esposa o una “querida perpetua” no deberían tener “tal flujo de pensar temerario” (pg. 91) y así le decía “no te hagas tan sabia que me asustas” (pg. 121).
Así pues, tanto don Lope como Horacio, el paso del tiempo, la enfermedad y la misma Tristana se encargan de sofocar sus ansias de saber y desarrollarse. Queda convertida en una burguesa respetable, puesto que don Lope se casa con ella y soluciona su dependencia económica, que asiste a misa y socorre a los pobres. Es un final que puede parecer desolador pero, al mismo tiempo, es un acto de generosidad egoísta (sí pueden ser las dos cosas) de don Lope. Podemos pensar, dada la edad y los achaques de don Lope, que Tristana vivirá una próxima viudez y que todavía será joven para vivir otra vida, quizá al lado de otro hombre y quizá, con éste otro hombre mantendrá una relación más sincera, más justa y más equilibrada. Más moderna, en definitiva.
En este sentido, casi puede leerse en paralelo con Insolación de Emilia Pardo Bazán. Podrían las protagonistas tener un hilo en común: la frustración por sus primeros matrimonios y la posibilidad de, siendo todavía jóvenes, enviudar con una sólida posición económica y poder decidir sobre su vida como hace Asís Taboada. Pero en fin, eso sería una segunda parte de Tristana que Pérez Galdós no escribió. Recomiendo esta novela, sobre todo en la edición de Random House ilustrada por Monica Barengo. También existe una adaptación a cine dirigida por Luis Buñuel, en la que se explota más la vertiente sórdida de la historia. Es de 1970 y está protagonizada por Catherine Deneuve, Fernando Rey, Lola Gaos y Franco Nero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, deja tu comentario