miércoles, 30 de marzo de 2022

Novela: Cinco horas con Mario de Miguel Delibes (1966)

El autor.-
Miguel Delibes necesita poca presentación. Es un clásico de la literatura en castellano incluso desde antes de su muerte. Periodista, novelista y miembro de la Real Academia de la Lengua Española. También fue un gran amante del medio ambiente y la naturaleza y, paradójicamente, de la caza. Premio Cervantes y Premio Príncipe de Asturias de las Letras. A pesar de haber intervenido en la Guerra Civil en el bando rebelde fue, posteriormente, muy crítico con el régimen franquista. Prueba de ello es esta novela. Otras obras suyas: La sombra del ciprés es alargada (1948), La hoja roja (1959), El camino (1950), Los santos inocentes (1981)

Mi opinión.-
Tengo que reconocer que tuve una mala experiencia con una novela de Delibes. Dejé de leer 377, madera de héroe. Había tal cantidad de tecnicismos y de palabras que no había oído nunca que me dificultaban tanto la lectura que terminé aburriéndome y dejándola para mejor ocasión. No me ha pasado lo mismo con Cinco horas con Mario cuya lectura es verdaderamente apasionante.

Delibes fue muy admirado por sus compañeros de profesión, periodística y literaria, hasta tal punto que Francisco Umbral decía de él que era un maestro de la ventriloquía, un especialista en hacer hablar a un personaje como hablaría en la realidad. Y de esto es buena muestra la novela. Reproduce un hablar coloquial aunque trufado de muletillas cultas que pueden parecer actualmente algo redichas: inter nos, la poitrine. Un modo de hablar muy definido por la clase social de la protagonista, inicialmente perteneciente a la clase media-alta pero instalada, muy a su pesar, en una clase media por matrimonio. A mí me parece que, de alguna manera, para crear el personaje de Carmen Sotillo tuvo que inspirarse en su mujer, en largas charlas con su mujer sobre los sentimientos más ocultos que podría tener una mujer de los años 1960, en una pequeña ciudad de provincias de la España franquista. Aunque fuese una mujer orgullosa de pertenecer al bando de los vencedores, no cabe duda de que tendría graves deficiencias en su educación, no sólo en la sexual y afectiva.

Ya había leído esta novela hace muchos años y una de las cosas que más me ha sorprendido es la lectura tan diferente que he hecho esta vez; sobre todo, la lectura de aspectos que, en ese primer momento, me pasaron inadvertidos o que, por lo menos, no recordaba. La primera vez no me fijé en lo profundamente inmoral, racista, clasista e indecente que es Carmen Sotillos. Una mujer fervientemente defensora de la dictadura y que, a cualquiera que la critica, sea su marido o incluso su hijo, les coloca el sambenito de “los de la cáscara amarga”. Una mujer capaz de decir cosas parecidas a ésta “lo bien que lo pasamos durante la guerra, con todos esos chicos tan jóvenes y tan guapos de uniforme”. Sin embargo, es un personaje que no deja de suscitar una cierta ternura por lo que está sufriendo.

Con la muerte repentina de su marido y durante su velatorio, esta mujer se embarca en una espiral de reproches contra él que, en realidad, sólo es una excusa para ocultar su culpabilidad y el deseo de confesarle a su marido un pecado que ella considera gravísimo. Esta estructura circular y repetitiva de la novela no es más que un reflejo del carácter neurótico de Carmen, que va subiendo en intensidad hasta estallar y revelar un casi desliz amoroso que, hoy, juzgaríamos totalmente inocente. Y es que Carmen Sotillo, en realidad, es un ser bastante inocente y que sin sus férreas convicciones ideológicas y morales que, al mismo tiempo, son escudo y cárcel, estaría totalmente desprotegido. Estoy convencida de que Carmen Sotillo, hoy, sería una votante fidelísima de Vox, del orden, de la tradición y de las buenas costumbres.

Excepto el capítulo inicial, el resto comienza con una cita bíblica. Citas que, han sido subrayadas por el difunto y que Carmen lee durante el velatorio de su marido. De esta manera, el monólogo se convierte en un casi diálogo y nos revela cómo era Mario en realidad en lugar de que su imagen se dibuje, únicamente, con los continuos reproches y frustraciones de Carmen. Quejosa de su soledad emocional, de los hijos, del estancamiento profesional de su marido y de la falta de comodidades: un 600, una vajilla nueva. Mario aparece como un hombre compasivo aunque frío, interesado por la política en la medida en que se podía en los años 1950 y crítico con el Régimen. Un escritor de poesía con preocupación social, católico y fraternal. Amigo de aquéllos a los que su mujer llamaba de la “cáscara amarga”. Un hombre también depresivo y un novio virgen que hizo pasar su inexperiencia sexual por indiferencia. Carmen, a veces, también se ha mostrado implacable con él y con todos aquéllos que desafían el orden político y moral. Con su hermana, amante de un hombre casado; con su marido aquejado por una depresión.

La lectura de esta novela es imprescindible. Y además, también se ha adaptado para teatro, siendo su protagonista indiscutible Lola Herrera. Precisamente, el pasado 27 de marzo para conmemorar el Día Mundial del Teatro se estrenó para televisión, medio para el que nunca había querido que se grabase. Con esta versión, con texto adaptado por José Sámano y Josefina Molina, la actriz va a despedirse de este personaje que ha marcado desde 1979, para bien, su carrera y que para ella supuso también un gran crecimiento personal. Estuvo magnífica, a sus 86 años y a pesar de la frialdad del medio televisivo. Aquí el enlace.


Cinco horas con Mario
Miguel Delibes
Editorial Austral

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