miércoles, 9 de marzo de 2022

Novela: Las maldiciones de Claudia Piñeiro (2017)

La autora.-
Claudia Piñeiro es también dramaturga y guionista. Tiene una larga carrera como novelista y ha recibido varios premios por sus obras algunas de ellas, como Betibú, adaptadas al cine. Otras obras suyas: Las viudas de los jueves (Premio Clarín de novela en 2005), Las grietas de Jara (Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2010), Una suerte pequeña. 

Mi opinión.-
Me ha gustado mucho. Como novela negra resulta insólita porque, a pesar de que existe un asesinato, los temas de fondo son otros y curiosos. Por una parte, sería una reflexión sobre la paternidad y, por otra, abordaría la inextricable y recurrente conexión de la política con la magia. Eso sí, siempre y cuando consideremos el marketing como una extensión y actualización de la magia de siempre. Es una novela sobre los viejos mitos y supersticiones soterrados bajo una capa de civilidad y raciocinio y que se muestran dispuestos a resurgir en cuanto hay una crisis.

Se enfrentan en esta novela dos concepciones de la política. Una de ellas es la política material, sustancial, la que está basada en una ideología potente y que, últimamente, sentimos que va de capa caída. La otra es la llamada nueva política que de nueva tiene muy poco. Es una política basada únicamente en el marketing, en la magia de la comunicación, en el manejo de la psicología de masas y de las emociones, en el populismo de decirle a cada uno lo que quiere oír. Una política basada en eslóganes breves y eficaces que más que otra cosa desinforman e intoxican. Eufemismos dirigidos a no llamar nunca a las cosas por su nombre.

Existen varios triángulos en la trama. La mayoría no están vinculados por relaciones sexuales pero sí por vínculos de poder y sobre todo por vínculos emocionales. El que más me interesa es el constituido por Fernando Rovira, Román Sabaté e Irene. Fernando y Román están unidos por un gran secreto basado en una relación tóxica; Román está en deuda con Fernando y Fernando está en deuda con Román. Es una relación muy influida por la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo pero sin que estos papeles estén definitivamente asignados de manera que tanto uno como otro pueden intercambiarse.

Román y Fernando parecerían dos caras de la misma moneda; incluso se parecen físicamente pero en nada más. Román es un hombre corriente, sin ambiciones ni objetivos vitales claros. Se considera a sí mismo un fraude pero, al final, hace alarde de una dignidad antigua, profunda, tradicional. Fernando es el joven político ambicioso, hecho a sí mismo, que vivió la pobreza de niño y que sabe manejarse en ambientes difíciles y rodearse de un ejército de fieles, encabezado por Irene, su madre. Pero necesita algo más para encajar en el perfil idóneo de candidato a la presidencia de la República Argentina. Necesita tener un hijo. Su madre está involucrada en la sanación espiritual, en las nuevas terapias, en todo aquello que proliferó en los años 1990 y que empezó a llamarse New Age y que sólo era una reelaboración de lo pretendidamente natural o sobrenatural dirigido a ¿manipular, contentar, tranquilizar? a las masas. Es la encarnación de la hechicera moderna pero también es una madre que debe expiar su culpa, su negligencia como madre, ayudando a su hijo a compensar sus deficiencias consiguiendo la mayor cota de poder político posible. Para ello no se parará ante nada.

En esta novela hay unos protagonistas muy definidos pero rodeados también de otros personajes, algunos de ellos prescindibles, según mi opinión. Uno de ellos sería la periodista Valentina Sureda, la China Sureda, dedicada ahora a investigar para escribir un libro titulado La maldición de Alsina. Piñeiro inserta las anotaciones sobre este libro entre la trama principal y esto me parece que lastra la narración principal. Aunque se destinan a probar la conexión entre magia y política desde un punto de vista histórica, no he podido sintonizar con ellas porque apenas conozco la historia de Argentina, ni de la fundación de sus ciudades, ni mucho menos de la Ciudad de la Plata. Sí que es cierto que esta parte de investigación de la periodista también resulta muy curiosa. Menciona a varios políticos y dirigentes que se dejaban aconsejar por videntes, santeras o, incluso, monjas visionarias. Uno de ellos era Jordi Pujol que se dejaba aconsejar y hacer limpiezas espirituales por una vidente gallega llamada Adelina. Otro era Franco que, además de tener el brazo incorrupto de Santa Teresa de Ávila, recurría a los servicios de la hermana Ramona Llimarga. Una monja catalana nacida para más sorpresa en Vic, actualmente foco del catalanazismo más recalcitrante. Qué cosas pasan. ¿Qué pensaría hoy esta monja franquista de su ciudad y de sus conciudadanos? Para reírse si no fuera tan trágico.

Como corresponde a una novela negra política uno de cuyos temas es poner de manifiesto el marketing político, el final es espectacular. No por lo sorprendente sino por la implicación del mundo de la prensa espectáculo. Una gran soirée en la que también se incluye a las redes sociales. Lo que los horteras llamarían un carrusel de emociones emitido en riguroso directo y del que la China Sureda tiene la exclusiva. Así tenemos, novela negra, suspense, también en cierto sentido novela de crecimiento y un análisis de la sociedad actual. En fin, una novela muy recomendable y una autora que merece la pena seguir.


Las maldiciones
Claudia Piñeiro
Alfaguara 


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