El 13 de abril de 1975 se produjo un atentado en Beirut que
se considera el inicio de la guerra civil. Una guerra civil que duraría 15 años
y que los libaneses nunca han llamado guerra. Simplemente, son los événements. Ese día una milicia
falangista mató a 27 civiles palestinos desarmados que circulaban en un
autobús.
Después de la Primera Guerra Mundial, el Líbano y Siria quedaron
bajo mandato francés por encargo de la Sociedad de Naciones y no alcanzaron su
independencia hasta 1943. A partir de entonces la República Libanesa ha
mantenido un equilibrio precario entre las distintas confesiones, cristianas,
musulmanas y drusa. Se le llamó entonces la Suiza de Próximo Oriente. Sin
embargo, como consecuencia del enfrentamiento palestino-israelí, el volumen de
refugiados palestinos alteró el equilibrio del país. Cada vez más los
cristianos se consideraron amenazados y toda la prosperidad del país estalló
aquel día de 1975.
Dos adolescentes musulmanes, Tarek y Omar, viven la violencia
y la guerra sin saber cómo deben hacerlo. Además se enamoran los dos de la
misma chica, May. Y además resulta ser una chica cristiana. Tarek y Omar van a
un instituto, francés. En él los alumnos formados en fila deben cantar todos
los días “La marsellesa” y agradecer a Francia la educación que reciben. Tarek
en un acto de rebeldía adolescente se pondrá a cantar al mismo tiempo el himno
libanés (por supuesto en árabe). Tarek pertenece a una familia de clase media.
Su madre es abogada y lleva minifalda.
Cuando se suspenden las clases los adolescentes se dedican a
fumar, a espiar en los escotes de las chicas y a escuchar música disco. También
se meten en líos. No se sabe cómo Tarek termina en un burdel famoso de la
capital y descubre que para cruzar la mítica línea verde, la calle Damasco en
Beirut que separaba a los contendientes, en el este los cristianos y el oeste
los musulmanes, sólo tienen que colgar un sujetador en la antena del coche.
El director ha partido de recuerdos de su adolescencia,
antes de abandonar el Líbano con su familia, y combina las imágenes de ficción
con otras reales de la guerra. Consigue así dramatizar la historia de los
adolescentes sin incluir los vaivenes y el contexto político que desencadenó
esa tragedia. Cuando yo estuve en el Líbano, habían pasado 10 años desde el
final de la guerra y todavía se podían encontrar edificios y calles totalmente
carcomidos por la metralla. En 15 años de enfrentamientos mucha gente no quiso
salir de Beirut. Se impusieron la obligación de resistir a una guerra que se
libraba todos los días y calle por calle, con francotiradores que no distinguían
entre unos y otros. Todos enemigos de todos.
Una película muy hermosa que trata de sanar las heridas y recuperar
la inocencia para superar la posguerra. Obtuvo el Premio de la juventud en el festival de Valladolid
y el Premio FIPRESCI del festival de Toronto de 1998.
Dirección y guion: Ziad Doueri
Música: Stewart Copeland
Fotografía: Ricardo Jacques Gale
Intérpretes: Rami Doueiri, Mohammad Chamas, Rola Al-Amin, Carmen Loubbos
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