El cine tiene esa gran capacidad para trabajar con las
emociones, de manera que contribuye a nuestra educación sentimental. Para bien
y para mal. Frente a una pantalla podemos ver cómo diferentes personas encaran
las mismas zozobras emocionales y como, básicamente, seguimos siendo primates
sin tanto pelo como los otros, podemos por imitación aprender. Sin embargo,
también podemos ser fácilmente manipulables. Esto lo sabe explotar muy bien
Hollywood.
La Caixa y la Cinémathèque Française han organizado esta exposición
como un viaje emocional. Especialmente centrada en la infancia, pero no es una
exposición dedicada únicamente a los niños. Tampoco ofrece una visión
edulcorada o artificiosa de la infancia. Aparecen también el dolor y el
maltrato contra los niños y, lamentablemente, la ausencia casi total de las
niñas. Está dividida en varias secciones, cada una de ellas identificada con un
color y dedicada a una emoción. La emoción final englobaría a todas ellas y es
la que más directamente está unida al cine. Es la Ilusión.
Las aventuras del Príncipe Ahmed de Lotte Reiniger (1926) |
Podemos ver más de 200 fragmentos de películas, objetos
relacionados con ellas, fotografías, storyboards, carteles, pertenecientes a la
Cinémathèque, una institución creada en 1936, precisamente con el fin de
preservar las películas y todo lo que con ellas se relacione, pasando a
considerarlas no un mero entretenimiento pasajero sino verdaderas obras de arte
frágiles.
Así se pueden visitar los espacios destinados a la Alegría y a continuación la Rabia. Después la Risa y las Lágrimas; el Miedo y la Valentía. Al final, lo que nos encontramos es lo que Joseph
Campbell llamó el mito único, el viaje del héroe. Irremediablemente destinados
a crecer y a vivir todas las emociones, de una manera más o menos caótica u
ordenada. Lanzados a la aventura de crecer sin que nadie nos haya pedido
permiso. Excepto Peter Pan, claro.
En la Rabia es donde
podemos encontrar a Marjane Satrapi, con el cómic Persépolis y su adaptación a
cine o el cartel de La lengua de las
mariposas, más reconocible para nosotros como una explosión de rabia
incontenible. La rabia puede llevar a las Lágrimas
que no siempre son de tristeza; a veces surgen de la incapacidad de
comprender el mundo de los adultos. Como muestra queda El ladrón de bicicletas y Pa
negre, donde los niños se asoman al abismo del mundo adulto, sin
herramientas para entenderlo. Y donde los adultos podemos ver que la maldad no
necesita turbulencias para poder manifestarse.
Quizá una buena herramienta para enfrentarse a ese mundo
incomprensible sea la Risa. La risa espontánea
de la incongruencia con lo que consideramos normal. De unas tijeras demasiado
grandes para cortar el pelo o de unos adultos vestidos como niños y actuando
como tales. La risa espontánea surge también de ver culos.
La risa puede también evitar que sintamos miedo, pero no
siempre es así. El cine emprendió pronto la tarea de mostrarnos los orígenes de
nuestros propios miedos. Sobre todo de aquello que viene de la oscuridad, de lo
desconocido. La luz o su falta fue un elemento clave en el desarrollo del cine
de terror. Desde Mary Shelley y su Frankenstein (al que no he visto por la
exposición), hemos entendido que las innovaciones científicas nos producen
terror. Y que una manera de librarnos de ese terror puede ser plasmarlas en
cine.
Cuando los seres humanos nos dejamos emborrachar por el
éxito y pensamos que todo el mundo y todos sus elementos están bajo nuestro
control, la naturaleza se encarga de demostrarnos que no es así. Así en los
años 1930, el rey Kong, King Kong, mítico y gigantesco habitante de la una
minúscula isla del Pacífico a la que la civilización (occidental) no ha
llegado, se encarga de intentar ponernos en nuestro sitio y de recordarnos que
lo salvaje, lo instintivo y lo desordenado se manifestará en nuestro mundo
periódicamente y lo pondrá patas arriba si nos atrevemos a molestarlo.
El vestido que Catherine Deneuve llevaba en Piel de Asno. Pedía lo imposible para tratar de evitar la boda con su propio padre. Quería un vestido que tuviera al mismo tiempo el brillo del sol y el resplandor de la luna.
La Valentía nos
hace enfrentarnos al miedo, pero para eso debemos de haber casi culminado el
viaje del héroe (o de la heroína). La valentía de asumir el propio destino como
le ocurre a Harry Potter, que se ha dejado una Nimbus 2000 en la exposición o
la valentía para rebelarse contra él, como a la protagonista de Piel de Asno.
La Nimbus 2000 |
Al final queda la Ilusión.
Por lo menos en CaixaForum Zaragoza, hasta el 13 de mayo. La exposición se
completa con actividades para niños, conferencias y también cine. Para no
perdérsela, aunque no hayan hecho diferencias entre la vida de los niños y la vida de las niñas, las diferencias en la educación de ambos y también las diferentes formas de represión que viven por haber nacido niños o niñas.
Kirikou y la bruja de Michel Ocelot (1998)
Piel de Asno de Jacques Demy (1970)
M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang (1931)
La Bella y la Bestia de Jean Cocteau (1946)
Alemania, Año Cero de Roberto Rossellini (1948)
Homeland, Iraq Año Cero de Abbas Fahdel (2015)
La lengua de las mariposas de José Luis Cuerda (1999)
Pa negre de Agustí Villaronga (2010)
Zéro de conduite de JeanVigo (1933)
Las aventuras del Príncipe Ahmed de Lotte Reiniger (1926)
Persépolis de Vincent Paronnaud (2007)
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