Me parece meritorio adaptar un clásico de la literatura
universal, como es Casa de muñecas de
Henrik Ibsen, obra teatral estrenada en 1879, a nuestros días y a nuestra
realidad. Meritorio y difícil. En esta ocasión, el director y guionista Jota
Linares desarrolla la acción en Andalucía y demuestra que la luz cegadora y el
calor sofocante pueden ser tan desoladores como el frío y la bruma nórdicos.
Así encontramos a Nora viviendo en Andalucía, como la esposa
de un político de los que se llaman de la nueva izquierda transversal, el secretario general de Pueblo Unido, que acaba de ganar
las elecciones. Se abrirá entonces una nueva etapa en la que, ahora, esta fuerza
política promete lo que se ha prometido siempre: limpieza, transparencia y lucha
contra la corrupción. Veremos si esta vez va en serio.
Abel, el nuevo presidente de la Junta de Andalucía a punto de tomar posesión, tiene
un pasado salvaje y algo turbio, aunque, esta vez, ha sido convenientemente aireado por la
prensa sin que haya tenido coste electoral. No ha engañado a nadie. Era joven y se perdía por las drogas y el
alcohol, hasta que animado por la fuerza de Nora ingresó en una carísima clínica
especializada en la rehabilitación de drogodependientes. En Barcelona, empezó
su nueva vida y hasta ahora. Nora y Abel son los nuevos vencedores.
Nora |
Por otra parte, están los perdedores. Los que se dejaron
arrastrar por la codicia propia o heredada y cayeron en la corrupción, casi sin darse cuenta, como quien
cae en arenas movedizas, cuanto más quieres salir más te hundes. Víctor está en
esa situación. Es hijo del caciquillo que ha terminado en la cárcel y se ocupa
de su madre tan impactada por su ruina que ha perdido la cordura. Abel y Víctor se conocen desde niños. La madre de Abel
fue criada en casa de Víctor y los chicos crecieron juntos hasta acabar siendo
amigos y compadres de borrachera. Amigos y rivales, embarcados en una relación
tóxica que se rompió definitivamente con la muerte del hermano de Abel.
Abel |
No es un triángulo amoroso pero, a pesar de la ruptura, todavía mantienen un fuerte vínculo. Nora pidió dinero prestado a Víctor para la desintoxicación de Abel; dinero proveniente de la corrupción. Y aunque le da devuelto todo el dinero, esa vinculación se hará más trágica con el triunfo político
de Abel, porque Víctor querrá algo más a cambio de no destapar la falsedad en la que viven los tres.
Víctor |
La película es interesante
aunque, hay momentos en los que se desvanece el protagonismo de Nora y Abel
ocupa un espacio que no le correspondería. Natalia de Molina, interpreta a
Nora, pero me resulta poco creíble que, en el siglo XXI, la mujer de un
político de la izquierda transversal no tenga trabajo ni vida propios y se dé
cuenta de una manera, un poco tangencial, de que no es allí donde quería estar.
Sin embargo, su interpretación es impecable, llena de dolor y rabia. Como también
es impecable la interpretación de Ignacio Mateos como Víctor, el hijo del
cacique corrupto que tiene que recoger los platos rotos y bregar con la mierda que le ha
dejado su padre y que acabará derrotado por su propio comportamiento honesto.
Daniel Grao, en el papel de Abel, también resulta creíble y solvente. Pero, el "chantaje de Víctor" tiene poca fuerza y la
decisión final de Nora es demasiado blanda y endeble. Tal y como no era
creíble su situación personal, su emancipación tampoco lo es.
Dirección y guion: Jota Linares
Música: Pablo Trujillo, Vanessa Garde
Fotografía: Junior Díaz
Intérpretes: Natalia de Molina, Daniel Grao, Ignacio Mateos, Natalia Mateo, Mario Tardón.
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