Todavía queda una semana para verla
No me gusta pensar que vivimos, durante los últimos años, un
intento de reivindicación de la historia de Aragón debido a los empujones que
nos dan los nazicatalanistas. Me gustaría pensar que hemos sabido valorar desde
siempre lo que hemos sido y lo que hemos tenido. Quizá sea demasiado optimista
en este aspecto y todavía vivamos acomplejados. No sé.
El caso es que hay una exposición sobre los Panteones Reales
de Aragón que sirve de excusa para repasar la historia del reino. Esa historia
que, desde ciertas instancias políticas catalanas, se intenta oscurecer. Ya se
sabe que el vencedor es quien escribe la historia y que, actualmente, los
vencedores son quienes tienen más dinero y saben utilizarlo para reescribir la
historia e intoxicar con campañas de inspiración goebbeliana.
En cualquier caso, bienvenidas sean nuevas exposiciones para
revivir la historia. Esta vez es a través de las sedes de los enterramientos de
los reyes de Aragón. No deberíamos despreciar el arte funerario ya que ha sido la
primera manifestación artística desde que la humanidad dejó atrás su condición
simiesca. Todo para recordar a los difuntos, aunque sólo fuesen una minoría.
La exposición recorre varios de estos lugares elegidos por
los reyes y reinas para su último sueño. Algo especial debían de tener para
cada uno de ellos. Y para mí también. Principalmente dos de ellos, ambos en
Huesca: San Juan de la Peña y San Pedro el Viejo. En la exposición se incluyen
piezas también de Sijena, Santa Cruz de la Serós, San Victorián y Montearagón.
Además, también hay una pequeña sección dedicada a Poblet y Santes Creus y a
quienes quedaron lejos de casa.
Se han diseñado también varias rutas para cada uno de estos lugares
de descanso eterno que pueden consultarse en la página web www.panteonesrealesdearagon.es y que espero que
se mantenga una vez terminada la exposición. Por otra parte, hay que advertir
que, dada la fragilidad de algunas piezas, se ha optado por exhibir
reproducciones. Así pasa con el sarcófago de doña Sancha que puede verse
diariamente en el convento de benedictinas de Jaca. En total se exponen 144
piezas: sarcófagos, pinturas, documentos, relieves. Hay también una recreación
en 3D de cómo eran los monasterios antes de la Guerra Civil.
De San Juan de la Peña se exhiben, principalmente,
documentos. El testamento de Ramiro I, la crónica de San Juan de la Peña, una
Biblia y un Antifonario mozárabes y también algunos anillos que se localizaron en
las últimas excavaciones arqueológicas. Cuando hice la vía aragonesa del Camino
de Santiago volví a visitar este monasterio y también el de Santa Cruz de la
Serós, en la cuarta etapa.
En Santa Cruz de la Serós se conservó una de las piezas más relevantes
de esta exposición, aunque sólo se vea su reproducción. Pero como ya he
comentado antes actualmente está en Jaca y también lo visité durante el Camino
de Santiago, durante la segunda etapa. Es el sepulcro de doña Sancha. No fue reina pero
fue la mujer más poderosa de Aragón durante siglos; más que, incluso, la reina Petronila.
Dos mujeres fundamentales de la historia del reino separadas por 100 años.
Detalle de la reproducción del sepulcro de doña Sancha y del sepulcro real |
Del Monasterio de San Victorián me quedo con la tabla
central del retablo de San Victorián de Martín Bernat, colaborador de Bartolomé
Bermejo en algunas obras que éste realizó en distintas ciudades de Zaragoza.
Esta pintura, actualmente, está en la Catedral de Barbastro desde 1952 y es
perfectamente reconocible en ella la influencia de Bermejo. No conozco
Montearagón y sería una buena oportunidad para hacerlo seguir la ruta
establecida por esta exposición.
San Victorián |
En San Pedro el Viejo sí he estado y varias veces,
especialmente cuando estuve viviendo en Huesca. Un sitio especial, al que le
tengo mucho cariño. La última fue en el año 2017, cuando se cumplían los 900
años de su fundación, post. En esta exposición se ha incluido un boceto del
célebre cuadro de La campana de Huesca, de
José Casado del Alisal (1880). Pintura historicista encargada de propagar la
leyenda de esta campana que nunca sonó y que, actualmente, puede verse en el
Ayuntamiento de Huesca. También se ha incluido otras pinturas historicistas,
retratos de los reyes de Aragón y entre ellas hay que destacar la de la reina
Petronila, enterrada en Barcelona y cuyo matrimonio con Ramón Berenguer IV de Barcelona
fue el germen de la Corona de Aragón. Retrato
pintado por Manuel Aguirre Monsalve en 1853.
Reina Petronila, inicio de la Corona de Aragón |
Las señoras de Sijena también están presentes en la muestra.
Varias tablas, sepulcros y también documentación con escudos de armas que
probaban la limpieza de sangre de las mujeres que profesaban en la orden. A
este monasterio pertenece una de las tablas que más me ha gustado, La mujer adúltera. Atribuido a Miguel
Ximénez, otro de los colaboradores de Bartolomé Bermejo y que se conserva en el
Museo de Huesca y que, yo creo, que debería ser sometido a una buena restauración
porque una grieta de más de un centímetro recorre de arriba abajo todo el
cuadro y sólo verla ya duele. No sé si será posible un arreglo, sin embargo, la delicadeza del rostro ha sobrevivido a las grietas. Es de mis piezas preferidas.
La mujer adúltera y detalle de la grieta |
Otra pieza muy curiosa ha sido un calco de la lápida
sepulcral de la tumba de Catalina de Aragón, reina de Inglaterra, primera
esposa de Enrique VIII y madre de la reina María, la sangrienta, Bloody Mary. Aunque el rey se divorció
de ella, produciendo un seísmo en el seno de la iglesia católica, los ingleses
la siguen apreciando y todavía se conmemora su muerte. Estos calcos fueron
realizados por el embajador de España en Reino Unido en 1924.
Mi pieza favorita es un pequeño relieve en alabastro
policromado que representa el ceremonial llamado “correr las armas”. Perteneció
al sepulcro de Fernando I en el Monasterio de Poblet pero hoy se encuentra en
el Museo del Louvre, parece ser que a consecuencia del expolio de los soldados de Napoleón. Es una obra atribuida a Pere Oller Este ceremonial fue muy popular en los
siglos XVI y XV y mostraba el duelo por la muerte de un rey o un noble. Así los
caballos pisaban y rompían los escudos y sus gualdrapas eran negras; los
caballeros arrastraban las banderas por el suelo y llevaban sus escudos al
revés. Muy interesante.
Atribuido a Pere Oller |
Hasta el 17 de marzo de 2019
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