El siglo XVI, aparte de tensiones políticas entre el antiguo
reino de Aragón y el emperador Carlos V, supuso una época de esplendor para
Zaragoza. Aunque la sociedad seguía siendo rural, agrícola y ganadera, se
produjo también un enorme desarrollo del comercio. En esa época, Zaragoza
también fue sede de la corte del emperador y este hecho hizo que numerosos
intelectuales y artistas que acompañaban a Carlos V desde Centroeuropa
desarrollasen sus actividades aquí. Pero Zaragoza también miraba hacia Italia
importando las nuevas tendencias renacentistas. Esta riqueza sobrevenida quedó patente
en la arquitectura de la ciudad, no sólo la religiosa, en forma de casas
señoriales. Algunas de ellas han llegado a nuestros días y han sido
reutilizadas principalmente con fines culturales.
No tuvo esa suerte la Casa Zaporta. Acabó derruida
salvándose únicamente su Patio renacentista. Gabriel Zaporta fue uno de estos
ricos comerciantes que supo aprovechar cualquier ocasión para encumbrar su
linaje. Era un converso de origen judío que había visto a su familia desposeída
de todas sus riquezas, juzgada y condenada; su padre fue quemado por la
Inquisición. Cuando se trasladó de Monzón a Zaragoza se propuso rehabilitar su
buen nombre y su fortuna. Y lo consiguió, llegando a ser un financiero y
político muy respetado que además mantenía buenas relaciones con la Corona. Hasta el
punto de prestar sustanciosas sumas de dinero a Carlos V para sus expediciones
en el norte de África, siendo recompensado por ello con un título de nobleza. Así
decía su esposa, Sabina Santángel, sólo
hay dos linajes en el mundo, el tener y el no tener.
Ya no le faltaba nada. Zaporta quería dar testimonio de su
buena fortuna y, para ello, decidió construir un palacio que fuese la envidia
de toda la ciudad y que mostrase a todo el que pasase por delante de su puerta
lo sólida que era su relación con el rey-emperador. Además aprovechó también
para poner de manifiesto el amor que sintió por Sabina Santángel, su segunda
esposa. Toda la casa fue su declaración de amor y, especialmente, el Patio que
siglos más tarde se llamaría de la
infanta. La casa se terminó en 1550, un año después de que los
protagonistas se casaran, como así consta en el Patio.
Estaba situada en la calle San Jorge que entonces se llamaba
de las Botigas Fondas, muy cerca del teatro romano, cuyas ruinas todavía pueden
visitarse. Se dice que parte de las columnas utilizadas en la construcción del Patio
provenían de aquél. Arquitectura de aprovechamiento podríamos llamarla. Aunque más que de
arquitectura el Patio sea un gran trabajo de escultura. Los 1700 m2 de edificio
y jardines se organizaban alrededor de este famoso Patio. La casa tuvo una
larga vida y después de este momento de esplendor en el siglo XVI, había
sufrido muchas modificaciones y reutilizaciones. Sin embargo, el Patio
sobrevivió a todos esos avatares y a algunos más.
Finalmente, en 1793, María Teresa de Vallabriga, la Infanta, se trasladó a vivir allí. Teresa era una joven huérfana de la baja nobleza aragonesa. Se casó a los 16 años con el Infante Luis de Borbón, cincuentón, cardenal y casquivano, sexto hijo de Felipe V y hermano del rey Carlos III. Este matrimonio fue organizado por el propio rey pero con unas condiciones que, pasado el tiempo, resultaron humillantes para ella. Para evitar cualquier cuestionamiento para sus sucesores, Carlos III estableció que el matrimonio sería morganático, la pareja viviría fuera de la corte y sus hijos no podrían llevar ni el apellido Borbón ni tener ninguna pretensión al trono. Todas estas garantías se explican porque los hijos de Carlos III habían nacido fuera de España y según tradición de la Casa Real española no hubieran podido acceder al trono.
Teresa de Vallabriga y su hija, Teresa de Borbón y Vallabriga, retratadas por Goya |
Aunque parece que fue un matrimonio tormentoso, tuvieron tres hijos muy queridos. Por ello, cuando Teresa enviudó Carlos III no tuvo reparos en darle un nuevo golpe y dispuso que se separara de sus hijos para que éstos fueran educados adecuadamente. Desposeída de todo, sin el amor de sus hijos pero con una holgada renta vitalicia decidió volver a vivir en su ciudad natal. Alquiló entonces la casa Zaporta a sus propietarios, la familia Franco y López que ya no mantenían parentesco con los Zaporta. La casa ya no tenía el esplendor de antaño pero su Patio seguía siendo la envidia de toda la ciudad.
Poco les importaron a los zaragozanos, las condiciones que
Carlos III había puesto al matrimonio de la pareja. Así que, desde que llegó a
Zaragoza, Teresa fue considerada la Infanta viuda del Infante don Luis. Con
tanta fuerza se impuso esta denominación que la Casa Zaporta pasó a llamarse la
Casa de la Infanta. Y el Patio también. Al final de su vida, cuando su hija
María Teresa de Borbón y Vallabriga ya estaba casada con el todopoderoso Godoy
y había recuperado su apellido Borbón, Teresa se vio, en cierto sentido,
rehabilitada aunque siguió sin ser legalmente considerada Infanta por la Casa
Real.
La casa siguió su vida propia. Tuvo otros muchos usos
diferentes: academia de dibujo, tienda de pianos, edificio de viviendas. El Patio
vivió todos esos usos pacientemente, aunque algunos de ellos supusieran un considerable
deterioro. Incluso en 1871 se llevó a cabo una reforma para instalar el Casino
Monárquico y Liberal y fue de las primeras casas que tuvo instalación de
iluminación a gas en toda Zaragoza.
Otro detalle curioso sobre la Casa de la Infanta es que fue
condecorada. En 1885, se declaró en Zaragoza una epidemia de cólera y se
instaló en ella un centro asistencial. Por ello y por la actuación de sus
ocupantes recibió del Ayuntamiento el título de “Muy Benéfica”. El 11 de
septiembre de 1894 la casa se incendió y quedó en ruinas todo excepto el Patio.
Ferdinand Schultz un anticuario francés lo compró por 17.000 pesetas en 1903 y
se lo llevó a París desmontado en 131 cajas. Allí lo instaló como parte de su
tienda de antigüedades en el número 25 del Quai Voltaire, frente al rio Sena.
Duele ver las fotografías del Patio desmontado y de sus distintas piezas
apiladas en el suelo, pero no se puede olvidar que fue como si viviera una segunda
vida y, además, en París.
El patio desmontado, camino de París |
La tercera vida del Patio comienza en 1957, cuando los
herederos del señor Schultz deciden vender la tienda de antigüedades y el Patio
con ella. La noticia de la venta salió en la prensa e Ibercaja, entonces Caja
de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja contactó con los propietarios para
negociar su compra. Así volvió este Patio viajero a Zaragoza, a mostrar todo su
esplendor aunque esta vez no sería instalado en una casa. Desde 1980, se puede
visitar en la sede central de Ibercaja, en la calle San Ignacio de Loyola, y
está destinado a uso cultural. En cierto sentido, volvió a tener la vida
animada que había vivido con Teresa y sus amigos ilustrados. Conciertos,
exposiciones y visitas. Esperemos que dure mucho tiempo ahí.
Cuando fue destinada a viviendas se aprovechó la galería superior, cerrando los espacios entre las columnas, para ganar más superficie. Fotografía de Charles Clifford, 1860 |
Las casas aragonesas de la época solían tener tres plantas.
En la planta baja se instalaban las caballerizas, los criados y las
dependencias de trabajo; la planta principal se destinaba a vivienda de la
familia; y, la planta falsa o buhardilla era una especie de
trastero-almacén-despensa-desván. Las fachadas eran de ladrillo y bajo un
alero, generalmente, de madera, había una galería de arquillos
gótico-mudéjares. Habitualmente, en las casas había un zaguán de entrada que comunicaba
la calle con el patio interior, preservando así la intimidad de la casa. Pero
en la Casa Zaporta no fue así.
A la hora de diseñar la casa, se dispuso que, desde la
entrada principal y con la puerta abierta, todo aquél que pasase por la calle pudiera ver el lujoso patio. Zaporta, tesorero y
prestamista de Carlos V, lo hizo así para exhibir su buena suerte después de la
persecución que había sufrido su familia, para presumir de sus relaciones con
el emperador y también para homenajearle (o hacerle la pelota). La efigie de
Carlos V podía verse desde la misma calle pero la gloria era de Gabriel Zaporta.
El Patio es casi un cubo perfecto, 8,80 x 9,40 x 11,00 m de
altura. Se utilizaron en su construcción alabastro, yeso endurecido y madera. La
planta baja se apoya en 8 columnas excepcionales, dispuestas de una manera no
arbitraria. Siete de ellas representan a los planetas que se conocían en la
época y la octava representa el conocimiento, la filosofía o, de manera
simbólica, la Torá. La sabiduría, lo que en el Renacimiento estaba por encima
de todas las cosas aparece, aquí, en una esquina dominando el espacio del resto
de columnas. Más adelante veremos algunas de ellas someramente.
Cada columna está compuesta por la unión de tres figuras;
tienen sus brazos entrelazados o están unidas por los hombros y colocadas sobre
un fuste estriado, parece ser de origen romano tal como he comentado antes,
colocado sobre basa ática. Como detalle curioso se les ven los dedos de los
pies aunque sus piernas hayan sido sustituidas por una profusa decoración. No
sé si se les podrían llamar cariátides porque algunas de ellas representan a
varones; pero tampoco sería correcto decir que son antropomorfas porque también hay mujeres representadas, ¿existirá
el término ginecomorfas como representaciones
con forma de mujer? No sé. Las columnas terminan en capiteles con zapatas,
elemento característico de la arquitectura aragonesa que contribuyen a elevar
la altura de la planta y están realizadas con yeso endurecido. Son figuras que
adaptan su forma a la de la zapata, una de ellas visiblemente contorsionada, y
que parecen interpretar los vicios y virtudes relacionados con los planetas
representados en las columnas.
Por encima de este nivel se encuentra un friso decorado con
pequeños medallones también en yeso. Se cree que, originalmente, representaban
a estas famosas parejas de amantes eternos (Dante y Beatrice o Abelardo y
Eloísa) pero al no tener ningún atributo no es posible identificarlas. Además,
durante el traslado a Francia se perdieron algunos de estos medallones y fueron
sustituidos por otros, de manera que ya no se cumple la distribución original
chico-chica.
El siguiente nivel está constituido por otra serie de
medallones mucho más grandes y realizados con mucho más detalle. En cada lado
del Patio hay cuatro medallones y dos escenas relacionadas con la mitología
clásica. En el lado principal, el que podía verse desde la calle, el medallón
central se corresponde con una efigie del emperador Carlos. Es el único que
puede identificarse por su nombre grabado en la espada; lleva también sombrero
adornado con una pluma (como el resto de personajes del siglo XVI) y en su
armadura puede verse el toisón de oro y el águila bicéfala imperial. En este
mismo lado están representados Carlomagno, el emperador Maximiliano y el padre
de Carlos V, Felipe el Hermoso.
Frente a ellos, otro personaje fundamental en Aragón y su
otro abuelo, Fernando el Católico. Los otros dos lados están dedicados a
emperadores romanos, Trajano, Adriano y Marco Aurelio y a los grandes rivales
de Carlos I, Enrique VIII y Francisco I. Francisco I es muy reconocible por su
pose amanerada y porque es sabido que prefería llevar el pelo largo y, a veces,
recogido con una redecilla que es perfectamente distinguible en el relieve.
Puestos a demostrar su admiración por Carlos V, Zaporta no
tuvo mejor idea que “emparentarlo” con Hércules. Por ello, completó la
decoración de este nivel con escenas de los trabajos de Hércules, realizadas
con un gran detalle. Podemos distinguir claramente los toros de Gerión, el león
de Nemea, la hidra de Lerna.
Ya he comentado que la casa fue un regalo de bodas y que el Patio
también está inspirado por el amor hacia Sabina Santángel. Se incluyeron en el programa
escultórico diversas representaciones del amor. En uno de estos relieves Cupido,
está flanqueado por el amor terreno y el amor cristiano. Lleva su arco de
flechas de amor, pero puede verse también la sombra del otro arco, el de las
flechas del odio. El segundo panel representa a las Tres Gracias, Voluptas, Castitas y Pulchritudo o Eufrosine, Aglaya y Talía.
Voluptuosidad, castidad y belleza.
El piso superior está formado por una galería de arcos de
medio punto sobre esbeltas columnas también estriadas. Termina el Patio en un
ancho alero de madera también tallada y donde podemos encontrar los retratos de
los primitivos dueños. Gabriel Zaporta y Sabina Santángel parecen asomarse a su
Patio desde la lejanía del siglo XVI.
Pero el Patio es algo más. Algunos piensan que se trataría
de un microcosmos. La arquitectura del humanismo, que inspira toda la obra,
considera a los edificios como una imagen del universo. No se trata de una
visión esotérica sino de algo que ha podido comprobarse científicamente. El
Patio de la Infanta representa un horóscopo, una fecha concreta.
La columna de Júpiter representa la justicia y está formada
por tres figuras: Júpiter, Luna y Saturno. La columna de la Luna está
situada bajo el unicornio, representada con tres mujeres jóvenes unidas por los
hombros. Serían Artemisa, Selene y Perséfone, la tierra, la luna y el infierno.
En la columna de Venus aparecen representados también Vulcano, su marido, y
Marte, su amante. Y en la columna de Marte se repiten estos tres personajes con
diferentes actitudes. Están unidos por los hombros con culebras. La
columna de la sabiduría no tiene un nombre específico. Simplemente es la “columna”.
Pero por los rollos que la adornan podría identificarse con la Torá, como ya se
ha comentado.
El caso es que la disposición de las columnas alude a una
fecha importante para los primeros moradores de la Casa Zaporta. El 3 de junio
de 1549, a las 18 horas y 50 minutos, fecha de la boda de Gabriel y Sabina. No
habría mejor monumento a su amor que esculpir en piedra un momento tan
significativo. Magdalena Lasala rememoró en su novela La casa de los dioses de alabastro la historia de Sabina Santángel,
una mujer renacentista entregada al estudio y la lectura.
La Columna de la sabiduría |
Otros detalles del Patio de la Infanta
Los dedos de los pies |
Dices en el texto "...pero tampoco sería correcto decir que son antropomorfas porque también hay mujeres representadas, ¿existirá el término ginecomorfas como representaciones con forma de mujer? No sé."
ResponderEliminar"Antropos" significa ser humano. "Andros" es hombre y "gine" mujer.
Gracias por la corrección.
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