Burgos, otra ciudad a la que tengo que volver. Fue la última
etapa de la visita a la exposición de Las
edades del hombre y me quedaron muchas cosas por ver. Hace años, cuando
hice el Camino de Santiago, estuve también. De hecho inicié las etapas finales
allí, desde Burgos hasta Santiago de Compostela, pero sin tiempo para hacer
turismo cultural. Por eso tengo que volver.
Fachada del albergue para peregrinos del Camino de Santiago |
Esta vez algo pude ver. El Museo de Burgos, el Arco de
Santa María y por supuesto la Catedral y algunas esculturas que me fui
encontrando por la calle. Cada vez me gustan más los museos provinciales. Se
pueden disfrutar tranquilamente porque apenas hay gente, están distribuidos en
un número razonable de salas y plantas, tienen algunas piezas muy destacables y
no abruman con una ingente cantidad de obras. Lo único malo esta vez es que
teníamos una visita guiada concertada y el guía no pudo acudir; además no hay
editado un libro-catálogo de obras. Una lástima. Aun así merece la pena visitarlo.
Una de las piezas estrella en este museo es el Sepulcro de don Juan de Padilla, obra gótico-isabelina
de Gil de Siloé. Gil de Siloé había nacido, probablemente, en Amberes pero
decidió instalarse en la corte castellana, en Burgos, debido a la intensa labor
de mecenazgo de los Reyes Católicos y sus nobles. Este sepulcro, realizado en
1493, proviene del antiguo monasterio de Fresdeval y fue un encargo personal de
Isabel la Católica para enterrar al que había sido su paje y que había muerto
en la guerra de Granada en 1491 con apenas 20 años de edad.
Detalle de la cota de malla y del manto |
Destaca de este monumento funerario de alabastro la pose elegante y serena del protagonista, de rodillas orando frente a un devocionario abierto y el detalle y la riqueza con los que está tallado el manto y también la cota de malla interior. El sepulcro se completaba con las imágenes de siete santos que, actualmente, están repartidas entre varios museos estadounidenses y colecciones privadas.
El relieve de la Piedad destaca por su delicada labra,
situando a los cuatro personajes en un espacio muy reducido y enmarcada por la
cruz en forma de tau y con Jerusalén y, posiblemente, el huerto de los olivos
al fondo. Muy interesante y lástima que esté incompleto. Otra pieza de Gil de
Siloé actualmente en el museo es una talla de Santa María la Mayor y que, en origen estuvo en el Arco de Santa
María.
También hay dos arquetas preciosas, de esmaltes y marfil.
Una de ellas está datada en el año 1026 de la época califal y proviene de un
Taller de Cuenca, de Muhammad ibn Zayan. Se cree que la arqueta sufrió un
considerable deterioro perdiéndose muy pronto parte de su elaborada decoración
de marfil que terminó sustituyéndose por esmaltes posteriores en el propio taller
de Silos. La tapa tiene forma de artesa y está decorada con motivos vegetales y
la caja con escenas de caza trabajadas con mucho detalle. La otra es de
esmaltes de Limoges y proviene también del Monasterio de Santo Domingo de
Silos.
En el Arco de Santa María estuvo también esta puerta mudéjar
de finales del siglo XV y principios del XVI.
El Arco de Santa María en realidad es una de las antiguas
puertas de acceso a la ciudad. Fue la más importante. Aunque es de construcción
anterior, ya se menciona en el Poema de Mío Cid, fue totalmente remodelado en
el siglo XVI en piedra caliza blanca y tomó su forma actual de arco triunfal,
con aspecto de castillo medieval, ordenado como un retablo. En 1553, con la
colocación en las hornacinas de las esculturas realizadas por Ochoa de Arteaga de
personajes principales de la ciudad también el Ángel Custodio de la ciudad y
sobre todos ellos una imagen de la Virgen María, como patrona de Burgos, se dio
por terminado. Por supuesto, todos los personajes principales eran hombres y
entre ellos cabe mencionar al emperador Carlos V, el Cid y Fernán González. Destacan
también en su fachada las aspilleras y las escaraguaitas, puramente ornamentales.
Hasta el siglo XVIII, en la Sala de la Poridad se reunía el
concejo de la ciudad bajo un destacable artesonado mudéjar. A veces en Aragón,
se nos olvida que no todo el mudéjar es aragonés. Hoy el Arco de Santa María se
utiliza como sala de exposiciones. Según el diccionario de la RAE poridad es un término en desuso que
significaba puridad y puridad, aparte
de significar cualidad de puro era también algo reservado o que se llevaba en
sigilo. Ideal para una reunión de ayuntamiento.
El artesonado de la Sala de la Poridad |
Algunas esculturas callejeras me llamaron la atención. La castañera de bronce, situada muy
cerca del Arco de Santa María, y que parece retrotraernos a otro tiempo; un
peregrino descansando frente a la catedral. Una escultura que me enfadó
muchísimo fue Camino a la evolución
humana. En realidad es un conjunto escultórico situado en el Paseo de
Atapuerca. Dos figuras muy realistas situadas bajo unos arcos, un homínido adulto
y un niño humano de la mano, claramente dos especímenes varones como si las
mujeres hubiésemos estado excluidas de la evolución humana o ¡peor aún! de la
propia condición de la humanidad. Fue realizada por el escultor Casto Solano en
el año ¡¡¡¡2010!!!! y fue objeto de críticas por parte de colectivos feministas
(¡no me digas!). Pero ahí sigue.
Las mujeres excluidas de la evolución humana |
Para quitarme el disgusto nada mejor que volver a ver la
estatua ecuestre de El Cid de Juan
Cristóbal González Quesada, el Cid de la barba florida. El artista ha elegido el momento en que el caballero se dispone a cruzar
el Arlanzón porque va camino del destierro después de haber enojado al rey (no
recuerdo porqué), blandiendo la Tizona y en su corcel Babieca, con la capa al
viento. Es un momento dramático, sin embargo, no es el realismo de la escultura lo que llama la atención
sino la barba. Desde luego que puede decirse que es florida aunque quizá sería
más acertado confundirla con la de un antepasado de Davy Jones, el pirata
capitán de El holandés errante de la
saga Piratas del Caribe. Y es que las
guedejas al viento del Cid no tienen nada que envidiar a los tentáculos del
capitán Davy Jones.
A mí me hace reír aunque el exilio no sea cosa de risa.
Mucho mejor expresó Manuel Machado el estado de ánimo del Cid en su poema Castilla,
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga,
por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
–polvo, sudor y hierro–, el Cid cabalga.
Dejo para el final hablar de la Catedral de Burgos. Aunque
como no puede decirse nada que no se haya dicho ya pongo únicamente unas fotos
que tomé ese día. Un espléndido sol castellano hacía resaltar el azul del
cielo y el encaje de piedra. Lo dicho, hay que volver.
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