Parece que para la judicatura y, también, para gran parte de
nuestra sociedad actual, el perfil ideal de violada sería el de María Goretti,
una niña italiana de 11 años que prefirió morir antes que ser violada (deseo
que su asesino le concedió rápidamente). Antes muerta que violada. Digo esto
porque ni siquiera el asesinato después de haber sido violada redime a la
víctima de preguntas insidiosas respecto a su vida privada. Como ejemplo servirá
la única pregunta que dirigió el jurado popular (6 mujeres y 3 hombres) a la
madre en el juicio de Nagore Lafagge, joven enfermera violada y asesinada por
un compañero de trabajo en los sanfermines de 2008. ¿Era su hija muy ligona?
Parece que si una mujer es muy ligona o va por la calle a
las 2.00 de la mañana o va borracha en un ambiente de fiestas se merece ser
violada. Ese es el punto en el que todavía nos encontramos. En realidad, no nos
engañemos, para gran cantidad de hombres cualquier mujer, vista como una puta o
como una ursulina, vaya por la calle por la mañana, a mediodía o por la noche, sea
simpática y sonría o sea antipática y castradora es siempre una pieza de caza. Su
cuerpo sigue siendo territorio festivo de uso y abuso para los hombres, quiera
una mujer o no.
Pero ante este abuso individual, social e institucional, que
no se produce únicamente en España, se levanta una arcada generalizada y sincrónica de mujeres de todos los continentes…(pg.
119). En este punto, estamos las mujeres, yo diría que la mayoría de
nosotras. Vivimos instaladas en una arcada permanente y absolutamente
necesaria.
Isabel Valdés en este pequeño libro-crónica ha querido
reflexionar sobre la actuación de los medios, de la judicatura, de los abogados
defensores en el caso de “la manada”, de la sociedad en general y queda como
conclusión que todos debemos implicarnos en un gran cambio.
Ha quedado patente que la justicia no se ha comportado como
la sociedad esperaba. Es cierto que la justicia no puede ni debe complacer a la
sociedad, pero también es cierto que no debemos consentir la extrema
desconexión que hay entre una y otra. No sólo se deben diseñar procedimientos
más rápidas, más fácilmente comprensibles y accesibles sino que también deben
implementarse canales de comunicación entre justicia y sociedad. Porque si no
es así, mal podrá decirse que la justicia
emana del pueblo (art. 117 de la Constitución Española de 1978).
La sentencia de la manada ha priorizado los derechos de los
agresores y ante la mínima duda ha sido favorable a sus demandas antes que a la
demanda de la víctima. Una víctima que durante la agresión pretendió defender
su derecho a la vida por encima de todo y que después de la sentencia sigue haciéndolo
así. Para muchos es culpable de querer estudiar, culpable de querer ligar,
culpable de querer divertirse, culpable de querer beber, culpable de querer
amar. En definitiva culpable de querer vivir. No es en absoluto el perfil de
violada ideal representado por María Goretti y ¿qué?
Todavía no ha terminado el proceso pero pocas esperanzas podemos
tener las mujeres en la justicia pensada por y para los hombres. Una justicia
abstracta y fuera de la realidad que cuestiona y que hasta es capaz de poner en
duda el testimonio de las víctimas. Sin embargo, de momento no tenemos otra. Tendremos
que tomar en consideración nuestra fortaleza como mujeres para el cambio de la
justicia. Ya en los años 1980, Manuel Carmena pedía que los jueces y
magistrados tuviesen formación en psicología. No debieron hacerle caso, pero
quizá sea el momento de insistir.
Existe un cambio importante que coadyuvaría a promover el
cambio en la justicia. Es el lenguaje. Es importante porque el lenguaje crea la
realidad, da forma a la realidad. Incorporar unos términos y desechar otros por
caducos. Considerar que la sideración, la estupefacción o el estupor son
capaces de inhabilitar a una mujer para defenderse y descartar que tenga que
oponer una resistencia numantina que la conduzca a la muerte para poder decir
que ha sufrido una violación o una agresión sexual.
Marie Trintignant |
La sororidad entre nosotras y el hecho de que, en este
momento, estamos en condiciones de configurar una masa crítica es algo que no
debemos menospreciar a la hora de proponer reformas que humanicen a la justicia
y la anclen en la realidad social. Ahora sale muy barato matar a una mujer. Nuestro
sistema judicial garantiza los derechos de los delincuentes a tener un juicio
justo y también la posibilidad de reinsertarse en la sociedad. Pero esa misma
sociedad, o al menos las mujeres que pertenecen a ella nos escandalizamos
cuando el agresor pretende reincorporarse a la sociedad como si nada hubiese
pasado. Apenas unos años en una cárcel confortable con la reducción de condena
por buen comportamiento y el agresor ya se cree con derecho a retomar su vida
anterior.
Nagore Lafagge |
Así ha sucedido con el victimario de Nagore Lafagge, que ha comenzado a ejercer como psiquiatra en un centro privado o con el de Marie Trintignant, joven actriz francesa, madre de 4 hijos, asesinada por su novio que, una vez cumplida su condena, pretende seguir su carrera de cantante. Alguien, mientras le escuche cantar, podrá dejar de pensar que mató a una mujer a golpes. A las dos les destrozaron la cabeza a puñetazos, como si su mayor delito hubiera sido querer pensar por sí mismas. Mucho trabajo queda por hacer, en España, en la Unión Europea y en el resto del mundo. Yo sí te creo, hermana.
Violadas o muertas
Isabel Valdés
Ed. Península breve
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