miércoles, 15 de julio de 2020

Cine: La noche del cazador de Charles Laughton (1955)


Seres perfumados, perezosos y con cabellos ondulados. Así es cómo el Predicador define a las mujeres. La maldición de los hombres. La primera vez que vi esta película me impresionó mucho. Sin duda, no es el tipo de cine que debe verse cuando se tienen 12 años pero, entonces, cuando no había cadenas de televisión privadas, podíamos ver cualquier tipo de cine en la 2 de RTVE. No sé cómo los adolescentes y jóvenes de ahora conseguirán ver el cine más clásico. 


Charles Laughton fue un gran actor de cine y teatro que consideraba la interpretación como una disciplina artística más. También fue profesor de arte dramático y quiso trasmitir a sus alumnos que la interpretación también era un arte; un arte situado a la altura del resto de creaciones ya fueran éstas musicales, literarias o, en general, pictóricas. Quizá por ello siempre arrastró fama de profesor muy exigente y de actor problemático ante otros directores y actores. Estudió en los Jesuitas, igual que Hitchcock o Buñuel (no sé si eso también contribuiría a esta fama de problemático).


Ya había triunfado como actor cuando a los 55 años se propuso dirigir. Y para ello eligió adaptar la novela The night of the hunter de Davis Grubb perteneciente a lo que se llamó gótico sureño y basada en hechos reales. Contó con un equipo de colaboradores tan entregados como él; entre ellos el escritor James Atgee. Sin embargo ni la crítica ni el público, estadounidense o británico, supieron apreciar el resultado y La noche del cazador no fue considerada un clásico del cine hasta pasados muchos años.


Así, esta película quedó como la única que había dirigido Laughton (casi a medias con Robert Mitchum, porque Laughton odiaba dirigir a los niños y se encargó de ello el propio Mitchum). Y es una lástima que ésta fuese su única película porque es una joya. Desde el punto de vista puramente fotográfico, la película es una colección de distintas influencias: desde el expresionismo alemán que ilustra los trances psicóticos del depredador, hasta el teatro de sombras que sigue a los niños en su viaje por el río, ambas magníficamente resueltas por Stanley Cortez. Y, desde el punto de vista narrativo, es una crítica feroz contra el discurso religioso y los hábitos sexuales de la clase media, la gran depresión y la violencia contra las mujeres.


En realidad, se trata de un cuento infantil o, mejor dicho, de una tragedia vista y narrada desde los ojos de un niño que, inevitablemente, se convertirá en un adulto al final de la película. Los niños huérfanos son perseguidos por un ogro y, al final, encuentran un remanso de paz en casa de un hada benefactora pero después de haberlo perdido todo.


La película tiene escenas memorables. El descenso del rio, bajo la luz de la luna y las estrellas, con los dos niños en la barca, es la prueba fehaciente del transcurso de la vida y de la madurez que el niño se verá obligado a adquirir. Y la escena del lago con la madre muerta en el coche es, al mismo tiempo, terrorífica y poética. Es la escena que he recordado siempre, desde la primera vez que vi la película.


Lilian Gish interpreta a la anciana Rachel Cooper. Dulce, terrible y templada como el acero. Una mujer americana apaciblemente sentada en la mecedora y  apoyada en el rifle y en la biblia, las dos únicas herramientas que tiene para defenderse a sí misma y a los niños que acoge sin preguntar de dónde vienen. Robert Mitchum es el predicador inspirado por el odio disfrazado de amor. Es el cazador implacable de niños y viudas que, escondido tras la máscara de la religión, oculta los afilados colmillos del maltratador psicópata sexual. Es la sombra amenazadora que perturba el mundo idílico de la infancia una vez que ha asesinado a Shelley Winters que interpreta a una provinciana viuda, estigmatizada por el delito cometido por su anterior marido. Los niños son unos nuevos Hansel y Gretel aunque esta vez no hayan sido abandonados en el bosque por sus padres. En definitiva una película imprescindible.



Director: Charles Laughton
Guion: James Atgee sobre la novela de Davis Grubb
Música: Walter Schumann
Fotografía: Stanley Cortez
Intérpretes: Robert Mitchum, Lillian Gish, Shelley Winters, Billy Chapin y Sally Ann Bruce

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