domingo, 11 de octubre de 2020

Narrativa: Clavícula de Marta Sanz (2017)

La autora.- Marta Sanz es doctora en Literatura Contemporánea. Cincuentañera. Finalista y ganadora de varios premios literarios, entre ellos el Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2001. Otras novelas suyas son: Black, black, black, Daniela Astor y las cajas negras, La lección de anatomía y la excepcional pequeñas mujeres rojas. Recientemente ha publicado también un ensayo titulado Monstruas y Centauras. Y un libro de cuentos con mucha retranca: Retablo. Además ha sido comisaria de esta exposición: Benito Pérez Galdós. La verdad humana. Vamos que no para. 

Mi opinión.- Decía antes que Marta Sanz no para y es cierto pero parece que para asegurar un cierto bienestar que redunde en una buena literatura, esto no es suficiente. Precariedad como actividad económica, sería la expresión que definiese a la escritura, entendida como lo hace Marta Sanz. Una escritura sin concesiones ni a la mercadotecnia ni a los lectores cómodos. Además, si a la precariedad, palabra tan de moda, le añadimos la expresión dolencia indefinida ya tenemos una buena síntesis de este libro extraño. 

Y es que el tema de fondo es el miedo. El miedo a la enfermedad, el miedo a la inseguridad; el miedo que se filtra por todos los poros; el miedo que tiene su origen en un sistema económico brutal y despiadado. Y todo eso desde una posición de clase media (aunque venida a menos) y viviendo en la parte buena del mundo; así que deberíamos imaginar qué se puede sentir viviendo en la parte mala y perteneciendo a los excluidos. Esta es la inquietud que, tarde o temprano, acaba haciendo mella en el cuerpo.

Marta Sanz siente un dolor que no puede identificar y a partir de ahí comienza este relato, indagando en sus condiciones de vida y reflexionando sobre el mundo. En un estilo que ella califica de paletopedante, y que podría ser el de las universitarias con abuelas analfabetas (como sería mi caso) y con un sentido del humor muy áspero, aborda el sufrimiento individual cuyo origen es colectivo. En cierto sentido, se aproxima a la escritura de Annie Ernaux; una escritura que prescinde de todo lo accesorio e hinca el diente en el núcleo pero en el núcleo de la parte más tierna y que debería estar más protegida. Aunque Marta Sanz no creo que sea tan despiadada consigo misma como lo es Annie Ernaux.

La escritura para ella es una manera de “poner nombre e imponer un protocolo al caos” pero también es exponerse al juicio de los demás sin un ápice de pudor, sin artificios y sin salvaguardias. En este libro pone de manifiesto la angustia económica que la consume y que a veces aparece en forma de vacío, como aquel vacío existencial del que hablaba Vivian Gornick en Apegos feroces, aunque en este caso el origen estuviera en la relación maternofilial.

Marta Sanz va más allá y quizá sea ese el problema que trata de abarcar demasiadas cosas en un libro breve. De la dimensión orgánica de la enfermedad pasa a la neurológico-psiquiátrica y de esta a la dimensión política. En cierto sentido, me decepciona por ese recurso constante a la queja por la queja. Aunque sé que todos tenemos derecho a quejarnos, también sé que tenemos derecho a repeler las quejas de los demás. Como lectora me ha interesado menos que sus otros libros y me resulta difícil ubicarlo. Sin embargo, sí que le reconozco el mérito de suponer un paso más en la reivindicación de las mujeres. Si Virginia Woolf reclamaba para las mujeres una habitación propia; Marta Sanz sabe que sin un cuerpo propio no podemos seguir con las reivindicaciones. Aunque en este caso se trate de un cuerpo doliente. En otro post comentaré el libro de Gloria Steinem, Mi vida en la carretera, donde la posibilidad de viajar será la tercera reivindicación después de la habitación y el cuerpo propios. Yo recomiendo siempre a Marta Sanz, una de mis autoras favoritas.

 


Clavícula

Marta Sanz

Anagrama

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