La autora.-
Marta Sanz es doctora en Literatura Contemporánea.
Cincuentañera. Finalista y ganadora de varios premios literarios, entre ellos
el Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2001. Escribe tanto ensayo como novela y
es colaboradora habitual en prensa escrita. Otras obras suyas son: Black, black, black; La lección de anatomía, Clavícula y Daniela Astor y la caja negra, y Retablo.
Mi opinión.-
Lo que más me gusta de Marta Sanz es su gran capacidad de
análisis. No da nada por probado, todo lo analiza con el mismo rigor y todo los
somete a sospecha. Tal cual un intelectual debe de hacer y debe de invitar a
hacer a los demás.
Además, en el caso de una intelectual feminista, todavía se debe
ser mucha más cuidadosa. Marta Sanz dice verdades como puños en este ensayo y
con la suficiente ironía y sentido del humor. Una de esas verdades, la que más
me ha impactado es que como ella misma descubrió, llega un momento en que vemos que “… en
lo más profundo y negro de mi occipucio…, se escondía un hombrecito como el que vive
dentro de los cajeros automáticos” (página 31).
Así que a la hora de que las mujeres emitan su propia voz y
escriban sus propios relatos, relatos que deben de dar forma al mundo que
ocupamos tanto hombres como mujeres, las mujeres deben de tener en cuenta que es imprescindible
que liberen su voz y su mirada de la colonización patriarcal. Debemos analizar y
sospechar de todo, porque allí escondido en los más recóndito puede estar el hombrecillo del que
hablaba antes.
Cuando una mujer joven se pone una minifalda tipo cinturón
ancho es posible que esté haciendo un ejercicio de libertad, pero lo que es
seguro es que está vistiéndose como un hombre (diseñador y/o propietario capitalista
de una marca de moda, por ejemplo) ha decidido que tiene que vestirse. Lo mismo
sucede cuando una mujer se desnuda. Quizá, en realidad, se desnuda no porque le apetezca sino porque un
hombre la ha convencido para hacerlo (las sempiternas necesidades del guion). No está ni
bien ni mal, que una mujer se vista o se desnude como quiera, pero sí que es
necesario escarbar a ver qué hay realmente detrás de esa decisión.
Nunca he pensado que el feminismo fuera un bloque
monolítico. Al contrario, siempre he encontrado como denominación más cotidiana
la de movimiento feminista. El hecho
de que se le calificase de movimiento ya es muestra del dinamismo y pluralidad
que siempre debería de tener. Ahora bien, hay un sector del movimiento que
todavía no se ha quitado la lente masculina de sus ojos y sigue interpretando
la realidad con criterios patriarcales. No nos engañemos, todas las mujeres
llevamos esa lente masculina incrustada en los ojos, porque nuestros ojos han
sido lenta y firmemente colonizados.
Una colonización que está muy relacionada, para Marta Sanz,
con la ideología capitalista. Aunque yo también lo relacionaría con ese hijo
bastardo del capitalismo que fue el comunismo porque a las mujeres soviéticas y
de la órbita soviética no se les permitían grandes muestras de libertad
tampoco. En este sentido y examinándolo todo a la luz de la sospecha, como Marta
Sanz nos enseña a hacer, recuerdo un personaje de Los santos inocentes, la hija de los criados, que prefiere ser
obrera en una fábrica, porque intuye que tendrá algún derecho, antes que
doncella en la finca donde, sin duda, sería objeto de agresiones sexuales continuas
por parte del señorito Iván.
Bien. El subtítulo del libro ya es muy indicativo de lo que
vamos a encontrar. Nuevos lenguajes del feminismo
que lleva unos años tan de moda. Nuevas construcciones de un lenguaje que
deberá ser inclusivo para dar cabida a esa mitad de la población que ha estado
oculta. Aunque también me parece claro que esta exposición mediática del feminismo tarde o temprano tendrá
que desaparecer , por el propio bien del feminismo, porque el patriarcado capitalista tiene grandes habilidades
para fagocitar todo lo que toca. Yo creo que al feminismo le sentaría bien
“dejar de ser portada” por una temporada y seguir trabajando en silencio como hasta ahora,
haciendo labor de zapa, para consolidar lo conseguido.
Lo que más me gustaría, también,
es que la gente dejase de decir la estupidez esa de “ni machista, ni feminista;
hay que ser persona”. Pero para eso quizá tenga que pasar más tiempo.
Monstruas y centauras
Marta Sanz
Ed. Nuevos cuadernos Anagrama
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, deja tu comentario