martes, 10 de diciembre de 2019

Ensayo: Monstruas y centauras de Marta Sanz (2018)

La autora.-
Marta Sanz es doctora en Literatura Contemporánea. Cincuentañera. Finalista y ganadora de varios premios literarios, entre ellos el Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2001. Escribe tanto ensayo como novela y es colaboradora habitual en prensa escrita. Otras obras suyas son: Black, black, black; La lección de anatomía, Clavícula y Daniela Astor y la caja negra, y Retablo

Mi opinión.-
Lo que más me gusta de Marta Sanz es su gran capacidad de análisis. No da nada por probado, todo lo analiza con el mismo rigor y todo los somete a sospecha. Tal cual un intelectual debe de hacer y debe de invitar a hacer a los demás.


Además, en el caso de una intelectual feminista, todavía se debe ser mucha más cuidadosa. Marta Sanz dice verdades como puños en este ensayo y con la suficiente ironía y sentido del humor. Una de esas verdades, la que más me ha impactado es que como ella misma descubrió, llega un momento en que vemos que “… en lo más profundo y negro de mi occipucio…,  se escondía un hombrecito como el que vive dentro de los cajeros automáticos” (página 31).


Así que a la hora de que las mujeres emitan su propia voz y escriban sus propios relatos, relatos que deben de dar forma al mundo que ocupamos tanto hombres como mujeres, las mujeres deben de tener en cuenta que es imprescindible que liberen su voz y su mirada de la colonización patriarcal. Debemos analizar y sospechar de todo, porque allí escondido en los más recóndito puede estar el hombrecillo del que hablaba antes.


Cuando una mujer joven se pone una minifalda tipo cinturón ancho es posible que esté haciendo un ejercicio de libertad, pero lo que es seguro es que está vistiéndose como un hombre (diseñador y/o propietario capitalista de una marca de moda, por ejemplo) ha decidido que tiene que vestirse. Lo mismo sucede cuando una mujer se desnuda. Quizá, en realidad, se desnuda no porque le apetezca sino porque un hombre la ha convencido para hacerlo (las sempiternas necesidades del guion). No está ni bien ni mal, que una mujer se vista o se desnude como quiera, pero sí que es necesario escarbar a ver qué hay realmente detrás de esa decisión.


Nunca he pensado que el feminismo fuera un bloque monolítico. Al contrario, siempre he encontrado como denominación más cotidiana la de movimiento feminista. El hecho de que se le calificase de movimiento ya es muestra del dinamismo y pluralidad que siempre debería de tener. Ahora bien, hay un sector del movimiento que todavía no se ha quitado la lente masculina de sus ojos y sigue interpretando la realidad con criterios patriarcales. No nos engañemos, todas las mujeres llevamos esa lente masculina incrustada en los ojos, porque nuestros ojos han sido lenta y firmemente colonizados.


Una colonización que está muy relacionada, para Marta Sanz, con la ideología capitalista. Aunque yo también lo relacionaría con ese hijo bastardo del capitalismo que fue el comunismo porque a las mujeres soviéticas y de la órbita soviética no se les permitían grandes muestras de libertad tampoco. En este sentido y examinándolo todo a la luz de la sospecha, como Marta Sanz nos enseña a hacer, recuerdo un personaje de Los santos inocentes, la hija de los criados, que prefiere ser obrera en una fábrica, porque intuye que tendrá algún derecho, antes que doncella en la finca donde, sin duda, sería objeto de agresiones sexuales continuas por parte del señorito Iván.


Bien. El subtítulo del libro ya es muy indicativo de lo que vamos a encontrar. Nuevos lenguajes del feminismo que lleva unos años tan de moda. Nuevas construcciones de un lenguaje que deberá ser inclusivo para dar cabida a esa mitad de la población que ha estado oculta. Aunque también me parece claro que esta exposición mediática del feminismo tarde o temprano tendrá que desaparecer , por el propio bien del feminismo, porque el patriarcado capitalista tiene grandes habilidades para fagocitar todo lo que toca. Yo creo que al feminismo le sentaría bien “dejar de ser portada” por una temporada y seguir trabajando en silencio como hasta ahora, haciendo labor de zapa, para consolidar lo conseguido.


Lo que más me gustaría, también, es que la gente dejase de decir la estupidez esa de “ni machista, ni feminista; hay que ser persona”. Pero para eso quizá tenga que pasar más tiempo.



Monstruas y centauras
Marta Sanz

Ed. Nuevos cuadernos Anagrama

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