martes, 4 de agosto de 2020

Novela: pequeñas mujeres rojas de Marta Sanz (2020)


La autora.-
Marta Sanz es doctora en Literatura Contemporánea. Cincuentañera o casi. Finalista y ganadora de varios premios literarios, entre ellos el Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2001. Otras novelas suyas son: Black, black, black, Daniela Astor y la caja negra, La lección de anatomía. Recientemente ha publicado también un ensayo titulado Monstruas y Centauras. Y un libro de cuentos con mucha retranca: Retablo. Además ha sido comisaria de esta exposición: Benito Pérez Galdós. La verdad humana. Vamos que no para. 


Mi opinión.-
La referencia a Dashiell Hammett ya es toda una declaración de intenciones. Ya sabes que esta novela no va a ser amable contigo y que va a escudriñar los rincones oscuros de las almas de las personas. No es fácil de leer tampoco. La autora califica su estilo de escritura de barroco rojo. Profusión de palabras lanzadas con toda la fuerza de un proyectil pero que fueran detenidas por un muro imperceptible, un muro de cristal situado a pocos centímetros de la boca.


La novela está estructurada en tres partes, separadas por unas lecturas que deben hacerse lentamente, como masticando las palabras. Apenas unas páginas que aíslan unos capítulos de otros y donde el protagonista es el orfeón siniestro de los muertos en cunetas. Es un coro deslenguado, macabro y paradójicamente, lleno de vida. Hipercrítico y con muchas ganas de gritar porque intuye que caerá nuevamente en el olvido, si Paula no lo remedia. Esta parte para mí, es un ejemplo de virtuosismo en el dominio del lenguaje. Paula es una mujer de mediana edad, guapa y coja, funcionaria, que ha decidido participar en una excavación dirigida a recuperar los cuerpos de asesinados durante la Guerra y la Posguerra civiles y que todavía no han tenido la sepultura que merecían. Es una novela sobre la memoria histórica y, especialmente, sobre la desmemoria. En mi opinión es profundamente desesperanzadora. Porque hay muchos que no quieren recordar, aunque recordar no les perjudique.


Ya he dicho que no era una novela fácil. A veces se hace incluso demasiado farragosa. Esto me ha pasado con el último capítulo, durísimo. No sólo por las situaciones atroces que describe crudamente pero, al mismo tiempo, evitando dar detalles y evitando regodearse en ellas. Sino porque después de 200 páginas vemos que todo ha sido producto de la banalidad del mal. Y, a partir de entonces, ya no hay esperanza.


Porque si la maldad está inspirada sólo en la codicia quedará repartida a partes iguales entre todos los habitantes del pueblo y, entonces, será siempre imposible de erradicar. Porque si la maldad no tiene un origen ideológico y Franco hubiese perdido la guerra y la república hubiera subsistido, Jesús Beato se hubiese hecho de oro denunciando a falangistas; porque su dios es el dinero. Y eso es lo que más desesperanza me causa. La codicia. 



Me gustaría que la autora escribiese una novela sobre el personaje central de ésta, Jesús Beato, nombre elegido, para saber qué había sufrido en su vida, qué le hizo ser como es, qué le carcomió el alma antes de llegar a Azufrón. Azufrón es el pueblo donde se desarrolla la novela. Reconstruido con palabras, olores y sabores o con palabras, tufos y sinsabores. Un pueblo amargo no sólo por lo que oculta sus zanjas.


Esta novela termina la trilogía que la autora ha dedicado a su detective Arturo Zarco, pero él nunca tiene voz en la historia. Parte de la novela se desarrolla epistolarmente entre Paula y Luz, hasta que ésta última toma el protagonismo absoluto. No entiendo muy bien por qué la autora lo ha querido así, para mí añade un poco de confusión y dificultad a la trama. Hablaba antes del estilo barroco rojo. Al final me quedo con la sensación de ser uno de los enterrados sin ceremonia y sin ataúd, con la boca llena de tierra como el narrador tiene la boca llena de palabras que brotan y se atropellan unas a otras con mucha emoción y rabia. Muy recomendable y para leer más de una vez.



pequeñas mujeres rojas
Marta Sanz

Ed. Anagrama

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