Mi opinión.- En este libro Annie Ernaux prosigue en su
experimentación sobre los límites de la literatura. Continúa poniéndose en el
centro de una observación más sociológica que literaria, buceando en su vida
cotidiana en un momento excepcional: justo cuando ha comenzado una relación
amorosa y le ha sido diagnosticado un cáncer. Ya he comentado que una de las
características de su estilo es la brutalidad con la que aborda los
sentimientos y las situaciones: “tengo un cáncer” o “estoy embarazada y quiero
abortar” más que demostraciones emocionales parecen ser puñetazos dirigidos a sí
misma o a su interlocutor con la intención de que no pueda reaccionar.
En este libro va todavía más allá de esa experimentación y el origen del relato está en unas fotografías de su vida íntima. Podrían considerarse bodegones. Pero además se añade a su propia narración la narración de su amante Marc Marie. Poca información he podido encontrar en la red sobre él; únicamente la relativa a este libro. Me ha parecido extraño.
Cada capítulo comienza con una imagen fotográfica. Después es Annie Ernaux la encargada de describirla lo más fidedignamente posible y de evocar la situación en la que se tomó la foto. Se completa el capítulo con la narración de Marc Marie sobre la misma foto. Es un ejercicio muy interesante, puesto que Ernaux y Marie pactaron no mostrarse los textos y dejarse cada uno una plena libertad de expresión y aun así coinciden en el relato básico. Las fotografías ejercen la misma función que en la documentación de un crimen, coinciden en esa estética fría y detallista, pero esta vez se trata de la documentación de una pasión, de una vida puesta en peligro por el cáncer.
Sin embargo, al no contar en las fotografías con la imagen de los amantes el lector se encuentra con una narración del vacío; de las ropas y los zapatos vaciados, descarnados, como el capullo desechado de una crisálida, surge una reflexión sobre la ausencia y el final. Una ausencia que pueda activarse porque cualquiera de los dos termine con la relación o porque cualquiera de los dos muera. Así se convierte el texto en una reflexión metafísica sobre la muerte, personificada en la muerte de las madres de los protagonistas, pero sin permitir que el tono fúnebre se imponga a la vida.
Quizá sea éste su libro más personal, menos implicado en el análisis sociológico o en la lectura política de una vida cotidiana, como ocurría en los libros que hasta ahora he leído de Ernaux, pero aun así tiene un enorme valor como testimonio individual y, especialmente, como hecho revelador de la fragilidad humana. Como toda la literatura de Annie Ernaux, muy recomendable en la edición, muy cuidada a pesar de ser de pequeño formato de Cabaret Voltaire.
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