viernes, 5 de julio de 2013

Cine: Hannah Arendt de Margarethe von Trotta

Hannah Arendt no quería ser reconocida como filósofa; estudió principalmente el campo de la teoría política y concretamente son famosos sus estudios sobre el totalitarismo y todas las variantes del fascismo. Nació en Alemania de origen judío y terminó viviendo exiliada en Estados Unidos. La película de Margarete von Trotta abarca un período de su vida marcado por el juicio y la publicación de unos artículos sobre Adolf Eichmann, en 1963. Posteriormente los artículos se publicaron en forma de libro, traducido en España como Eichmann en Jerusalén (otro de los libros que tengo pendientes por leer).

Lo que más me ha gustado de la película es que sitúa a la filósofa en su vida cotidiana, en su intimidad, rodeada de sus amigos, en un exquisito ambiente intelectual. Constantemente fumando, tumbada en el sofá pensando y con un brillo especial en los ojos; siempre risueña e incluso pícara. El retrato de una mujer jovial, risueña, muy afectuosa, enamorada de su marido, apasionada y fuerte. Parece estar por encima de duelos y miserias humanas; vive con todas sus consecuencias este momento amargo de su vida, en el que muchas de las personas en las que confiaba la atacan y le vuelven la espalda.

Es una película biográfica clásica, con una ambientación muy cuidada y actuaciones muy sólidas que le dan un ritmo muy adecuado, para no caer en verborreas filosóficas. Hannah Arendt está muy bien interpretada por Barbara Sukowa, una actriz que ya ha colaborada muchas otras veces con esta directora. Películas que lamentablemente yo no he visto. 

Yo no sabía que estos escritos de Arendt habían sido tan polémicos; es cierto que en los años 1960, todavía no había pasado mucho tiempo desde la tragedia del holocausto y las sensibilidades eran más fuertes que hoy en día. Describir abiertamente su postura, aún a sabiendas de que iba a resultar molesta para muchos,  le costó numerosas críticas y la amistad de antiguos compañeros. No entendieron, ni la gente de la calle ni los intelectuales que la rodeaban, que se propuso informar objetivamente de un proceso, en el que se juzgaba la conducta de un ser humano normal; más allá de que sus actuaciones hubiesen facilitado el holocausto.

Creo que el problema con sus artículos y posterior libro, fue que la gente esperaba una versión sentimental, esperaba un bálsamo que les ayudase a cerrar sus heridas y ella, en cambio, les dio un informe intelectual de la tragedia; el mayor insulto que le dirigen durante toda la película es el de ser una intelectual arrogante. Su análisis les decepcionó porque esperaban de ella que ejerciese su condición de judía.

Para mí esto revela la grandeza de este personaje. Hannah Arendt se negó a explotar su condición de judía y ejerció con escrupulosa dedicación en este asunto, su condición de individuo (neutro) intelectual: ni hombre, ni mujer, ni judío, ni gentil, simplemente un individuo pensante. Desde mi punto de vista, esa es la tarea del intelectual puro. Evidentemente, todo ser humano está incluido en diferentes grupos, que le proporcionan diferentes identidades y que, en conjunto, conforman su ser persona. Pero a la hora de analizar cualquier cuestión que afecte a la humanidad (o sea, más o menos todas), el intelectual no debería consentir que ninguna de sus identidades anulase su individualidad de puro ser pensante.

La polémica que refleja la película se centra en las reacciones a la opinión de Arendt sobre la responsabilidad de los líderes judíos en el holocausto y el análisis de la personalidad de Eichmann. Ella dice en el post scriptum de su libro que se orquestó toda una campaña en contra de un libro que ella no había escrito. La mayoría de las críticas fueron de gente que ni siquiera se había leído el libro, como la mayoría de las veces hablaban de algo que sólo habían conocido por la interpretación "distorsionada" de otro. Que esto sucediera en un ambiente intelectual es imperdonable. 

Es posible que la gente esperase que Eichmann fuera retratado como un loco, sanguinario y psicópata, capaz de las mayores maldades y ferviente devoto de una causa, y no esperaba que fuese un simple y obediente pequeño engranaje de una máquina de matar tan grande, que él nunca tuvo conciencia de la repercusión de sus actos. Esto no es disculparle y tampoco ayuda a comprenderle. Pero, esa actitud bobalicona es lo que le hace más terrible; su simpleza y banalidad, nos pone ante el horror de pensar que cualquiera de nosotros podría llegar a ser tan obediente como él, sólo necesitamos evitar la reflexión sobre el bien o el mal.

Los que obedecen ciegamente lo hacen porque estar sometidos a reglas (a cualesquiera reglas) les libera de la extremadamente fatigosa tarea de pensar. Entran en una paradoja perfecta, la esclavitud a las normas les libera. Y lo más horrible es que estos individuos, respetuosos con el orden establecido, no pueden ser detectados hasta que es demasiado tarde. 



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