No podemos ponernos en el lugar de una persona que percibe
cómo va perdiendo su memoria y sus capacidades. Si además esta persona es
admirada por haber sido una de las inteligencias más agudas y perspicaces que
hayan existido aunque sea en la ficción, la angustia de esa pérdida todavía es
más dolorosa. El deterioro de la vejez es algo a lo que, con suerte, todos nos
tendremos que enfrentar.
Esta película es la adaptación de una novela escrita por
Mitch Cullin, A Slight Trick of
the Mind, y no en un relato de Conan Doyle. Sherlock Holmes vive
apartado de la vida pública en Sussex y ya es 1947. Está solo, el doctor Watson
murió hace tiempo y como es sabido él nunca se casó ni tuvo hijos. Su hermano
mayor, Mycroft, quizá haya muerto también. De él se ocupa un ama de llaves
(Laura Linney) y su hijo (Milo Parker). Mr Holmes se enfrenta a la pérdida de
sus capacidades intelectuales. La memoria le falla, no consigue recordar un
caso que Watson no contó correctamente, pero Roger el hijo de su asistenta es
el acicate que necesita para que las piezas vuelvan a encajar.
Relacionarse con este niño preadolescente le dará la
vitalidad necesaria. Además Roger será el punto donde confluyan las tres líneas
narrativas de la película: Roger le impulsará a que resuelva el caso que tiene
pendiente; en su relación con Roger intentará corregir el error del joven
japonés a quien privó de su padre; y Roger y su madre serán su familia a partir
de ese momento, paliando la soledad de su vejez. En la película saltar de una línea a otra no era fácil, sobre todo porque suponían envejecimientos y
rejuvenecimientos del protagonista, posibles gracias a un magnífico maquillaje.
Pero en esta película, lo verdaderamente importante no es
Holmes, como gran detective, ni la intriga de un viejo caso sin resolver; es la humanización del personaje, abrumadoramente solo en
su vejez. Un personaje que se enfrenta a los errores que cometió y al reproche
que los desconocidos pueden hacerle por el sufrimiento que indirectamente les
causó. Y también el personaje del ama de llaves, interpretada por Laura Linney. Es
una viuda de mediana edad con un hijo pequeño al que sacar adelante. Apenas
sabe leer ni escribir, así que sus puestos de trabajo serán siempre de baja
cualificación. Dispuesta a sacrificarse por su hijo, no quiere que éste se
encariñe demasiado con un viejo a las puertas de la muerte. Considera que su
hijo ya ha sufrido por la muerte de su padre en la guerra y que no tiene que sufrir ninguna otra pérdida. Al final, esta señora tendrá que volver a aprender
cómo comprometerse con alguien, aunque se pueda sufrir.
Es una película también sobre la invención de los recuerdos.
Sobre cémo nuestro pensamiento cocina una realidad para que se ajuste más a nuestras necesidades. En
ese sentido nos quedamos con la duda de si lo que Holmes empieza a recordar no
será otra vez de su invención (aunque ni siquiera él lo sepa).
Director: Bill Condon
Guion: Jeffrey Hatcher (adaptación de la novela de Mitch Cullin)
Música: Carter Burwell
Fotografía: Tobías A. Schliessier
Intérpretes: Ian McKellen, Milo Parker, Laura Linney
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