Esta película dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1953 ha
quedado como una de las mejores adaptaciones de la obra de teatro de Shakespeare.
No sólo por ser un ejemplo claro de manipulación de las masas, un retrato del
poder y de la ambición política sino también por su depurado clasicismo visual.
Es un discurso sobre la ambigüedad del discurso político, sobre los motivos espurios que fundamentan
decisiones, que serán convenientes o no para el conjunto de la sociedad, pero que se
saben revestir de responsabilidad por la cosa común y de espíritu de sacrificio.
Julio César perteneció a una familia patricia y desempeñó
distintos cargos políticos en Roma, en un momento bastante convulso. Era temido
por su ambición y sus éxitos políticos y militares no hacían más que acrecentar
este temor, al mismo tiempo que disminuían el poder del senado romano. Sin embargo, parece ser que
el pueblo le adoraba y sus soldados también.
Julio César, Calpurnia y Marco Antonio |
En este punto, comienza la película de Mankiewicz. La inquietud
de algunos senadores empieza a tomar forma de conspiración para acabar con el
César que ha ido acumulando demasiados poderes y que empieza a permitirse
extravagancias propias de quien se cree un dios. Estos senadores, desde
distintos puntos de vista, son los que se encargan de presentar al personaje de
César que, apenas, aparece en la película. Debemos de creer a estos senadores
que, al mismo tiempo, también exponen sus dudas sobre la conveniencia del
magnicidio. A la certeza sobre la conveniencia del asesinato, representada por
Casio (John Gielgud) se contrapone la vacilación de Bruto interpretado por
James Mason.
El asesinato |
Pero, sin duda, lo que yo destacaría de esta peli son los
dos discursos de los protagonistas. Sobre todo el discurso de Marco Antonio,
interpretado por Marlon Brando, queda como una obra maestra de la manipulación
de masas. El pueblo romano, después del discurso de Bruto, había aceptado la
muerte de Julio César por ser un político demasiado ambicioso y casi traidor a
la patria romana. Bruto les había convencido de que sus motivos para el
asesinato no eran el odio hacia Julio César sino el amor profundo hacia Roma y
sus instituciones, pero Marco Antonio pide permiso para hablar, se presenta
con el cadáver ensangrentado de Julio César y desmonta todas las justificaciones de Bruto.
Julio César y Bruto |
Su actitud es de engañosa humildad y de disculpa por no ser
más que un simple ciudadano. No ataca directamente a los asesinos sino que les considera
hombres honorables, ciudadanos ejemplares de Roma. No sé cómo, en un momento
determinado, consigue sembrar la duda entre los romanos sobre la inexistente ambición
de César. De una manera altiva y sibilina desmenuza todos los argumentos que
antes había dado Bruto y consigue enardecer al pueblo romano que clama por la
muerte de los asesinos a los que antes comprendía y disculpaba. Una capacidad
de manipulación magistral.
Bruto ofreciendo su vida por Roma |
La puesta en escena resulta muy teatral y a mí me gusta
mucho por eso mismo. Nada desvía nuestra atención del texto de Shakespeare y de
la intensidad con la que los actores lo dicen. No hay movimientos bruscos de
cámara pero sí encuadres que resaltan la altivez y lejanía de los políticos y
la supeditación de la muchedumbre tan manejable. Un clásico de cine para volver a ver periódicamente.
Marco Antonio ofrece el cadáver de César al pueblo de Roma |
Los dos discursos magistrales me hacen pensar en lo que los políticos
de hoy en día llaman transparencia. Presumen de actuaciones transparentes pero
para la mayoría de la población daría lo mismo que fuesen unas actuaciones más
opacas. Realmente, pocos tenemos la capacidad de discernir en los discursos políticos
actuales qué decisiones se toman por el bien común y cuáles responden a intereses
partidistas o personales o a la mera oportunidad política. En Colombia, después
de más de 50 años de guerra, se convoca un referéndum sobre el proceso de paz y gana la opción “a mí que me
importa”. Alrededor de un 60% de la población se ha abstenido de dar su opinión
sobre el proceso de paz. Vistos estos resultados, ¿quién podría fiarse del
criterio de la mayoría desinformada y manipulada? En Estados Unidos, ha ganado las últimas elecciones un candidato que miente y vive de realidades alternativas, de posverdades, en definitiva de mentiras. Estas realidades paralelas están hechas para convencer, son para-lelos. Pero no conviene reírse de ellas porque dan soporte a actuaciones políticas que son muy peligrosas y poco respetuosas para la dignidad humana.
El discurso de Bruto (no he podido encontrarlo en VO)
El discurso de Marco Antonio
Director: Joseph L. Mankiewicz
Guión: Joseph L. Mankiewicz (sobre la obra teatral de William Shakespeare)
Música: Miklós Rózsa
Fotografía: Joseph Ruttenberg
Intérpretes: Marlon Brando, Louis Calhern, James Mason, Greer Garson, Deborah Kerr, John Gielgud
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