La autora.-
Se ha calificado su literatura de auto-socio-biografía. Partiendo
de su propia vida y experiencias, la autora intenta explicar el mundo y sus
contradicciones sin caer en la autoficción. Otras obras suyas: L’autre fille, L’occupation, La femme gelée,
Mémoire de fille.
Mi opinión.-
Termina este libro diciendo, He perdido el último vínculo con el mundo del que salí. Quizá eso
sea lo más determinante en la muerte de los padres, especialmente, de la madre,
que se termina de nacer. Que se corta definitivamente el cordón umbilical, sin
posibilidad de restablecerlo.
Lillebonne hacia 1950, donde nació la autora |
La autora define este libro como una narración a medio
camino entre la literatura, la sociología y la historia. Y esto es lo que
destacan los críticos de su literatura: su lenguaje accesible y popular y su interpretación
sociológica de la vida corriente. Siempre utilizando la memoria individual como
caja de resonancia donde podemos encontrar los ecos de la memoria colectiva. Ecos
que a mí me resultan muy similares a la vida en España, unos veinte años
después.
Una figurita parecida a esta, un deshollinador savoyano, es lo único que la madre se lleva a la residencia cuando empieza su demencia, porque da suerte |
No por esto la escritura resulta fría. Al contrario, la
emoción que produce está exenta de todo artificio y de cualquier tentación, por
parte del autor, de caer en la manipulación emocional y en la lágrima fácil. En
definitiva, lo que intenta Arnaux es poner de manifiesto que en los seres
humanos confluyen determinaciones sociales, históricas, de clase y de
género que nos hacen ser como somos. No es una determinación inexorable pero sí
que es una influencia constante.
Ernaux y su madre a la entrada del negocio. 1959 |
La narración comienza de manera muy similar a El extranjero de Albert Camus, pero, por
supuesto, no tiene la negrura de ésta última. Constata los hechos con serenidad
para después contar la vida de su madre y, por extensión, la vida de las
mujeres de provincia, en la Francia de los años 1940 y 1950, con pocos recursos económicos pero con mucha fuerza y grandes
deseos de vivir una vida mejor; una gran determinación para luchar contra la
injusticia social, la guerra y la posguerra.
Annie Ernaux en Yvetot, donde se traslada con sus padres |
Su madre era ese tipo de mujer fuerte, emprendedora y que
tenía muy claro que su hija viviría mejor que ella. Decidió por ello tener
solamente una hija, a la que daría todo lo mejor. La mejor educación, la mejor
asistencia médica, la mejor ropa. Y también decidió que por ella se refinaría
un poco, intentando ocultar su origen obrero. Así decidió, junto con su marido,
abrir un negocio: una tienda-cafetería. Y después otro un poco más grande. Y también
decidió cambiar de ciudad, de Lillebonne a Yvetot. Una mujer resuelta que
consiguió lo que quería, mejorar un poco su situación para su familia y para
ella.
Annecy donde se traslada a trabajar ya casada |
Por eso, en el momento crítico de la adolescencia no
entendía como su hija podía estar descontenta. Sin embargo, este enfrentamiento
para la autora no era un enfrentamiento individual, de madre e hija, sino más bien un
enfrentamiento de clase: la mujer adulta trabajadora que ha conseguido prosperar y la joven adolescente
pequeñoburguesa que no tiene todavía lo suficiente. Una diferencia cultural más que de afecto.
Después de toda una vida de trabajo y de pequeñas satisfacciones,
llega la demencia senil. Olvidarse de todo y de todos, incluso de ella misma y
de sus más mínimas necesidades. Pero, a pesar de esto, todavía le queda el deseo de disfrutar de pequeños
placeres, como tocar una tela y dejarse peinar, comer chocolate y pasteles con
las manos, como los niños, sin miedo a ensuciarse. Así terminó la madre de Annie Ernaux. Este libro
fue para la escritora una manera de despedirse de ella y de hacerla revivir
brevemente. Resulta muy emocionante.
Une Femme
Annie Ernaux
Gallimard
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, deja tu comentario