Publiqué esta entrada en octubre de 2016, cuando se estrenó la película. Ahora, julio 2019, se emite en formato Serie TV por televisión. Los lunes a las 22.00 h. en La 2, RTVE, Cuatro estaciones en la Habana. Muy recomendable.
Siempre recomiendo todas las novelas de Leonardo Padura, aunque sólo haya leído dos cuyo protagonista es Mario Conde: La neblina del ayer y La cola de la serpiente. Especialmente la primera de ellas, es novela negra de gran calidad. De aquélla que sirve para diseccionar una sociedad y analizarla fríamente y cuya trama policial acaba siendo secundaria.
Esta película es la adaptación de la segunda novela de la
Tetralogía de las cuatro estaciones y funciona como episodio piloto del resto
que serán adaptadas para televisión. Es extraño que se haya estrenado primero
la segunda y tampoco sé si se emitirán por RTVE o por Movistar, habrá que estar
atenta para que no se escape. En los guiones han intervenido el propio Leonardo
Padura, el director Félix Viscarret y Lucía López Coll.
Una profesora del Instituto Preuniversitario de la Víbora, donde estudió Mario Conde, es asesinada. Conde descubrirá que la que debía ser una nueva sociedad postrevolucionaria tiene los mismos vicios que las decadentes sociedades occidentales.
La película resulta correcta y responde, como la novela, al
canon clásico de cine negro, con una ambientación decadente y nostálgica, adecuada al espíritu de los
libros. Trata de reflejar la añoranza por una Habana esplendorosa (al menos para algunos) que se
combina con la derrota moral de los protagonistas. Mario Conde es el principal
protagonista y en la película se le llama únicamente Conde porque en España
sigue recordando a un personaje poco recomendable. Mario Conde nació en los
años 1960, pertenece, pues, a la nueva generación de la revolución, aquélla
destinada a reformar al país, la que recibió la mejor educación de toda la
historia de Cuba y del resto de Latinoamérica; una generación sin la corrupción de las sociedades occidentales. Se verá, a lo largo del desarrollo de la película, que se repiten las mismas carencias y abusos, especialmente en las relaciones de género.
Se esperaban grandes cosas entonces: una sociedad sin clases
y sin privilegios que alentase una nueva solidaridad nacida del pensamiento de
izquierdas. Nada de eso se produjo y pasados los 50 años, esa generación es la
generación de la derrota moral. Ese pesimismo y esa añoranza es lo que nutre a
Mario Conde. Soñaba con ser escritor (como Hemingway) y se quedó en policía. Sin
embargo, mantiene todavía algo de esperanza y una ingenuidad que le hará
sufrir.
Karina se encargará de despertar esa esperanza y de hacerle
sufrir. Karina es la mujer fatal. Y a
partir de aquí, me pongo las gafas de color violeta para criticar desde un
punto de vista feminista. Como lectora ferviente de novela negra creo que tengo
derecho a exigir, especialmente a buenos escritores como Leonardo Padura, Princesa de Asturias de las Letras en el año 2015, que
transgredan los cánones clásicos del género, especialmente en lo que concierne
a las mujeres fatales que, como
Karina, sólo tienen de fatal los ojos de quienes las miran.
Karina, interpretada por Juana Acosta, es una mujer pelirroja y espectacularmente normal. No esconde
ningún secreto, no tiene ningún misterio inconfesable, no arruina la vida de nadie,
no engaña y no manipula. No es fatal. En la novela no lo sé porque no la he
leído, pero en la película figura como simple objeto, objeto de deseo. Y no es una
excepción. Los tres personajes principales de mujeres actúan como objeto:
objeto madre-cocinera, objeto de violencia (Mariám Fernández, la profesora
asesinada, actúa principalmente de cadáver) y objeto de deseo. No conozco mucho
la sociedad cubana, pero la acción de la película se desarrolla en los años
1990 y creo que sería creíble y exigible la existencia de otro tipo de mujer, especialmente en una sociedad postrevolucionaria, como ya he mencionado antes.
Pero parece que Leonardo Padura y el director Félix
Viscarret no lo creen así. Y ahora me refiero a una escena tórrida entre Conde y
Karina que resulta, de las más increíbles, que he visto en el cine. Conde y
Karina están abrazados en una cama, ¿no le parece a nadie más chirriante que
Conde esté vestido de los pies a la cabeza y Karina esté en tanga? Ver a Juana
Acosta en tanga es muy agradable aunque no se sea lesbiana ni hombre, pero
resulta extremadamente ridículo en una escena así. Parece que sólo haya sido un
capricho del director. Berlanga decía que había situado la acción de La escopeta nacional en los años 1970
para poder poner en minifalda a Bárbara Rey. Pues lo mismo, pero en los años
2010, ya es injustificable.
Sigo con la crítica feminista. Como cincuentañera con
sobrepeso y hostigada socialmente (cada vez menos) para mantener no sé qué
línea o juventud perpetua (como la cadena), quiero que los hombres cuiden un
poco más su aspecto, que vigilen y controlen sus gorduras y sus canas
amarillentas. En esta película Jorge Perugorría hace una gran interpretación
pero presenta el mismo aspecto decadente que La Habana. Un hombre que vivió
tiempos mejores y ya ha olvidado cuando. No dudo de que al personaje, incluso el
sobrepeso, le vaya bien pero yo lo imaginaba de otra manera. Por supuesto, más
esbelto pero especialmente más estoico, quizá porque el Mario Conde que yo he conocido tenía unos años más de
experiencia y de desilusión por la vida.
Ahora bien, quitándome las gafas de color violeta no puedo evitar sentir
debilidad por el Conde y su sonrisa de bobo enamorado, dónde estuviste mujer que no te había visto antes. Los personajes secundarios también son estupendos, sobre todo su cuadrilla de amigos nostálgicos que funcionan muy bien como retrato de una generación, y facilitan el paisaje emocional del Conde. La película es muy
recomendable, aunque no pase el Test de Bechdel y la serie espero no perdérmela.
Director: Félix Viscarret
Guion: Leonardo Padura, Lucía López Coll y Félix Viscarret
Intérpretes: Jorge Perugorría, Juana Acosta, Yoima Valdés, Mariam Fernández, Wladimir Cruz, Carlos Enrique Almirante, Alexis Díaz, Mario Guerra.
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