El autor.- Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social en la Universidad del País Vasco y profesor en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Es también colaborador habitual en la prensa escrita, El País y La Vanguardia. Ha recibido varios premios, Premio Euskadi de Ensayo 2019 por Política para perplejos y por su trayectoria y en el año 2004, Le Nouvel Observateur le incluyó en su lista de 25 grandes pensadores del mundo. Otras obras suyas: Una teoría de la democracia compleja, La política en tiempos de indignación, La sociedad invisible.
Mi opinión.- El autor define su libro como “reflexión filosófica de urgencia”. Aquéllos que se están quejando de que un filósofo ostente el puesto de Ministro de Sanidad, durante esta grave pandemia que estamos padeciendo, no sé qué pensarán de esta reflexión de un filósofo. A mí, además de urgente me parece muy necesaria sobre todo porque extenderá su alcance más allá de los tiempos de la pandemia.
Parece que el modelo de democracia en el que hemos crecido se ha agotado y la realidad impone reformas y actualizaciones en todos los ámbitos de nuestra vida. Como dice Innerarity esta crisis pandémica también ha servido para revelar las deficiencias estructurales de un sistema complejo. Esta sería la palabra clave de este pequeño ensayo, complejidad. Lo que se acaba es el mundo basado en las certezas, en la existencia de seres invulnerables y en la autosuficiencia. Traducido, podríamos decir que se acaba o debería acabarse la arrogancia europea; y en un sentido más amplio, la arrogancia occidental. Pero, ¿eso no se había acabado ya después de la II Guerra Mundial? Parece ser que no.
Hemos aprendido que el esfuerzo, el conocimiento y la ciencia tenían como aplicación práctica primordial el control del medio en el que vivimos, el control de la naturaleza en provecho del ser humano. Pero siempre hay imprevistos, cosas que se nos escapan, aunque nos olvidemos. Hoy, a causa de un nuevo virus capaz de poner patas arriba nuestro mundo, de norte a sur y de este a oeste; ayer, por una inundación, un incendio, un atentado terrorista o cualquier otra enfermedad aparentemente controlada.
Ahora es tiempo de aprender, y de que políticos, filósofos,
sociólogos y demás científicos enseñen al resto, que a medida que la investigación
científica amplía nuestras posibilidades de saber también amplía el no-saber y
la incertidumbre hasta llegar a una situación de incertidumbre sistémica; y
también debemos aprender que la investigación científica requiere tiempo, recursos, personal e instalaciones y sobre todo paciencia, mucha paciencia y humildad para asumir su inevitable fracaso. Algo así como si siempre tuviéramos
que andar sobre una cuerda floja, a punto de caer al vacío, sin red.
Desde una perspectiva sistémica nos encontramos con un sistema sociopolítico complejo, gobernado por la incertidumbre y atacado por fuerzas desconocidas e invisibles. El primer paso para tomar las riendas de la nueva situación sería reconocer esta fragilidad de nuestros sistemas y promover una gobernanza guiada por la inteligencia colectiva y cooperativa que nos llevase a pensar sistémicamente pero que, sobre todo, nos impulsase a entender lo que los sociólogos llaman diferenciación funcional. Es decir, que ya no vivimos en una sociedad compacta y homogénea sino sofisticada y compleja, con diferentes lógicas que a menudo son contradictorias entre sí, aunque deban complementarse.
Lo hemos visto durante la pandemia. Es terrible pero no podemos
permitirnos caer rendidos ante la lógica sanitaria y pasar un confinamiento
eterno, que destroce la economía, hasta que surja la vacuna que nos permita volver a vivir; pero tampoco
podemos dejarnos llevar por la lógica de la economía y la productividad y salir
a la calle como si nada estuviera pasando. Ese es el desafío de la complejidad,
hallar un equilibrio que nos permita sortear el virus y relanzar la economía
sin arriesgar la salud de los ciudadanos y ciudadanas. Además, se impone también asimilar nuevas enseñanzas y entre ellas, la más importante, es desarrollar una
cierta habilidad para gestionar el riesgo y aprender a vivir con él. Lo que
traducido sería encontrar una nueva ética de la responsabilidad, individual y
colectiva. Muy recomendable.
Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus
Daniel Innerarity
Galaxia Gutenberg
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