Sin duda, una de las mejores series de la temporada. Desde
los títulos de crédito, hasta la ambientación, pasando por el guion, el
vestuario, la fotografía y las interpretaciones. Yo diría que es inmejorable.
Está basada en hechos reales y muy recientes, historia
contemporánea. Nos cuenta la lucha de las mujeres por lograr su igualdad y,
también, lo equivocada que puede llegar a estar una persona y todas las trabas y excusas que se puede poner a sí misma para no tener que rectificar. Porque uno de los aciertos de la serie
es enlazar las pequeñas historias de las protagonistas con el activismo
político y con su limitada incidencia en la historia política de un país.
Son nueve capítulos. Cada uno de ellos protagonizado por una
mujer que participó activamente, bien a favor o bien en contra, en los intentos de ratificación de la Enmienda de Igualdad
de Derechos (ERA) en los años 1970. La ERA trataba de incluir la igualdad de
derechos entre todos los ciudadanos estadounidenses en la constitución, sin que pudiesen existir
discriminaciones por razón de sexo/género. La primera de estas iniciativas se
presentó en 1923; pero, a día de hoy y aunque parezca increíble, todavía no se
ha conseguido incluirla en la Constitución de la nación.
Según el sistema constitucional estadounidense, este tipo de
enmiendas se aprueban en la Cámara de Representantes y en el Senado, pero
después deben de ser ratificadas por las cámaras legislativas de cada uno de
los estados. El último intento de incluir esta enmienda se aprobó en 1971 y
1972 por Congreso y Senado respectivamente e inició después su periplo para ser
ratificada por los estados. En 1977, sólo quedaba pendiente de
ratificación por parte de tres estados y así sigue en 2020.
En este momento empieza la serie de TV, cuando Phyllis Schlafly,
interpretada por Cate Blanchett, consigue movilizar a una gran cantidad de
mujeres conservadoras contra la ratificación de la enmienda. Aunque ya he comentado
que cada capítulo está protagonizado por una mujer, la trama principal de la serie gira en torno a ella; es el personaje más complejo. En cierto sentido, me recuerda a Cayetana Álvarez de Toledo, recientemente cesada como portavoz del Partido Popular. Una mujer tan conservadora, tan conservadora y tan ambiciosa que, incluso, le dio miedo a su propio partido. Algo así sucedió con Schlafly.
Era una mujer con grandes ambiciones políticas dentro del
Partido Republicano. Una mujer muy inteligente, luchadora, muy competente pero
relegada a un segundo plano por ser mujer. Yo creo que su antifeminismo se hace
más radical porque el feminismo se define como una lucha colectiva y no
individual. Schlafly está acostumbrada a luchar sola, a desconfiar de todo el
mundo y tiene muy asumido que en la cumbre sólo hay sitio para uno. Para una,
en su caso. Desde este punto de vista encarna al individualismo estadounidense feroz, capaz de
aprovecharse de cualquier situación, de cualquier causa aunque no crea en ella,
en su propio beneficio.
De alguna manera, vivía en una contradicción absoluta. Cómo
es posible que Schlafly estuviera en contra de que las mujeres ocupasen un puesto
en la vida pública, si ella lo estaba haciendo. Cómo es posible que considerase
que las mujeres debían quedarse en su hogar, si ella no paraba en el suyo. Qué
contrasentido, ¿no?
La explicación es ésta. Su verdadera pasión en política era la
defensa nacional y no la lucha contra el feminismo. En un momento de distensión
dentro de la Guerra Fría, cuando el Partido Republicano fue favorable al control
de armamento con la URSS, al que ella se oponía, Schlafly apostó muy fuerte y
consiguió parar la ratificación de la ERA, no porque estuviese en contra de
esta enmienda sino porque pensaba que así ganaría puntos dentro de la
estructura de su partido y conseguiría dedicarse a la política internacional de defensa que a ella más
le interesaba. Pero su partido no pensaba lo mismo y sus ambiciones no se
vieron satisfechas. Fue arrinconada. En el último capítulo de la serie esta situación se
describe muy bien. Schlafly vuelve resignadamente a la cocina de su casa a hacer
magdalenas, bizcochos o galletas; no sé si Álvarez de Toledo habrá hecho lo mismo. Habría que pensar en lo que hubiera
conseguido Phyllis Schlafly si se hubiera sumado al movimiento feminista como
hicieron otras mujeres conservadoras, en lugar de luchar contra él.
Gloria Steinem, interpretada por Rose Byrne, y Betty Friedan
son conocidas en España por sus libros y su activismo. En la serie interpretan
diferentes tendencias dentro del movimiento feminista, a veces tendencias claramente
enfrentadas, en las que también incidía la brecha generacional entre ambas. Además, hay
otras protagonistas menos conocidas, por lo menos para mí. Shirley Chisholm,
congresista afroamericana que se postuló para la carrera presidencial o Bella
Abzug. Una buena oportunidad para conocerlas.
Una gran serie que debería ser materia de estudio en los colegios
e institutos. Muy recomendable.
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